Las desventajas de ir en autobús

MarquesinaSiempre me han sorprendido las personas que afirman tener absolutamente claras y firmes sus ideas acerca de temas relacionados con convicciones morales y opciones vitales. Ello es porque a pesar de que evidentemente tengo mis propias opiniones e ideas, no puedo evitar algunas dudas (mayores o menores) al respecto. Quizás debido a que echando la vista atrás, a lo largo de mi vida, aunque mis convicciones iban variando, siempre estaba seguro de tener razón. Es posible que un signo de la edad sea percatarse de ese fenómeno.

Sin duda mi postura política liberal proviene de lo que he descrito. De que a lo largo de mi vida siempre hubiera estado seguro de tener razón ante los conflictos morales. Eso me hace agradecer el hecho de no haber tenido nunca la fuerza (ni la intención) de obligar a otros a aceptar mis convicciones, y por supuesto, que no me agrade la idea de que alguien pueda imponerme las suyas a mi o a quienes me importan.

A lo largo de la Historia, esas cuestiones relativas a elecciones vitales siempre han sido objeto de imposición por parte de quien tenía poder para hacerlo. E incluso cuando no se han podido imponer por la fuerza, se ha intentado por otros medios. Siempre, sin excepción, por una buena causa. Y cuando los vientos políticos y sociales cambiaban, las antiguas víctimas se convertían en los nuevos opresores, imponiendo su moral desde la recién adquirida posición de fuerza. Se suponía que los Derechos Humanos y su asunción por parte de los Estados se idearon para evitar estas situaciones, pero el mundo no es perfecto, y a parte de las situaciones políticas reales de cada lugar, los derechos reconocidos en los diversos tratados sobre derechos humanos fueron rápidamente desactivados por la vía de ahogarlos y disolverlos bajo otros supuestos derechos colectivos, a los que también se les dio la misma denominación.

Es evidente que el motivo de este artículo es el autobús que una organización de inspiración conservadora ha hecho circular por Madrid. Sobre el fondo del asunto, es decir, sobre la colisión de visiones acerca de las identidades sexuales y de género de cada uno, no tengo nada que decir. Siempre he tenido mi propia identidad clara, y respecto de la de los demás tengo mis propias ideas y convicciones, la principal de las cuales es que allá cada uno con su vida. No voy a entrar en si es una cuestión social o biológica, porque a los efectos prácticos no me importa. Para mi, los gustos sexuales de cada cual, o la imagen que alguien tenga de sí mismo, entran en la misma categoría que sus gustos gastronómicos, su color de pelo, su equipo de fútbol o sus preferencias musicales.

 

BusateoMás delicado es lo que ocurre con los menores de edad. Como expliqué antes, a pesar de que tengo mis ideas, no puedo evitar sentir dudas. Creo saber de manera bastante aproximada qué hacer en cuanto a la educación de mi hijo, pero no tengo ningún derecho a meterme en la de los hijos de los demás. Y de igual forma, nadie tiene derecho a meterse en la del mio. Y cuando digo nadie, también me refiero a quien se viste con la toga senatorial y pontifica desde un boletín oficial, o quienes parasitan a su alrededor, tratando de usar del poder del Estado para sus fines personales (imponer su visión del mundo no es otra cosa). La formación moral de un menor es responsabilidad de sus padres y de nadie más. A mi pueden no gustarme las ideas que mi vecino trata de inculcar a sus hijos, pero no tengo legitimidad moral para negárselo. Y el Estado (que no es un ente divino, sino el conjunto de unas personas con poder y otras que aplican sus órdenes) tampoco.

Ahora bien, estamos en una sociedad que ha asumido que la camarilla de quien tiene en cada momento el poder, pueda inculcar sus convicciones morales sobre elecciones vitales a nuestros hijos. Como dije, eso lleva a que cada vez que cambia el grupo dominante, esos valores obligatorios cambien, y los que antes imponían, pasen a ser llorosas víctimas, mientras que las anteriores víctimas se convierten en los nuevos inquisidores, que se autojustifican en ofensas pasadas. Y la herramienta que viejos y nuevos tiranos usan es no ya limitar el debate (algo que realmente ninguno de los dos quiere), sino impedir que las ideas contrarias a su visión del mundo puedan siquiera ser expresadas. Dado que quien manda decide qué se inculca a los menores, lo quieran o no los padres, además hay que impedir que cualquier idea contraria llegue a sus mentes, ni siquiera por casualidad.

