Sobre José García Domínguez y las #redessociales

Una de las imágenes que tengo grabadas de la Fórmula 1 es ver a Adrian Newey, responsable de haber creado uno el mejor coche de la parrilla durante los últimos años, acercándose a un Force India, que podía ser el sexto o séptimo coche de 13 equipos, para ver qué podía copiar y mejorar de su propio coche. El «puto amo», intentando aprender de un coche «del montón». Tal vez éste sea uno de los principales rasgos de los mejores: además de utilizar su inmenso talento, siempre están dispuestos a mirar qué pueden aprender de los demás. No obstante, reconozco que no es imprescindible: Se puede ser un genio y el mejor e ignorar a todo el mundo.

José García Domínguez no se rige por los mismos principios que Adrian Newey a la hora de estudiar la economía política. Esa es la impresión que he sacado de una discusión entre uno de los compañeros de esta casa, Plazaeme, y el señor García Domínguez, acerca del artículo de MILL sobre el papel de la inversión y el endeudamiento públicos.

El mensaje de MILL se resume en esto:

Porque lo que pretenden los keynesianos es lisa y llanamente que los alemanes avalen nuestro déficit y nuestra deuda y que el BCE se ponga a imprimir (aún más) billetes. Obvian, como siempre, los hechos: ni USA ni Japón han solucionado sus problemas y ni USA ni Japón van a poder pagar nunca sus deudas.

Lo anterior, por supuesto, explicado con matemáticas, gráficas muy chulas y datos en la mano. Huelga decir que lo mejor que pueden hacer es leerlo enterito. Yo creo que MILL no se equivoca porque lo planteado está bien argumentado, pero cabe la posibilidad de que MILL y yo estemos metiendo la pata hasta la rodilla, de modo que nos conviene escuchar a nuestros lectores para que nos machaquen con sus críticas. El señor García Domínguez ha declinado a la invitación de replicar el artículo, tras una relativamente corta discusión, con el siguiente argumento:

En Desde El Exilio hemos entrevistado a docenas de científicos de gran prestigio internacional. Incluso a Premios Nobel, como Vernon Smith. A Obama, todavía, no se lo hemos pedido, pero entendemos que tiene una agenda muy apretada, y no nos gusta molestar. Igual debería pedir opinión a Germánico, que entiende mucho más de estas cosas.

Conste que me parece muy bien la postura de García Domínguez. Primero, porque yo tampoco soy el Adrian Newey de nada, ni por talento ni seguramente por mi escucha activa a los demás. Y, segundo, porque todos estamos en nuestro perfecto derecho de prestar atención a aquello que creemos más importante. Ya sea porque creemos que no tenemos el nivel. O porque tenemos un tiempo limitado. O porque no nos apetece. O porque no es nuestro ámbito de discusión. O porque sólo estemos dispuestos a discutir bajo una serie de condiciones. O porque la gente es muy pesada. O porque simplemente utilizamos las redes sociales para vender nuestro producto. Además, es de agradecer que intente responder al máximo número de personas posibles.

No obstante, si estoy vendiendo un producto y alguien, por anónimo que sea, me dice que es defectuoso y que puede tener repercusiones negativas para quienes lo consuman con matemáticas y datos en la mano, me lo pensaría un par de veces antes de mantener mi postura. Salvo si mi postura no tiene repercusiones para mí, en cuyo caso, me basta con un poco de aplomo y otro de palabrería para decir todas las estupideces que quisiera. Plantear ideas que pueden arrasar una economía o acabar con el Estado de derecho de un país es gratis, una de las pocas desventajas de la libertad de expresión.

Esta reflexión no es aplicable únicamente al señor García Domínguez (o a nosotros mismos). Me atrevo a decir que es perfectamente aplicable a todos aquellos que usan las redes sociales para difundir mensajes:

