Un análisis para tiempos interesantes

No le den más vueltas. Las elecciones han dado el resultado que han dado y es inútil tratar de elucubrar qué hubiera ocurrido si las cosas hubieran sido diferentes. Aunque reconozco que es un ejercicio divertido. Casi tanto como intentar analizar las causas y las posibles consecuencias.

Y es por ello, por mera diversión, por lo que voy a escribir las siguientes líneas. No soy un opinador profesional, pluma fija de las columnas de los diarios, de modo que no me veo en la obligación de tratar de justificar que mi análisis pueda tener alguna profundidad o autoridad, basada en un conocimiento superior al del resto de mortales. De modo que ni siquiera lo intentaré. Tómenselo como el divertimento que es (aunque el tema  tenga poca gracia) y saquen sus propias conclusiones, porque como me aparece tristemente evidente, mi habilidad para adivinar el futuro político está pareja con la de las echadoras de cartas televisivas.

El PSOE:

La mayoría de los electores lo han votado, no hay más. Habrá a quienes nos sorprenda que alguien con un número de neuronas compatible con la vida, pueda querer a Pedro Sánchez como presidente, pero resulta que no sólo se da el caso, sino que son la mayoría de entre los que se han tomado la molestia de acudir a los colegios electorales.

La razón debiéramos dejársela a los sociólogos, si es que existe alguno en España cuyo trabajo práctico no consista en intentar confirmar sus propios prejuicios socio-políticos preexistentes. Fuera de eso, mi opinión personal es que una buena parte de nuestros conciudadanos quiere un líder paternal que suba las pensiones y los salarios (por decreto), controle con mano de hierro buena parte de los sectores económicos y les diga (a los demás, no a ellos) como vivir y trabajar. Y además creen que todo eso, de una manera mágica (quizá porque confían que en el gobierno tengan expertos omnisapientes y bondadosos) no tendrá ninguna consecuencia negativa para ellos.

Una vez más, algunos millones de nuestros vecinos han votado por el cuento de hadas. La última vez (las últimas veces) no salió como lo prometieron, pero esta vez quien lo cuenta es más guapo. ¿Qué podría salir mal?

Evidentemente, el PSOE no es Podemos. Tiene cierto margen para la maniobra, incluso adoptando medidas de otros partidos cuando sea imprescindible. El golpe no será brutal ni rápido. La ventaja de desangrarse lentamente es que siempre se le podrá echar la culpa a la falta de consenso de alguien, o lo más socorrido, a la coyuntura internacional imposible de prever. Y eso les dará para aguantar incluso otra legislatura más, al menos.

Ya lo hemos vivido. Yo incluso más de una vez, que ya tengo edad para acordarme de los últimos gobiernos de Felipe González. Luego, desde las colas del paro, masas de indignados clamarán por la “traición” del político socialista al que creyeron, cuando en realidad cumplió exactamente con lo que les prometió que haría (es el resultado el que no concuerda con el relato). Y de nuevo se escuchará que “hay que echarlo como sea”. Y en las siguientes elecciones, una buena parte de sus votantes, defraudados, se quedarán en casa (antes la abstención que votar a “los malos”) a la espera de un nuevo vendedor de crecepelos que los ilusiones con el mismo cuento de hadas unos años más tarde. Porque esa vez sí que será posible.

A fin de cuentas, el socialismo trata de eso: De la fe.

Podemos:

«LLora como aliado feminista lo que no supiste defender como macho alfa líder anticapitalista»

Hace tres años ya hice el pronóstico (para una vez que acierto, permítanme recordarlo) de que si el partido de Pablo iglesias no gobernaba, se quedaría como un mero sustituto de IU. Y es lo que ha ocurrido.

Sí, que lo del chalet del líder ha hecho daño, pero si no fuera eso hubiera sido otra cosa. Lo de la desunión tampoco es una razón de peso. Vale que Podemos no es más que un movimiento fascista al que se le unieron distintos grupúsculos fascistas y comunistas (aunque todos ellos se crean, en su visión trastornada de la realidad, que son socialdemócratas escandinavos), pero resulta evidente que no ha habido nunca confrontaciones más enconadas que las que se dan entre diferentes corrientes anticapitalistas (el no estar en el poder y ser de países donde se ve feo eso de asesinar a los disidentes y sus familias, les plantean esos problemillas), y eso no impidió durante décadas la existencia parlamentaria de IU, como tampoco impedirá la de Podemos.

