El libre mercado no es un sistema de explotación del débil

Un reproche muy común al liberalismo, especialmente desde los púlpitos de la izquierda, es que se trata de una ideología social-darwinista mediante la que se justifica la explotación de los pobres y los débiles por parte de los fuertes, los ricos y los poderosos. Voy a tratar de refutar esta idea errónea en las siguientes líneas.

En primer lugar se plantea la cuestión de lo que es el “darwinismo social”. Yo entiendo que el concepto sugiere la transferencia de los principios darwinianos a la convivencia entre las personas y su organización en sociedad. Pero ¿cuáles son los principios darwinianos?

Como todos ustedes saben, Charles Darwin es el padre de la teoría de la evolución. Esta teoria pretende describir cómo la vida ha evolucionado en la Tierra, cómo se originaron los diferentes tipos de organismos y cuáles son los principios que regulan la selección natural en un entorno siempre cambiante. Variación (la aparición de descendientes diferentes a través de la reproducción y las mutaciones en el ADN) y selección (a través de organismos hostiles y/o falta de adaptación al medio ambiente) son las palabras clave. Se trata de la “supervivencia del más apto”: el más fuerte y mejor adaptado de su entorno natural sobrevive  y transmite sus genes, el resto es rechazado sin piedad por la naturaleza.

Resulta significativo que, efectivamente, la economía de mercado cuenta con procesos hasta cierto punto comparables. Las diferentes empresas con diferentes líneas de productos (variación) compiten en un mundo constantemente cambiante en un intento de proporcionar a clientes con diferentes preferencias (entorno dinámico) respuestas a sus necesidades. Solo aquellas empresas que puedan satisfacer las necesidades y deseos de sus clientes permanecen y alcanzan el éxito. Las empresas dirigidas deficientemente o que no ofrecen productos deseados terminan por desaparecer del mercado (Selección.) Del mismo modo, diferentes empleadores compiten para contratar a los mejores trabajadores con diferentes habilidades, y estos a su vez compiten por obtener los mejores puestos de trabajo. Los avances tecnológicos y otras innovaciones también garantizan la renovación continua de los medios/formas de producción. No olvidemos que también las instituciones sociales, las leyes, las normas, las tradiciones y los valores se encuentran en constantes procesos de cambio a los que se han de adaptar las acciones empresariales … ¿Evolución? ¿Darwinismo?

Los mecanismos del mercado se corresponden con procesos de redescubrimiento adaptativo. La libre competencia permite, a través de incontables procesos de “ensayo y error // cambiar y mejorar” el procesamiento de inmensas cantidades de información que, analizadas por los numerosísimos actores del mercado libre ayudan a encontrar posibles soluciones óptimas para la asignación de recursos. Algo que jamás podría proporcionar una economía planificada en la que se mutilan las variables. Estos cambios constantes, cada vez más rápidos, tan temidos por algunas personas (sobre todo porque no sólo generan nuevos puestos de trabajo, sino que provocan la desaparición de los trabajos obsoletos), generan como resultado final un beneficio para la inmensa mayoría: los recién llegados y en desventaja social pueden ascender y alcanzar la riqueza/bienestar al tiempo que los poderosos incapaces de adaptarse pierden su privilegiada posición. Schumpeter habló en este contexto de “actos de destrucción creativa”.

Pero hay diferencias cruciales con el darwinismo del mundo animal. Mientras que una manada de animales lucha sin piedad por los recursos naturales a su alcance, el hombre como “animal racional”, es capaz de generar nueva riqueza a través de la razón. El hombre no sólo CONQUISTA (que también), sino que PRODUCE y CREA. Son precisamente las capacidades de creación y producción de bienes nuevos las que desembocaron en la revolución industrial y, en consecuencia, en la increíble riqueza que disfrutamos sobre todo en el mundo occidental, pero también cada vez más en Asia, América del Sur e incluso partes de África. Prosperidad como valor a conseguir mediante el intercambio, de forma conjunta y dinámica, no ya como la constante sobre la que se declararon tantas – ¿todas? – guerras. El hombre racional, el que insufló de vida la Ilustración, entiende que la riqueza ha de ser creada a través de la cooperación libre y pacífica de las gentes libres. El libre mercado no sólo se basa en la competencia entre empresas de un mismo sector para conseguir una mejor cuota de mercado, sino también en la cooperación entre las personas dentro de una empresa y entre empresas capaces de generar cadenas de producción.

Dado que la violencia interrumpe este proceso de creación de riqueza e impide que  el hombre pueda vivir como persona con derechos fundamentales innegociables en una sociedad civilizada, ésta debe ser proscrita y prohibida. Sólo admisible para castigar a los criminales, son necesarios mecanismos que permitan un control estricto de su uso. Mientras que en el mundo animal la violencia es parte crucial de la selección darwiniana, no existen los derechos y prevalece el más fuerte, el liberalismo significa no violencia, paz, imperio de la ley y el éxito de los agentes productivos (tanto individuales xcomo colectivos). La ley del más fuerte queda derogada por la fuerza de la ley. El hombre ya no es un lobo para el hombre, es un agente ansioso de conocer otros agentes, trabajar juntos y prosperar. Nada que ver con aquello de “comer y ser comido”.