  1. La mayoría de «famosos» sólo nos cuentan cuánta gente hay en el autobús, qué hay de comer en las instalaciones del club o si les pica la nariz. Vamos, que tienes que ser muy fan. Reconozco que de vez en cuando también suelto mis tonterías personales, pero no hago de ello mi vida social de la red.
  2. Un nivel superior de repateo me produce ver a las grandes figuras hacer propaganda a través de las redes sociales. ¿Qué es más empalagoso leer? ¿A Pepe Griñán lanzar sus infumables mensajes políticos sobre cómo dejaremos de ser la Comunidad Autónoma con mayor tasa de paro de toda Europa, o a Pedro J. Ramírez retwitear a quienes le hacen la pelota o dicen alguna chorrada positiva de Orbyt? Nótese que esto es aplicable a cualquier persona con un mínimo de popularidad: Cualquiera, desde los más importantes políticos hasta el último pelagatos de la secretaría del ayuntamiento más olvidado de la mano de Dios hacen esto. Desde el más importante deportista del mundo al portero suplente de un equipo de tercera regional.
  3. El siguiente nivel es cuando estás siguiendo los medios de comunicación plantean encuestas con respuestas sesgadas. En aras de una mínima apariencia de neutralidad, se agradecería que las preguntas no fuesen del tipo «¿crees que una pomada para las almorranas aliviaría el picor de pies?», «¿Madrid o Barça?» y cosas así. Sin embargo, es comprensible que los medios formulen las preguntas usando la lengua de Cervantes como más les  interese, es decir, fomentando las visitas, y no planteando las preguntas o las discusiones de forma didáctica.
  4. El penúltimo nivel es el no responder porque te dejan en evidencia. Esto pasa cuando te ves tú muy contento con tu articulito, y resulta que llega otro y te lo destroza. O te sueltan un argumento racional que deja en evidencia la falsedad de los tuyos. Claro, te están dejando en ridículo y no quieres dar más difusión a esos argumentos. También lo entiendo: se vive de un prestigio profesional, y que llegue un mindundi cualquiera y lo haga mejor que tú, pues no es que no siente bien, es que te juegas el salario. Esto también puede ocurrir con algunos bloggers con sus ideas de salvación mundial, que les das un artículo que demuestra a través de la lógica que su argumento es una chorrada y te tienen que ignorar porque el ridículo puede ser de los que hacen afición, aunque también puede aplicarse a los políticos de todo signo. A MAFO nunca le hacen caso cuando habla de energía, y mira que el tío se esfuerza. Pues en El Mundo están encantados con Ruiz de Elvira.
  5. Y, finalmente, en la cúspide del repateo, del mal gusto y de la mediocridad intelectual, tenemos la «clase social». Suele pasar lo siguiente: Tú te has matado a mirarte los datos, a currarte gráficas, a demostrar lo más rigurosa y humanamente posible que cierto argumento es falso, o verdadero. Entonces, alguien que no tiene nada mejor que tú salvo el hecho de que sale en un medio de comunicación, y dice el argumento que tú con tanto esfuerzo has tratado de refutar. Llegas, y con toda la educación que has podido aprender, le dices que no, que eso no es así, y le pasas el enlace que lo demuestra. Pues bien, la «clase social» implica que el señor al que le has demostrado que su argumento es una caca de vaca te desprecie porque «no eres alguien»: no eres un político, no eres un periodista, no eres famoso, no se te conoce. Ya puedes haber escrito «El Origen de las Especies», el Tractatus de Wittgenstein, la cura del cáncer, o prever los problemas actuales de España con más anticipación que el propio Gobierno, que como no seas «alguien», estos señores no te harán caso porque no estás dentro de su clase social, te lo dirán y seguirán diciendo las mismas estupideces que tanto tiempo y esfuerzo has dedicado en refutar.

Los tres primeros puntos los hace casi todo el mundo. El cuarto, la inmensa mayoría. El quinto, solo unos pocos «elegidos». Lo que nos lleva a la cuestión de la muy escasa repercusión de la «masa», e incluiremos aquí a los blogs, en otros medios de comunicación, a la hora de crear una idea que después éstos transmitan a la sociedad de la misma forma que ellos hacen con nosotros. En mi opinión, y salvo muy contadas excepciones, la repercusión del «ciudadano común con algo que decir» es nula. Existe una diferencia de clase entre, no ya quienes escriben en la red y quien aparece en otros medios, sino entre quienes publican en blogs y en medios de comunicación de internet. La repercusión de la blogosfera española ya ha sido comentado en otros blogs.

¿Cómo se arregla esto? No tengo ni idea. ¿Debe arreglarse esto? No tiene porqué. ¿Tienen que cambiar los bloggers? ¿Y aquellos periodistas dedicados a hacer de correa de transmisión de la propaganda de los políticos? En realidad, los blogs reflejan el nivel, las capacidades de la sociedad. Y como el nivel es tan bajo, se refleja aquello que se pretende copiar. ¿Y qué se copia? Pues a los medios de comunicación, que cuentan con gente de gran calidad y gente mediocre. Encontrar a gente que «se lo curre» y a la que se la pueda considerar «independiente» es una labor de espeleología. Y eso no es culpa de los medios, sino de cada uno de nosotros.