Digamos simplemente que tras un éxito inicial provocado por una concreta coyuntura económica y política, han vuelto a su posición natural. Podemos recoge el voto de esa masa inasequible al desaliento que, como el famoso votante comunista andaluz de los 80, se frota las manos con aquello de “en cuanto lleguen los míos y les quiten las tierras a los ricos, entre lo que ya tengo y lo que me van a dar…” Y así continuará.

El PP:

El 7 de mayo de 1945, en Reims, el general Jodl tenía menos cara de derrotado que los dirigentes del PP aún a fecha de hoy. Ni en las peores pesadillas de Casado ni en los sueños más húmedos de Sánchez, podrían haber imaginado el resultado de estas elecciones.

La perplejidad de este partido surge por dos motivos. Primero, la evidencia de lo que supone Sánchez tras estos meses en la presidencia y segundo, el convencimiento de que Rajoy no lo hizo tan mal y que incluso posteriormente habían intentado remendar los huecos. De modo que la única explicación que encuentran es la desunión de la derecha.

Pasemos por alto el tema de la corrupción, porque nunca ha sido un factor en la política española. A nadie le importa los delitos de su partido. La indignación viene por la de los otros, de modo que me olvidaré del asunto, por irrelevante.

Aun pasando por alto que la desunión también se da en la izquierda (un repaso de las papeletas en los colegios electorales permite descubrir una miríada de partidos de corte socialista o comunista) quizá en mayor medida, nadie puede negar que por el sistema de reparto de escaños, si todos los que votaron a Ciudadanos y Vox lo hubieran hecho al PP, éste hubiera sacado un resultado excelente. Y si además hubiera contado con los votantes de Podemos y del PSOE, pues ya hubiera sido la repera. Pero ambas situaciones hubieran sido igual de difíciles.

Y sí, es cierto que Rajoy no lo hizo tan mal. Acometió reformas económicas positivas, gestionó los tiempos con el independentismo impidiendo la secesión y actuó contra la corrupción (al menos la más visible) de su propio partido. Nadie duda eso. Como tampoco se puede dudar que en todo ello dejó las cosas en un punto cuanto menos intermedio, en el que incluso sus más acérrimos defensores se sintieron defraudados. Podríamos decir que Rajoy no lo hizo tan  mal si atendemos a la alternativa (el PSOE), y eso no es suficiente cuando aparece otra alternativa.

Pero lo más grave fue la pérdida de un discurso claro. En un país escorado hacia la izquierda tras ZP y el auge de Podemos, el PP decidió que las circunstancias mandaban, y que convertirse en un clon del PSOE pero con corbatas y con seriedad les daría la hegemonía. Al grito de “lo mantendremos todo pero gestionaremos mejor”, se lanzaron alegremente a ganarse los corazones y mentes del votante socialista, en el convencimiento que más a la derecha, su base le sería fiel. El miedo a un gobierno con Podemos haría el resto. Así, pensaron, el gobierno les estaría asegurado por décadas.

Esta estrategia era tan evidente, su seguridad era tan palpable, que el propio Rajoy pudo aparecer ante los suyos y con la chulería que le daba la falta de alternativas, invitar a los conservadores y liberales descontentos a marcharse. Y el problema es que lo hicieron.

Yo, o el caos”. Y ahora toca lamentarse cuando llega el caos.

Sí, Ciudadanos es un partido socialista (social-liberal, podríamos decir, aún con la duda de lo que realmente significa el término), pero también lo fue el PP en el poder, así que no parecía descabellado prever el trasvase de votos descontentos. El grito de “¡Que vienen los socialistas a subiros los impuestos!” no funcionan cuando quien lo lanza se ha dedicado a subir impuestos. Y que los conservadores se marchasen a Vox era algo imposible de frenar.

