El producto Izquierda y su fragmentación

Una ideología nace cuando un pensador relaciona diferentes conceptos teóricos del ámbito de la política y explica las diferentes consecuencias que pueden darse en el mundo real. Esa ideología es, además, una interpretación de la realidad que puede dar origen a otras ideologías, que pueden seguir la línea establecida o desmarcarse radicalmente de ella. Luego está quien escucha esas ideas, los ciudadanos (a los que llamaremos «consumidores») que, en líneas generales, no se molestan en desarrollarlas y que le parecen mejor o peor. Entre el ideólogo y el consumidor final están los partidos políticos, que han cogido esa ideología y la han convertido en un producto que ofrecer al consumidor. Así, de una idea como la socialdemocracia, los partidos han hecho varios productos (izquierda, derecha, ecologismo, etc.) que ofrecer a los ciudadanos/consumidores. Los políticos se esfuerzan en que sus productos estén unidos a una serie de valores importantes para los ciudadanos. Siendo cutres, podemos resumir lo que venden los productos:

– La izquierda representa los valores de la solidaridad, la justicia social, la igualdad.

– La derecha, por su parte, se centra en cuestiones como la austeridad, la eficiencia o la buena gestión.

Como solemos decir los liberales, se trata del mismo perro con distinto collar. El collar puede ser uno normal o uno de presa para perros, pero el perro es el mismo. Se llama «Socialdemocracia» y es un perro en el que te tienes que gastar entre el 40 y el 50% en mantenerlo. Uno de estos vendedores de collares es Jesús Caldera, ex-Ministro de Trabajo y Vicepresidente de la Fundación Ideas.

El argumento que esgrime Caldera en El País (y que recoge el imprescindible blog de Paco Capella) en defensa del producto «Izquierda» es de los que consiguen que te estrujes los sesos para explicar de forma didáctica todas sus falacias. Contiene perlas como la siguiente:

[…]  es un lugar común, allá donde vayas, escuchar proclamas acerca de la grave crisis que padece la izquierda, incluso en los círculos intelectuales pertenecientes a la misma. Y ello cuando hay consenso sobre las causas de la situación actual: la exaltación del individualismo agresivo, la inexistencia de reglas, o desregulación, y el incremento de las desigualdades, hasta el punto de que hoy, en Estados Unidos, el 1% de la población acapara el 23% del ingreso nacional, todas ellas relacionadas con las recetas usuales que fomentan los conservadores.

Para una persona con dos dedos de frente y un mínimo interés le resultará muy fácil refutar los argumentos de Caldera:

1.- Las personas son tan agresivas como lo han sido siempre, y no se puede basar un resultado económico global en una conducta evolutiva, más allá de una relación tangencial. Salvo que se pretenda controlar, algo que iría contra todos los derechos y libertades descritos en la historia de la Humanidad (desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, -art. 18- hasta nuestra propia Constitución –ver artículo 10-). En todo caso, tendríamos que hablar de las facilidades de las entidades financieras a gente que no tenía suficientes garantías para devolver los créditos, no de emociones.

2.- Decir que no hay reglas o que hay desregulación, en Estados que controlan entre el 40 y el 50% del PIB, además de leyes, reales decretos, la normativa comunitaria y un larguísimo etcétera es aprovecharse del desconocimiento de la sociedad en materias específicas.

3.- El aumento de las desigualdades se produce por una razón muy sencilla: Si los creadores de Google cobran 1000 y una secretaria cobra 10 durante un año, y esto se repite durante 5 años, lo lógico es que la diferencia haya crecido durante los cinco años, dado que los creadores tienen 5000 y la secretaria 50. El problema no es del creador de Google, que ya contribuye muchísimo a mejorar la vida de 3.000 millones de personas facilitando la búsqueda de cualquier información, sus cuentas de correo electrónico, etc., sino de la secretaria, que no produce más.

4.- ¿El consenso también se refiere a entidades financieras públicas, controladas por el Estado, como las Cajas de Ahorro, que ahora están empezando a quebrar precisamente por su propio funcionamiento?

Yo esto se lo presento al señor Caldera y soy sistemáticamente ignorado hasta el punto de que, al día siguiente, puede publicar otro artículo en el mismo periódico con los mismos argumentos. Y da igual que hable de Caldera, de López Aguilar y sus prescindibles discursos moralistas, de la Fundación FAES, de Mariano o del alcalde de mi cuidad. Los políticos tienen un producto, y es más inamovible que la fórmula de la Cocacola. Esto tampoco es exclusivo de los mejores comerciales: hay clientes capaces de ignorar todo argumento racional y seguir erre que erre.