Así, en base al prejuicio creado, los bloggers son ignorados por grandes medios de comunicación, y por tanto de la sociedad, porque en realidad tampoco tienen nada que decir. Y los pocos buenos que hay son sepultados por los vacíos aullidos de la masa. O podría ser que los pocos que nos creemos buenos somos sólo en realidad unos pardillos soñadores.

Por cierto: Como seguramente al señor García Domínguez no le gustará que este artículo esté escrito bajo pseudónimo, puede saber quién soy en Twitter.

 

Burrhus el elefante neocon
Burrhus el elefante neocon

Manolo Millón.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dirección de Recursos Humanos.
De vuelta cuasiobligada en Málaga

Artículos: 214

10 comentarios

  1. plazaeme:
    Sí, debate con el rigor de un combate dharma o un diálogo entre sofistas chinos o griegos, por supuesto.
    Pero lo que quiero señalar es que la primera condición de ése debate, el único eficaz y con el que, a trancas y barrancas, va sobrviviendo nuestra especie, es que sus participantes estén limpios de la intención de ganar pasta y/o gloria y/o mando en plaza.
    No es que los economistas hayan fracasado estrepitosamente, -y más les valdría ser honrados y ahorcarse en masa con la mayor publicidad posible- porque sean medio lelos, que lo son, sin duda alguna.No sólo.
    Lo que ocurre que lo que la crisis del imperio chino, de la sociedad griega, etc, – y ahora la nuestra- sacaron a la luz es que es absurdo esperar nada de los sostenedores de un barco que se hunde. Y surgieron ésas figuras y ésa forma nueva de debatir. Ésto se ve muy bien en los Diálogos de Platón.
    Por eso la disputa de Sócrates con algunos sofistas a cuenta de cobrar o no por su enseñanza es uno de los puntos clave, o más bien el punto clave.
    Pero, para cuando has perdido la confianza en el capitán del Titanic ya es tarde, y sólo queda irse a popa con un whisky y acompañar a los músicos con aire de Humprey Boggart y bien rpovisto de cigarrillos.

  2. Plazaeme:
    Haces bien en citar la tradición occidental de debate que nos separó del despotismo asiático.
    Si, en vez de en 2.o se hablara en la plaza del pueblo, se vería mejor que el debate limpio que propones tiene una característica «eterna»:
    – Es una variedad del lujo deportivo, y sólo se practica bien cuando es por deporte y nada más. Curiosamente, aquello que, como bien señalas, más beneficia al conjunto de una sociedad no es susceptible de aprovechamiento privado, ni en pasta ni en gloria.
    -Por eso tienes toda la razón con los nicks: El mejor argumento, uno escrito en la pared por mano anónima. Es más, yo cambiaría constantemente de apodo para evitar fijaciones, que hasta a los fantasmas de Internet se les acaba poniendo una especie de presencia «personal», como a los viejos conceptos-dioses.
    -En una palabra: Debatamos para ver mejor. Si, además la cosa cunde y es buena para muchos, fenomenal. Si no es así, importa un pito. Que cada palo aguante su vela. Ver es lo único importante. Salvar a los demás… a los demás, en general, que les den morcilla. Que ya son mayorcitos.
     

    • Dhavar, no estoy pensando en salvar a nadie. Sí estoy pensando en un sistema (llámale sociedad) más eficaz, porque puede pensar mejor. Y para alcanzar cierto nivel y cierta seguridad en el pensamiento, es necesario el debate y es necesario el contradictor.

      ¿Deporte? No tengo nada contra el deporte (salvo practicarlo). Es una metáfora lúdica de la realidad. Pero la discusión a cuenta de la crisis económica es tan importante como que nos jugamos el cocido. Ni media broma. Y los que se supone que saben, a los que llaman expertos, ofrecen soluciones exactamente contrarias. Y no todos somos economistas. Es más, está demostrado que si lo fuéramos, eso no arreglaría nada. Si con los que hay, no se arregla, con más solo lograríamos más ruido. El único avance es más y mejor debate. O algo de debate, y formalito. Pero García Domínguez, al que le encanta que se oiga su opinión, y protesta porque no tiene el altavoz que merece, está demasiado ocupado con un libro. Y claro, también a él le gustaría debatir con Obama, y ya ves. Así que ajo y agua.