Sobre el tema, ya se me ha adelantado Luis I. Gómez en un (como siempre) magnífico artículo, pero me voy a aventurar a soltar alguna otra idea sobre lo que de verdad trata todo esto, es decir, de la libertad de expresión.

¿Se debe impedir que alguien publicite su convicción moral, sólo porque sea contraria a la actualmente asumida desde el poder? Supongo que llegados a este punto, es evidente que mi respuesta es no. Y lo es por una mera aplicación del principio elemental de in dubio pro libertate (en caso de duda, a favor de la libertad), incluyendo un aspecto de esa libertad, que es la de expresión. Pero es que además, ninguno de los argumentos que he escuchado hasta ahora justifica un acto de censura que finalmente se ha producido.

 

BuscatolicoEl principal razonamiento esgrimido para defender esta censura es que el autobús de marras ofende a un determinado colectivo. Sobre el tema de las injurias y su colisión con la libertad de expresión ya hablé hace algún tiempo. El principal problema es que entender que todas las personas que comparten una determinada cualidad deben tener los mismos sentimientos, es una reducción tan burda que sí que es un insulto a esas personas. ¿Todos los transexuales deben pensar o sentir igual? ¿Y cuál es la forma correcta de sentirse? ¿La que digan unas personas que se dicen sus representantes? ¿Y si no? ¿Serían malos transexuales? Es una concepción tan totalitaria del mundo y de la sociedad como la que dicen combatir.

No dudo que haya quien a título individual pueda sentirse ofendido, porque el sentimiento es libre. Pero estamos ante la expresión de una idea genérica sobre una concepción moral, y no ante un ataque personal a una persona concreta o concretable, y como tal, debiera ser rebatida, no prohibida. Porque estamos ante un fenómeno muy típico de esta época, que no es sino la adaptación a los nuevos tiempos de los modos de la más tópica moral victoriana. La hipersensibilización moral de algunas personas, que consigue impedir que cualquier idea divergente se discuta por ser considerada ofensiva.

Que las leyes penales, desde tiempos del Derecho Romano, protejan a las personas de las ofensas, no significa que deban blindarlas ante cada idea o situación que pueda resultarles moral, anímica o intelectualmente incómoda. Dicho de otro modo, que alguien tenga una concepción vital opuesta y la exprese, no constituye una agresión. La agresión consiste en tratar de imponer esa visión moral, o en impedir expresarla.

 

BustrumpEl segundo argumento que he escuchado es que el mensaje del autobús fomenta el odio. No es realmente un argumento de fondo sino meramente instrumental. Es evidente que se ha tratado de justificar para así poder invocar el artículo 510 del Código Penal, y de esta forma tener una justificación para que actúe el poder, tanto el más que discutible ejecutivo como el judicial, y justificar la solicitud de medidas cautelares.

Con este artículo estamos ante el ejemplo perfecto de cómo con buena intención se puede perpetrar una pésima norma, que permite atentar contra derechos fundamentales. Pero aparte de las consideraciones sobre técnica jurídica, interpretar que un texto tan simple fomenta el odio, es entrar en elucubraciones propias de los tribunales de la inquisición (y los de las películas, ni siquiera de los que existieron realmente).

¿Es posible que quienes pusieron ahí el autobús o redactaron el mensaje estuvieran llenos de odio? Es posible. Ni idea, porque no los conozco. ¿Es posible que su intención fuera promover el odio hacia alguien? De nuevo, no tengo ni idea. Entramos en el terreno de la mera especulación acerca de intenciones de personas concretas. ¿Fomentan el odio las opiniones (o incluso las noticias) contra el famoso autobús?

Y lo que es más importante, ¿no estaremos confundiendo (me temo que torticeramente) la incomodidad derivada de que existan opiniones diferentes, la falta de unanimidad en cuanto a valores, con el odio? El mundo sería sin duda un lugar muy tranquilo y pacífico si todos pensásemos exactamente lo mismo. Si no existiese conflicto entre pareceres, opiniones, sentimientos ni valores. Es el sueño de todo totalitario.

Lo cierto es que desde un punto de vista jurídico, tal fomento del odio no puede limitarse a una mera opinión o a un sentimiento subjetivo. Debe significar cuando menos un paso previo a la inducción al delito, es decir, al menos una provocación. De lo contrario se estarían penalizando meras ideas o sentimientos, lo que nos colocaría fuera no sólo de la Constitución, sino de los principios básicos de nuestra civilización.