Casado se dio cuenta y trató de paliar la situación. Se encontró con un problema con el que no se había tenido que enfrentar la derecha desde los primeros tiempos de la transición: la existencia de partidos competidores, y en política los problemas nuevos son difíciles de tratar. Su solución no fue mala en absoluto: Si mis votos se me escapan por falta de discurso, tengamos uno. Y no fue un discurso malo. Al contrario, pienso que un año antes hubiera funcionado perfectamente.

Pero Casado arrastraba muchos lastres. Principalmente décadas de frustración con un PP que había acostumbrado a sus fieles (y fieles eran, porque no tenían alternativa) a la decepción. A esperar que su partido les diera excusas plausibles para subirles los impuestos, no derogar leyes zapateriles, gastar en lo superfluo y en general frustrar sus expectativas una y otra vez. Y sobre todo, los señores feudales regionales que seguros de su posición y necesitados de mantener sus apoyos locales, refutaban con sus actos la promesa de cambio del partido. Podríamos hablar de Galicia y su política de inmersión lingüística que se critica en Cataluña, o de Andalucía, donde el ansiado cambio es mucho menor que el prometido, cuando no se limita a la mera estética, al menos en cuanto a lo que el ciudadano de a pie respecta (sobre la famosa “eliminación” del impuesto de sucesiones, por ejemplo, habría mucho que hablar).

Quizá Casado hubiera necesitado más tiempo antes de acometer unas elecciones con ciertas garantías. Tiempo para convencer a los liberales de que el saqueo de Montoro no se repetiría. Tiempo para meter en cintura a los gobiernos regionales y demostrar con hechos el cambio (si es que éste era real).

Sin embargo, parece ser que la oportunidad ha pasado. Suele ocurrir que frente a una situación vital, las lecciones que se saquen sean las contrarias a lo sucedido. Seguramente esté yo equivocado, pero considero que es lo que ocurre con el PP tras las elecciones. Y de esta forma, nos encontramos con que lo que parecen haber concluido es que en una España sociológicamente de izquierdas, hay que moverse hacia la socialdemocracia, a tratar de competir con el PSOE y C’s por unos votos que jamás irán al PP.

Y confiar en que el miedo y la apelación al voto útil haga regresar al redil a los descarriados de Ciudadanos y Vox. Cosa que a día de hoy, con el retorno al PP de antes, también me parece muy complicada. En mi humilde opinión, la desunión de la derecha ha llegado para quedarse, al menos unos años.

Ciudadanos:

«Somos liberales, palabrita del niño Jesús… Pero socialdemócratas»

El partido escoba ha obtenido los mejores resultados hasta la fecha. No puede gobernar, pero lentamente ve como su apoyo va creciendo, recogiendo descontentos que huyen de PP y PSOE.

Los votantes socialistas que jamás votarían al PP, pero que ven horrorizados cómo el partido más corrupto de Europa navega hacia el populismo más incompetente, tienen en C’s un asidero. Los votantes populares más socialistas, que jamás votarían al PSOE, pero a los que la corrupción del PP les espanta casi tanto como sus medias tintas al tratar a los nacionalistas periféricos, han acudido al refugio del partido de Rivera.

Esta circunstancia es su ventaja y a la vez su problema, porque les obliga a mantener un muy difícil equilibrio. Al tiempo que se definen como liberales, mantienen su imagen y programa de socialdemocracia, lo que hace que en su seno convivan personas de ideologías que pueden llegar a ser incompatibles. De momento, montados en la ola del éxito no se nota demasiado, pero un resbalón puede hacer saltar unas chispas en su interior con las que les puede ser tan difícil lidiar como al PP.

Es de aquí de donde el PP parece pretender volver a captar votos, aunque dudo que a corto plazo sea una maniobra viable.