      Ajo y agua, eso es lo que va a pasar. Por cierto, ya que Domínguez se ha rajado, por qué no se lo proponemos a este. Suena contundente:

      http://foro.cotizalia.com/foro/6903/528/asc/pagina/1  

  3. Sigo los art. de García Dominguez en LD y en su propio blog. Con muchos estoy de acuerdo (generalmente los «politicos») y con otros no ( curiosa y generalmente los «económicos», siendo él economista y yo un simple aficionado). En concreto, con lo que estoy completamente en desacuerdo es con la opinión de García Domínguez de que un deudor (en este caso España) en general pueda imponer exigencias al acreedor (en este caso Alemania), y encima esperar seguir recibiendo dinero prestado. No hace falta ser economista para darse cuenta de que las cosas en la vidad real no funcionan así: normalmente el que dicta las exigencias y las condiciones es  el prestamista y el deudor no tiene más remedio que apechugar con ellas, so pena de que no le vuelvan a prestar un duro (como sin ir más lejos le ocurre a Grecia): por supuesto ha impuesto una quita a sus acreedores, (solo un tonto prefiere pederlo todo a perder mucho) pero a cambio nadie, libremente, va a prestar dinero a Grecia hasta dentro de mucho tiempo.
    Luego lo que puede entenderse como una imposición del deudor Grecia a sus acreedores, en realidad no es otra cosa que el intento de estos de salvar parte de su inversión en vez de perderla toda.

    • En líneas generales, no sigo los artículos de opinión política de Libertad Digital. Ni los de ningún otro medio, para ser sinceros, PVL. Salvo Desde El Exilio y algún que otro medio. A nivel económico, sencillamente no comparto su opinión. Nada más. Tampoco creo que haya que estar completamente de acuerdo con nosotros. 😀

  4. En realidad yo no discutía con García Domínguez. Ya que protestaba por el artículo de Mill (otro listo que me llama tonto), le invitaba a participar en el debate. Y Mill no le había llamado tonto, sino muy equivocado.

    Está muy bien la metáfora Newey. Pero yo iría más allá de «escuchar». Y más allá de las redes sociales. Pienso en la utilidad del debate público, y pienso en «internet 2.0» en general. En ese sentido, Twitter solo es el camino que conduce al debate de verdad – por ejemplo un blog o sitio dónde se puedan exponer y contrastar los argumentos.  Twitter es poco más que un saludarse por la calle. – ¡Hola!, ¡hola! – . Conectamos. Lo interesante es lo que se puede hacer con esa conexión.

    Yo creo que lo que llamamos «cultura occidental»  tiene de específico que pivota sobre un eje muy concreto. El debate público y contraste de argumentos, llevado a cabo con esquema muy formal y regulado. La lógica (toda la filosofía), el derecho, y la ciencia (el «metodo cientifico»), tal y como las hemos venido entendiendo superada la Edad Media, no son otra cosa que un combate público y limpio entre argumentos contrarios. Donde no hay autoridad, ni poder, ni sentimiento que valga, sino solo el resultado del contraste de argumentos. Idealmente.

    Esa es nuestra gran aportación a la cultura universal, lo que nos ha hecho especiales, y nos ha permitido comernos el mundo (hasta ahora). Porque resulta que de ese ejercicio surge una inteligencia muy superior a la que tenemos individualmente, que siempre está siempre mediatizada y corrompida por el deseo. 

    La gracia del «2.0», que la gente como García Domínguez nos hurta, está en que nos permite desarrollar y extender ese pivote hasta límites que aun ni percibimos.

    Perdón por el rollo. Pero un añadido. La historia de usar un apodo. Hay mucha manía con eso. Yo creo que se puede protestar por no usar el nombre real cuando se trata de una gresca estilo telebasura, y el que usa nick puede sacarle trapos sucios al otro, y viceversa no.  Sería injusto. Pero si estamos hablando de argumentos, y lo hacemos conforme a las reglas del debate serio y formal, lo que importan son los argumentos, y no importa un carajo el nombre de quien los emplee. Parece mentira  que una cosa tan básica haya que repetirla constantemente. Por algo se usan nicks desde el nacimiento de internet. No es para insultar desde la barrera. Es para pensar y probar argumentos con mayor libertad. Es una ayuda al pensamiento, sin la distracción del nombre, autoridad, y otros factores que no deberían ser al caso.