Es el momento de plantear la pregunta del millón: ¿qué pasará con la gente que quede fuera del mercado debido a que carecen de las condiciones requeridas para ello? ¿Qué hay de los  pobres, los desempleados, los enfermos o los discapacitados? ¿Serán arrojados a su destino y perecerán miserablemente?

Bueno, el objetivo del libre mercado es el de generar riqueza. El liberalismo no es un plan político y no es omnipotente. Para cubrir los déficits sociales es necesaria una sociedad civil que funcione: familia, amigos, organizaciones de caridad, asociaciones privadas,  fondos sociales voluntarios y seguros. Los intereses de los trabajadores están representados por los comités de empresa y los sindicatos, las asociaciones de empleadores tienen sus propias organizaciones.

La mayoría de personas apoyarían esas instituciones financieramente o de otra forma, no sólo por su propio interés, sino también porque somos seres sociales con la capacidad de empatía, al menos allí dónde vemos que los problemas no nacen de quien los padece. Hoy en día buena parte de la masa beneficiada por el estado de bienestar podría valerse por sí misma … si les dejasen y pudiesen acceder a contratos no hiperregulados.

¿Y no es precisamente esto último lo que convierte a los empresarios en explotadores allí donde pueden?

No. Los trabajadores van a luchar. Algunos deciden abrir su propio negocio, otros deciden acudir a la competencia en busca de mejores condiciones. El derecho a la huelga (voluntaria siempre) es un instrumento natural de defensa frente a la explotación. Un Estado de Derecho que funcione tiene como misión fundamental la salvaguarda de los derechos individuales de los trabajadores –protegiéndoles de empleadores sin escrúpulos -, pero también de los empleadores –protegiéndoles del afán regulador de la política-.

El Estado actual, en manos de los políticos y arrojado al clientelismo electoral, distorsiona el mercado mediante leyes, prohibiciones, subvenciones y “ayudas” a sectores industriales o industrias concretas. El afán recaudatorio de los gobiernos, más preocupados por el mantenimiento de sus propias estructuras que por el bienestar de de sus administrados, obliga a los emprendedores a buscar nuevos mercados laborales, intentando minimizar los costes y así poder compensar las “pérdidas” generadas por la inmensa factura generada por los fiscos occidentales. Es la combinación Estado+Mercado, el mercantilismo nacido de la planificación estatal de la economía, lo que genera explotación y esclavitud.

Los contribuyentes financiamos a los gobiernos; los gobiernos, a través de subsidios, leyes e impuestos, financian/facilitan la explotación. Es hora de romper el círculo vicioso!

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

Artículos: 3201

3 comentarios

  1. Como siempre estoy de acuerdo en casi todo menos en el penúltimo párrafo: «Es la combinación Estado+Mercado, el mercantilismo nacido de la planificación estatal de la economía, lo que genera explotación y esclavitud».
    Sencillamente la Historia demuestra que sin Estado no hay Mercado, y ello por una razón obvia: para que exista Mercado se necesita en primer lugar que exista «seguridad» (empezando por la seguridad física y terminando por la jurídica), y eso solo lo proporciona el Estado. Por cierto, cuestión que han sido los propios liberales clásicos los que la han puesto de manifiesto, como lo hace A. Smith en «La riqueza de las naciones» cuando concluye que es el respeto por la propiedad privada y la seguridad juridica, lo que distingue a las naciones ricas de las pobres.
    Cosa completamente distinta es que el papel de Estado deba ser lo más reducido posible y centrado en esa función de proporcionar seguridad y no en lo que se dedica ahora que es meterse y dirigir prácticamente todo.
    Por tanto, critiquemos todo lo que haya que criticar la «elefantiasis» y el «afán regulatorio» de los modernos Estados del bienestar (incluído el nuestro), apoyemos las reformas para adelgazarlos y reconozcamos que hay estados más eficaces que otros a la hora de garantizar un marco social en el que se pueda generar riqueza pero todos siempre son infinitamente mejores que en las sociedades que tienen la desgracia de carecer de estados (los llamados Estados fallidos).
    Y sobre todo pero no caigamos en otra versión de la utopía socialista, cuyo estadio último de su particular nirvana, recordemos, era justamente la abolición del Estado por la sencilla razón de que ni existe el «hombre nuevo» ni existe la «sociedad nueva».

    • Bueno, pero nuestro desacuerdo nace de supuestos erróneos (me presupones cosas que yo no digo).

      Cuando digo que el imperio de la ley es el mejor garante del libre mercado, digo que el imperio de la ley es el mejor garante del mercado libre. Y eso significa que la misión del estado debe limitarse a garantizar los derechos fundamentales de los participantes en la acción social, sea esta la que fuere. Eso NO significa que no deba existir estado. Hasta aquí los liberales clásicos 🙂 y yo mismo.

      Lo que no está fuera de duda es la relación entre maluso del poder estatal-> reparto de privilegios + intervención planificadora en los mercados -> corporativismo + mercantilismo + corrupción. Y sobre eso escribo, eso denuncio. El estado, entendido EXCLUSIVAMENTE como herramienta al servicio de los individuos, excepto la labor garantista de los derechos de propiedad, vida y libertad de contratos NO tiene nada que pintar en el mercado. Nada.

      • Por eso te respondo que estoy de acuerdo con todo… menos con esa frase final que he copiado literalmente y que creo que no es fiel al resto del art.

Los comentarios están cerrados.