Vox:

«… Y mañana otra foto vestido de Santa Teresa clavándole la Tizona a Almanzor… Lo voy a petar en Facebook»

Este partido necesita urgentemente un replanteamiento de sus posiciones. Sentarse a reflexionar antes de lanzarse de nuevo a la carrera electoral que parece exitosa, pero que puede llevarles a recorrer el mismo camino que Podemos, hacia la irrelevancia. Me explico:

Se da aquí una paradoja bastante curiosa. El programa económico de Vox es posiblemente el más liberal de todos, con unas propuestas bastante sensatas y que han demostrado su éxito en otros países más o menos cercanos. Junto a ello, conviven en su programa unas medidas sociales netamente conservadoras, pero ni mucho menos inasumibles por buena parte del electorado español (a fin de cuentas, dejar de subvencionar una cosa para subvencionar otra, no deja de ser lo mismo sin solucionar nada), incluyendo el de izquierdas, e incluso incluyen algunas cosas que me parecen una soberana estupidez. Pero en medio de ellas conviven medidas no más insensatas de las que ofrecen el PP o C’s.

Y sin embargo, en lugar de tratar de explicar todo lo que podría ser aceptado sin problemas por buena parte de la sociedad, se han lanzado a una competición a ver quién perpetra la ridiculez más grande, en una campaña de imagen patética, de vergüenza ajena, que parecía diseñada por sus enemigos. De hecho, creo que ha sido precisamente éste el factor determinante para la movilización del voto de la izquierda.

Corren el riesgo de creer que es esa campaña de imagen la que les ha dado una representación tan grande en el parlamento, y no el hecho de que el PP dejó huérfanos a miles de defraudados votantes conservadores y liberales. Ahora mismo, sabiendo que el PP juega la carta del remordimiento por la falta de voto útil (“la culpa de que te gobierne Sánchez es tuya, jubilado de Burgos, por serme infiel y votar a Vox”), pueden darle la razón y dedicarse a sacarse fotos con morriones junto al toro de Osborne, o aparecer como una alternativa sensata a la derecha, con un discurso claro. Me temo que lo primero es más sencillo y por lo tanto más probable.

En cualquier caso, el recurso al voto útil es un arma de doble filo, principalmente porque nadie tiene el periódico del lunes siguiente. Del mismo modo que es posible (e incluso previsible) el retorno al PP de votos arrepentidos de Vox, también sucede que hay votos del PP que no fueron a Vox porque temieron que no sacase representación parlamentaria, y ahora, viendo que su resultado es mejor que el esperado, se lo pueden replantear. Lo que sucederá está por ver.

En fin, que estas son mis reflexiones acerca de las elecciones. No me tomen muy en serio y saquen sus propias conclusiones. Y recuerden, dado que como en la famosa maldición china, se acercan tiempos interesantes, procuren aprovecharse de la primera oleada de gasto público a tutiplén que nos espera y ahórrenla en el extranjero. Los tiempos interesantes están aquí para quedarse bastante tiempo, me temo.

Miguel A.Velarde
Miguel A.Velarde

Ejerzo de Abogado en Sevilla, además de estar implicado en algún que otro proyecto.

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5 comentarios

  1. Hay algunas cosas en las que no estoy muy de acuerdo:

    «Pasemos por alto el tema de la corrupción, porque nunca ha sido un factor en la política española. A nadie le importa los delitos de su partido. La indignación viene por la de los otros, de modo que me olvidaré del asunto, por irrelevante.»

    No creo que al votante del PP le importe nada la corrupción, al del PSOE ( y al de Podemos) es cierto, pero no al del PP. Los votantes del PP que he visto, cuando les echan en cara la recriminación de las corrupciones del PP (o el bochornoso «sé fuerte») bajan los ojos, se achantan… y luego intentan reaccionar con el «y tú más», pero en defensa y, siempre, con el poso de que no había otra cosa y peor es lo de enfrente.
    Los de izquierdas no son así, sencillamente ni ven sus corrupciones, todos los medios son de izquierdas y los casos de corrupciones de ellos apenas salen.
    Les dices, por ejemplo, que el caso de la caja CCM fue peor que Bankia y que estaba en manos socialistas y les importa un huevo te responden «ya, ya… defendiendo a Rato»… pero claro, Bankia y Rato sale en los periódicos y CCM y Juan Pedro Hernández Moltó no salen o salieron casi en los mismos.

    El problema en España es que somos Holigans. Hooligans de nuestro partido… con razón dijeros aquello de que «en Andalucía presentamos a un burro como cndidato por el PSOE y sacamos mayoría absoluta».