Porque nos guste o no, el odio es libre. El odio no es un delito sino un sentimiento tan legítimo como el hambre, la alegría o el vértigo. Hacer público ese odio entra dentro de la libertad de expresión, y sólo cuando dicha publicidad consistiera en impeler a alguien a cometer un delito, estaría legitimada para actuar la administración de justicia.

 

BusprostibuloSe dice también que el autobús atenta contra la identidad sexual de algunas personas. De nuevo, se trata de un argumento que reduce a esas personas a meros integrantes anónimos y homogéneos de un colectivo. La identidad de cada cual depende principalmente de la visión que cada uno tenga de sí mismo. Esa identidad es libre, como lo es la visión que de esa persona puedan tener los demás. Tratar de imponer a alguien una visión sobre sí mismo es no sólo una agresión, sino seguramente un trabajo inútil. Tanto como intentar imponer a los demás una determinada visión sobre uno mismo, e igual de ilegítimo.

Por último, se argumenta que la opinión que expresa el autobús es falsa. Esta es una afirmación bastante problemática, teniendo en cuenta que estamos ante cuestiones morales. Es evidente que quien tiene convicciones opuestas, pensarán que las otras están equivocadas, pero eso no justifica la censura de ninguna de esas creencias.

He llegado incluso a ver discusiones acerca de trabajos científicos sobre el asunto. En un tema tan íntimamente intrincado con la moral y la política (me temo que actualmente es el factor de mayor peso), es muy complicado elaborar estudios serios, especialmente si los resultados difieren de la corriente políticamente correcta, y aún así, los hay para todos los gustos. Y es que lo que está en juego en el fondo no es una cuestión biológica sino de actitud política, social y personal ante un determinado fenómeno, y ahí las ciencias naturales tienen poco que decir. Porque en realidad, independientemente que la transexualidad, la homosexualidad, la heterosexualidad o cualquier situación relacionada sea un producto de la biología o de la cultura, lo cierto que que la relevancia práctica de ese conocimiento es nula, a los efectos morales. Tanto si una elección vital es debida a un impulso biológico, a uno social, a una mezcla de ambos, o a una libre elección personal, la conclusión debe de ser la misma: allá cada cual con su vida.

A menos que lo que se pretenda es que esa situación concreta y tan arbitraria como cualquier otra, sirva como excusa para que el poder aplique un trato diferente al del resto de ciudadanos, para mejor o para peor, que es la intención final que ambas partes esconden en realidad. Pero ese es otro asunto que merece un comentario aparte.

Volviendo al tema que nos ocupa, aún si no hubiera duda alguna desde el punto de vista científico de lo erróneo de los postulados de alguien, su derecho a la libertad de expresión seguiría intacto. Porque éste incluye la libertad de expresar opiniones erróneas e incluso falsas. ¿Vamos a prohibir que alguien diga públicamente que los extraterrestres construyeron las pirámides de Egipto? ¿O que la Tierra es plana? ¿O que imprimir dinero a mansalva no genera ninguna consecuencia negativa?

Si alguien opina que lo que dice el autobús de marras es falso o erróneo, puede usar de su propia libertad de expresión para explicar por qué, y exponer sus razones. Aunque me temo que viviendo como estamos en el mundo de los eslóganes, nadie tiene demasiada práctica en esto de argumentar. De ahí, quizás, el ansia por prohibir.

 

BusperrosEn resumen, la cuestión que nos ocupa no es el choque en si de concepciones morales o de opciones vitales. Sino que en este momento concreto, una de las partes cuenta con la simpatía del poder, y por lo tanto puede imponer una censura sobre las opiniones de la otra. Si admitimos que un bando pueda publicitar su postura, no hay justificación posible para impedir al otro hacer lo mismo. No se puede defender la libertad sólo cuando conviene los propios intereses, y abolirla cuando ya no interese. Luego, cuando los vientos cambien y la censura se ejerza desde el otro lado, vendrán las lamentaciones.

Miguel A.Velarde
Miguel A.Velarde

Ejerzo de Abogado en Sevilla, además de estar implicado en algún que otro proyecto.

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11 comentarios

  1. Cuando Aznar modificó la Ley Antiterrorista para incluir la intervención de las conversaciones de los abogados con sus defendidos me pareció una barbaridad.