    ¡Jooorl! 

    • Yo también uso un apodo. Es el mismo apodo que llevo usando desde hace veinte largos años en todos los sitios. Cualquiera con dos dedos de frente y tres minutos de trabajo sería capaz de hacer la conexión apodo – persona. Pero es igual, esto es una puñetera cortina de humo. La verdad, desde tiempo inmemorial será la verdad, dígala el grandísimo Agamenón, o la penúltima ladilla del porquero de Agamenón.
      Yo entiendo que el Sr. García Domínguez, como buen catalán de pro, viva mejor de vender la moto que de tener ni puñetera idea de diseñar, fabricar, arreglar o aún arrancar motos. Ya quisiera yo tener el suficiente talento como para llevármelo crudo por decir sandeces donde me paguen por ello, pero por desgracia o bien no tengo el talento, o bien carezco de los padrinos adecuados que me enchufen donde haya.
      La reacción del andoba, al más puro estilo señorito catalán, me hace pasar de la hasta ahora indiferencia tintada con sonrisa socarrona hacia el tipo a una actitud más vocal hacia la falta de indumentaria de este emperador intelectual.
      Y a lo mejor resulta que en realidad llueve hacia arriba y él tiene más razón que Mill, pero lo dudo.

      • Pasa una cosa con los apodos, Fufinski. Una cosa es que quieras emplear un apodo para dar una información que pudiese resultar comprometedora para alguien. O porque eres un funcionario, sabes que se están haciendo las cosas rematadamente mal desde la Administración y quieres denunciarlo sin que te machaquen por ello. 

        Otra cosa es insultar directamente o meterte de forma no delictiva con alguien. En este caso, mejor con nombre y apellidos.  Lo otro queda bastante cobarde. De ahí que me identifique al final del post. 

        No obstante, si no existe un verdadero argumento de peso, lo de negar la contestación por el apodo me parece una auténtica estupidez. Aunque igual estoy equivocado y existen argumentos sólidos para no responder en estos casos.  

    • Tal vez nos estemos volviendo demasiado exigentes/soñadores, Plaza. Un medio de comunicación no plantea un debate de modo didáctico, sino para ganar dinero. ¿Quién lo hace? ¿Para qué? Sólo así puede entenderse que una persona sin ningún argumento mínimamente serio como María Antonia Iglesias pueda seguir asistiendo a programas de televisión, y cobrando una pasta. Creo que este principio es aplicable a todos los medios de actualidad. El señor García Domínguez no se dedica a contribuir a nada porque no se le paga para ello. Se le paga para crear opinión. Y a la vista de los resultados, se le da bien. Otra cosa es que su opinión tenga o no fundamento. Y otra bien distinta, que quiera emplear su tiempo a hacer divulgación de sus ideas frente a sus críticos. 

      • Es que no estamos hablando de los medios de comunicación, Burrhus, sino de la redes sociales (y yo he ido más allá). Y cuando JGD se dedica a «enfant terrible» por Twitter, tratando de llamar la atención sobre sus opiniones, y de ridiculizar a los que tienen opiniones contrarias, puede elegir la forma de hacerlo. Puede hacerlo en formato telebasura, la breve gracieta hiriente sin hilazón de argumento. Estará intentando vender su producto con malas artes (y poca educación). O simplemente es cafre, y le va la marcha. También podría hacer lo que la mayoría de periodistas que están en Twitter. Limitarse a comunicar que ha renovado su producto, para información de quien le interese. Más la charleta ocasional, para adornar. O, finalmente, podría ayudar al pensamiento colectivo (o a la suma de pensamiento individual de todos) participando noblemente en el debate público.

        Son formas diferentes de usar las redes sociales por parte de los personajes públicos (conocidos), como señala el artículo de Happy Butcher. Y con consecuencias diferentes.

        ¿La prensa? Disimula. Hace como que se adapta a lo nuevo, permitiendo comentarios en sus artículos y noticias. Pero estilo Dios, dejando que el populacho discuta, y mirando desde arriba sin intervenir. Cada vez le va peor el negocio, aunque no sé si es por eso. Y no seré yo quien le diga lo que tiene que hacer. Me limito a elegir cómo me informo, o a comprar / no comprar. 

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