    Nunca somos antes españoles y pensamos en España que en nuestro partido. Los dirigentes socialistas están dispuestos a dar más a los nazis independentistas que no gobernar… mientras el chiringuitro aguante 4 años más ya se las apañará el siguiente y, si no, la ruptura de España será por el otro.

    Además nuestra cultura es escasa: vemos que hay dos gobiernos del PSOE y dos hundimientos de España, dos veces que subimos el paro a lo bestia y a pesar de eso seguimos pensando «hay que subir los impuestos a los pobres (los que cobran más que yo) para darles más servicios a los pobres (los que son como yo)»…
    Hay una crisis que se acerca y Sobes nos «convence» de que no pasa nada… Ahora viene otra y decidimos que somos igual de guapos y que no va a pasar nada.

    Yo, para mi desgracia, creo que no tenemos solución. Al único que veo que está por hacer lo que sea por España es VOX y nunca conseguirá mandar… La única pequeña esperanza es que algún día puedan llegar a ser «determinantes», pero incluso en este caso estamos en un buen lío: si votas contra los mentirosos y «maricomplejines» del PP dejas al PSOE camino libre, con lo que tienen el voto cautivo, como se ha visto en Andalucía.

    • Hola. Gracias por comentar. Es cierto que la corrupción se trata por unos de forma diferente de los otros. A unos les avergüenza y otros la niegan con la fe del carbonero, pero al final, a la hora de los votos, no tiene relevancia alguna.

      Respecto de la racionalidad del voto, te cuento que el mismo día de las elecciones, escuché una conversación que se estaba dando justo a mi lado, en la que una señora convencidísima, afirmaba que había votado a Pablo Iglesias porque era el único que vivía de forma coherente con los principios de ella (aunque no aparentaba tener una mansión, la mujer) y que «evidentemente, ella no iba a ponerse a leer los programas electorales de nadie». Faltaría más.

      Creo que sociológicamente, España es un país donde más de la mitad de la población consideran la política como un tipo de religión, donde las cosas ocurren de forma mágica y depende de los deseos. Eso no tiene solución, porque la educación está planteada para reforzar esa idea. De modo que lo que nos espera es repetir el ciclo una vez más: Cuando los votantes socialistas se movilizan, gobierna el PSOE, y cuando se sienten defreaudados, se quedan en casa y gobierna el PP. No hay más.

      • Yo en cambio creo que muchos de los votantes de VOX son por:

        1.- Cataluña y la defensa de España
        2.- Por la corrupción.
        Por lo que creo que en la derecha sí cambia el panorama.

        Y por otro lado ¿es que crees que los de derechas siempre votan y son los de izquierdas los que van o no según estén desmotivados? Yo creo que no, que eso pasa en los dos. ¿La prueba?
        Resultados en Cataluña del PP (1984 = 221.601 ; 1988 = 143.241 ; 1992 = 157.772 ; 1995= 421.752 ; 1999 = 297.265 ; 2003 = 393.499 ; 2006 = 313.479 ; 2010 = 384.019 ; 2012 = 471.197 ; 2015 = 348.444 dejo aparte estas por haber más partidos de derechas) pasan de 143.000 a 471.000 votos. ¿miramos los del País Vasco? ¿Castilla La Mancha?

        Por cierto…. los principios de la señora podían ser «vive de no hacer nada y en cuanto puedas pegar un pelotazo vete a una zona buena a vivir en un chaletazo» aunque no lo haya logrado aún la pobre señora…. jejejejeje

  2. Y si Casado se suelta la melena, gira al Liberalusmo, y sale el discípulo del austriaco Don Pedro Schwartz… ¿Huirian espantados todos los votantes de España, como creen los sorayistas? ¿O lograría convencer, es decir, liderar? ¿Qué crees?

    • Me gustaría creer que convencería, al menos a los tradicionales votantes del PP. Contando, eso sí, con una adecuada política de información del programa. Aunque me temo que alrededor de la mitad de la población española está perdida, hundida en la fe socialista. Espero equivocarme en esto último.

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