    Pero me alegré mucho cuando a los del PP se lo aplicó el «amigo de Botín». Probaron su propia medicina.

    El perro Hans de la RDA salta el muro con la RFA
    Hans va a visitar a su primo el perro Gutter, residente enla RFA
    Gutter se alegra muchísimo por ver de nuevo a su primo.
    Gutter le saca una cerveza.
    Hans dice: Las cervezas socialistas son mejores.
    Entonces Gutter saca unas salchichas.
    Hans dice: Las salchichas socialistas son mejors.
    Gutter dice: Primo Hans, si todo lo de la RDA es mucho mejor qu elo de la RFA, ¿por qué has saltado el muro?
    Hans dice: Primo Gutter, solo quería ladrar.

    ¿Donde tenemos un muro que poder saltar para poder ladrar?

  2. Y en realidad, toda esta polémica no es más superficial que un simple arañazo. El quid del asunto (el meollo real de todo este jaleo y que bien se cuidan unos y otros de que no se note demasiado) no es tanto la moral… sino el parné, la pasta, los dineros, la guita, la plata…, en definitiva nuestros impuestos que van de forma discrecional a financiar por la cara y a fondo perdido, la ideología política de todos estos (porque digámoslo claro, esto es política pura y dura, o sea el manejo del dinero del contribuyente y es lo que en realidad está en juego).

  3. A mi lo que me alarma de la cuestión del autobús es que la veo como un «ensayo» de «doblepensar» y de «neolengua». El juez ha encerrado el autobús no por las letras en blanco sino por las letras en negro de abajo en las que afirmaba que «Si eres hombre seguirás siéndolo siempre y si eres mujer también» o algo así, refiriéndose claramente al hecho de que aunque legalmente un hombre o una mujer puede cambiar de sexo en el registro civil, sus cromosomas serán por siempre XY o XX. El Estado quiere imponer la legalidad sobre la naturaleza. Es algo así como que una persona morena que se tiña el pelo se convierte en rubia en lugar de morena teñida de rubio. O que una persona asiática se opera los ojos y se convierte en caucásico, si el Estado lo dice, los miembros del Estado deben aceptarlo y ponerlo en duda está prohibido. Estos casos son anecdóticos y desde el momento en que ser caucásico o asiático o rubio o moreno es irrelevante a nivel social, hay otras transformaciones que sí pueden atentar contra el sentido de la justicia. En el deporte, por ejemplo, ya hay voces que alertan de la injusticia de que un hombre convertido en mujer pueda competir en igualdad de condiciones con otras mujeres en deportes en los que los cromosomas XX o XY influyen y mucho, como pueden ser los deportes de fuerza. En fin, se me ocurre que legalmente se podrían definir 4 sexos: hombre legal, hombre natural, mujer legal y mujer natural y que en el deporte compitan según esta clasificación. Claro que me temo que alguna de las partes lanzaría el grito al cielo.

    • Es todavía peor, porque independientemente de lo que diga la ley, cualquiera puede tener sus propias convicciones ante las circunstancias que lo rodean. Aunque la ley diga que (digamos por ejemplo) Asturias es una comunidad autónoma, yo puedo pensar que es un reino, y dedicarme a poner carteles diciendo que para mí siempre lo será. Es absurdo que me censuren por ello.

  4. Para mi lo más interesante es ver, una y otra vez, lo que nos cuesta entender la moral. Saber qué es, y cómo opera. Supongo que porque forma parte de lo que «nos hace», y verse a uno mismo no es la operación más fácil. Además, parece resultar difícil distinguir la moral de la «ética personal» (o la religión, o lo que sea) de cada uno. Y la moral no tiene nada que ver ni con los pensamientos o creencias, ni con los sentimientos de cada campeón. Es una herramienta social que sólo opera y tiene sentido en una dinámica social.

    Siempre habrá algún Luis que no se lo crea, pero para verlo basta hacer la siguiente operación (observación).

    1) ¿En todas la sociedades -y aun subgrupos dentro de las sociedades- hay una serie de cosas que «hacemos» y que «creemos»? Si vas a contestar que no, piénsalo otra vez. Pero abriendo los ojos. No existe ninguna sociedad humana sin un montón de «por supuestos». Ninguna.

    2) Ahora le puedes llamar moral a todos esos «por supuestos». O puedes querer que moral sea eso, y además las convicciones personales, «elecciones vitales», etc. Da lo mismo, porque entonces le llamamos X a los «por supuestos» sociales, y en este caso del autobús estamos hablando de X.

    Y en este caso diremos X, por respeto Miguel A. Le sorprende que la gente tenga muy claras las cuestiones morales, cuando los «por supuestos» sociales sólo pueden cumplir una función en la medida en que TODOS los tengan muy claros. ¿Cómo podrías saber «lo que pensamos» y «lo que hacemos», si la gente no lo tuviera muy claro – precisamente para hacer y pensar lo mismo?

    Vale, digamos X. Y resulta que X tiene una característica invariable: no es optativa. Cuando X funciona bien se impone a todos. En épocas de cambios sociales, o de mezclas de poblaciones, puedes tener operando más de una X. Pero cada una de ellas aspira, siempre e invariablemente, a ser la única. Esto es; a imponerse a todos. Si X te dice que comer carne humana es «pecado» (no «se hace»), no te está diciendo que eso sea una «elección vital» personal, ni deseable, ni leches. Te esta diciendo que tienes que conseguir que no lo haga nadie, e idealmente conseguir que todo el mundo lo crea profundamente. No es nada personal; es social.

    Ahora mira cualquiera de las transformaciones morales (perdón, X), en curso. No sé, me da igual el matrimonio arco iris que el animalismo. La dinámica es invariable, porque es la dinámica de X. Y si es X, no consiste en nada relativo a la libertad. No se trata de que los que así lo opinen puedan casarse en arco iris, o moralizar a los animales; se trata de que TODOS lo crean. O cuando menos que no tengan la «inmoralidad» de proclamar lo contrario. Eso tiene un castigo. Atentar contra X conlleva castigo. Siempre; es como funciona — y no podría funcionar de otra forma.

    Y este es el gran problema de los liberales alegres. Como ni entienden ni quieren ver la dinámica de las herramientas sociales, niegan que la moral incluya X. Pero X existe, y -por lo que podemos saber- siempre existirá. Y los liblegres están negando la realidad. Malo. Así no puede funcionar.

    Hay otra opción. Aceptar que siempre va a haber algo de X porque si no no habría sociedad. No se conoce NINGÚN caso. Pero, comprendiendo X, y comprendiendo que es una formidable herramienta que se puede usar de forma bastarda para atentar contra cualquier resquicio de libertad, intentar evitar ese peligro. ¿Cómo? Esa sería la segunda parte, y se haría muy largo. Pero primero deberíamos entender X. Es necesaria, delicada, conflictiva, y muy peligrosa por ser muy fácil de abusar. Lo estamos viendo todos los días. Así que mucho cuidadito con la moral, no vayamos a joder la marrana. Con la mínima para que la sociedad tenga la amalgama necesaria, basta. El resto; al cubo de la basura, y a patadas. Pero eso también incluye a la parte moral del liberalismo «alegre». No se puede tener todo; no cabe libertad (y relax) con muchas moralinas bailando por ahí. Moralina y tocar los cojones son la misma cosa.

    • Hola, Plaza. Gracias por comentar.

      Al primer punto, te puedo responder «por supuesto» 🙂

      Respecto del segundo punto, un principio moral básico de nuestra civilización (desde hace no mucho tiempo, vale, pero teóricamente aún vigente), es el conjunto de lo que llamamos Derechos humanos, como fuente legitimadora de nuetras normas, sus principios inspiradores, criterios de interpretación, e incluso finalidad de las mismas, y de la actuación de los poderes públicos. Y el derecho a la libertad de expresión es uno de los derechos más importantes de ese pequeño conjunto de derechos básicos e imprescindibles.

      Dicho de otro modo, la moral comunmente aceptada (desde hace no demasiado hasta, al parecer, hace muy poco) decía que existía una amplia libertad a la hora de expresar tus ideas, y que en consecuencia, debías aceptar una amplia libertad en quienes quisieran contraponer las suyas. Pero no, parece ser que me equivocaba, lo que es un fallo mío a la hora de entender la realidad.

      Y sí, me sorprende (no para mal; en realidad siento cierta admiración) que se pueda tener absoluta seguridad en algunas cuestiones morales determinadas. Por ejempolo en el aborto, o en la retirada de menores en determinados casos especiales, determinadas acciones de guerra no defensivas, y en tantos otros aspectos en los que la casuística es enorme, las circusntancias pueden ser muy variadas, y cada postura tiene (entre la maraña de memes y eslóganes) algún argumento realmente razonable.

      • Es lo que te digo, Miguel A. Yo creo que estamos mezclando en un saco que llamamos «moral» sistemas muy distintos, con dinámicas muy distintas. Y así no hay forma de entenderlo. Pero acepta, a título de herramienta, mi idea de dividirlo entre X y no-X. Donde X es un código de conducta y pensamiento social. Esto es; o es de todos, o aspira a serlo.

        Por poner un ejemplo bestia. Dos códigos diferentes, A y B.

        A) No les tocamos el culo a las mujeres por la calle.
        B) Los tocamos el culo a las mujeres por la calle si no van acompañadas de la fuerza suficiente para evitarlo.

        Eso es código X en estado puro. Una norma de conducta social. De TODOS, y que se impone a todos. Todos castigan al que no la cumple, en la medida que puedan. A hostias, con ostracismo social, como haga falta.

        Ahora mira la operativa por la que han surgido los dos códigos. O mejor, la operativa por la que NO han surgido. No han surgido de discusiones, ni de argumentos razonables, ni de votaciones. Se ha establecido como costumbre (mos, mores) por una dinámica social interna, auto-organizada; no consciente, no diseñada, no pensada, no elegida. No tiene nada que ver con algo que haya pensado o sentido ningún campeón. Sí, todos lo piensan y lo sienten; pero eso ocurre después de que se ha establecido como costumbre. No es el pensamiento (razón) ni el sentimiento el que ha creado la costumbre, sino al revés.

        Dentro de esa multitud de «por supuestos» que hay en todas las sociedades, puedes ver que algunos son muy universales y otros completamente particulares. Unos están en todas las sociedades estables conocidas, y otros sólo en una o en algunas. De ahí puedes sospechar que los universales cumplen una función por su contenido (antropofagia: verboten), y los particulares lo hacen con independencia de su contenido (folclore, identidad, etc).

        Pero en todo caso, para que pueda haber «código» (de conducta, pensamiento), y eso es algo que siempre hay, tiene que haber seguridad en el código.

        Y sí, me sorprende (no para mal; en realidad siento cierta admiración) que se pueda tener absoluta seguridad en algunas cuestiones morales determinadas.

        Te sorprende porque no estás pensando en X. O sea, no estás pensando en un código, o en algo que aspira a serlo. Pero si es código, *necesita* absoluta seguridad. Y si aspira a código, aspira a absoluta seguridad. Para un anti abortista el que aborta es un asesino. Para un animalista el taurino es un asesino. Son absolutos que producen seguridades absolutas, y obligaciones absolutas para todos. Son X.

        Es mas operativo llamarle moral a X, y lo demás son convicciones personales. Yo creo que es la forma de entenderlo y de saber cómo opera. Pero le llamemos como le llamemos, no podemos dejar de observar que X existe, y tiene su dinámica inevitable.

        • Pero en la sociedad actual, pueden convivir grupos que aún compartiendo los aspectos básicos de un código determinado (está mal destripar personas por la calle), puedan estar enfrentados en su contenido en cuanto al resto («el aborto debe ser libre y gratuito» frente a «el aborto es un crimen»). La plasmación legal de esos aspectos depende no ya de cual sea la postura de la sociedad (que no será unánime), sino de qué grupo ejerza más influencia en el poder.

          En sociedades pequeñas se tiende a una homogeneidad, pero en la nuestra, eso no es posible desde hace ya bastante tiempo. Y una vez que hay discrepancias sobre esos temas, ya se abre la veda para que en lugar de dos posturas, surjan bastantes más. Con lo que tenemos que los aspectos morales tienden a acercarse mucho a los éticos.

          En lo que estamos es en que hay quienes quieren volver a una dinámica cómoda de una sola moral aceptada generalmente, pero por la vía de imponerla mediante la ley, en lugar de que suceda al contrario.

  5. Magnífico artículo, Miguel Ángel. Muchas gracias! Es bueno que alguien que entiende de leyes nos cuente estas cosas sobre las que los demás opinamos casi «de oído» o de leído. Me has dejado claros varios conceptos, y de ahí mi agradecimiento.

    • Muchas gracias a ti.
      El caso es que los delitos de odio son muy recientes, y la jurisprudencia aún está en pañales, pero se están tratando de hacer encajes de bolillos para que encajen en la Constitución. Un legado más del amigo ZP, que ha sido asumido alegremente por el PP.

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