Ahora, resulta que el «producto izquierda» está en crisis. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: En tiempos de bonanza, el Estado y los ciudadanos se endeudaron hasta las trancas, y ahora hay que pagar, pero para que el Estado pueda pagar, debe quitar recursos a los ciudadanos, de forma que estos no pueden pagar la parte que les toca. La pregunta a la que no puede responder la izquierda es: ¿Puedes pagarlo? Y antes que reconocer que no, prefieren no afrontar de frente el problema y seguir insistiendo en el producto, la marca y lo que ello significa para las personas: solidaridad, social, derechos, etc. También pueden probar con estrategias de aproximación a quien más llame la atención, como el caso de Rubalcaba al Movimiento 15-M. Pero, al final, la inexorable física económica se impone a los sueños, esperanzas, ilusiones, palabrería, mentiras, retórica, falacias y discursos y vuelve a preguntar lo mismo: ¿Puedes pagarlo? Si no puedes pagarlo y sigues manteniendo el mismo ritmo de gastos e ingresos, el Estado suspende pagos (y suspender pagos implica a medio plazo un ajuste draconiano). Y si además hay que dinamizar la economía para tratar de reducir la deuda privada, ya se imaginarán de qué tamaño será el recorte en el gasto público que habría que hacer. Trucos de magia como endeudarse todavía más pidiendo prestado a gente que con toda la lógica del mundo no confía en nosotros o darle a la maquinita de hacer dinero son inviables. El producto que sí se asemeja a lo que más demanda la socialdemocracia (o, más concretamente, lo que más demanda la realidad contable de España) es la derecha. De ahí que sea fácil vaticinar la victoria del PP (cuya unidad es indiscutible, salvo por Foro Asturias, afortunados ellos).

Pero no convendría despreciar el producto «izquierda». Una cosa es que Zapatero haya podido desprestigiar a la izquierda con su incapacidad para gestionar y otra muy distinta que la gente vaya a cambiar de producto comercial como el que cambio de camiseta. Siempre se puede votar a Izquierda Unida, aunque la gestión de Cayo Lara sea manifiestamente mejorable. O a Unión, Progreso y Democracia, basado en la imagen de Rosa Díez. O a cualquier otro partido. Esta es su oportunidad para destacar. Bastaría con fingir que no son tan pétreos a la hora de escuchar a los demás como la inmensa mayoría de los políticos. Personalmente, creo que hay que ser un fanático para seguir votando al PSOE con la gestión que han hecho. Pero, ¿qué oportunidad tendrán para destacar? ¿Entrevistarán a Rosa Díez en Público, El Plural o El País? El gran beneficiario de ese absoluto desinterés de los medios por otra izquierda que no sea el PSOE es el PP.

La salud del producto izquierda es razonablemente buena, dado que tiene alternativas para refugiarse (otra cosa es que tengan la cobertura mediática suficiente). Tal suerte no existe en la derecha. Pero la que tiene una salud de hierro es la socialdemocracia. Y, por desgracia, muy poca gente se plantea vivir sin animales en casa. ¿No hay protectora de animales?

Burrhus el elefante neocon
Burrhus el elefante neocon

Manolo Millón.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dirección de Recursos Humanos.
De vuelta cuasiobligada en Málaga

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5 comentarios

  1. Dhavar: Discúlpame, pero… ¿de qué va tu comentario? ¿Tiene alguna relación con el post?

  2. EOF:
    Claro que sí. El Estado y la Leyes malo malísimo (salvo para ocuparlo, claro). Lo fetén es el feudalismo corporativo.No sé si eres un multimillonario, parte de ese 1-2% mundial. Si no lo eres, francamente no sé a qué juegas. Eres ganado, pero un ganado que adora a lo nuevos señores feudales.
    La contraposición Estado/Estadito?Estaditito? Corporatocracia? es sólo un «bogey man».La cuestión es Dinero de todos/Dinero de un oligopolio privado.Y la libertad absoluta de la aristocracia bancaria/corporativa es la esclavitud de todos los demás, admirados propertarios.

  3. Lo que tiene una eterna salud de hierro es el único ordo mundi real, más allá de fantasías conceptuales: El sistema oligárquico o plutocrático.
    Pero claro, como a los pobres les dan pensiones, – que ellos mismos han financiado previamente-, eso todavía no les coloca en el estado ideal para negociar un «contrato sinalagmático como Dios manda», es decir, aquel en el que una de las partes es completamente libre para elegir entre un salario que ni siquiera le salva del hambre – pero que es menos costoso que alimentar un esclavo, dónde va a parar-, o elegir, con plena libertad, sin que nadie le amenace con una arma – ni hablar, eso nunca- o la envidiable vida de Diógenes.
    Y siempre respetando los derechos de propiedad ( pero no los de todos, claro está, que hay derechos más derechos que otros, hombre)
    Ej: Hay que pagar a los acreedores tenedores de deuda pública (menos de un 2% de toda la población): Esa es la propiedad que cuenta, y ha de pagarse, pereat mundus. La propiedad y derechos de funcionarios, pensionistas, asalariados etc, Sí puede sufrir una agresión, la que sea y del orden que sea. No la del acreedor.Eso jamás. Aunque ni uno sólo de dichos esquilmados haya jamás firmado el contrato original de préstamo.
    Pero claro, ¿cómo vas a no pagar al creador del dinero? Te dejaría «muerto». Pero eso sí, todo son impecables negociaciones contractuales entre partes con la misma capacidad y fuerza para firmar o no firmar.
    Porque, ya se sabe, la LEx pública es mala. En cambio, la LEx privata, el foedus, es la suma perfección de toda justicia, entendida, claro está, como la entendía Protágoras o Gorgias.

    • El déficit del Estado español fue, más o menos, de un 3,5% del PIB en 2008, y en torno al 10% del PIB en 2009 y 2010. Esto es, en los años 2008, 2009 y 2010, los  ‘acreedores’ le dieron al Estado en torno a 250.000 millones de euros más de lo que el Estado le dio a los ‘acreedores’.
      Los pensionistas no han financiado nada salvo el gasto del Estado. El sistema de pensiones español es un sistema de reparto, excepción hecha del Fondo de Reserva (algo así como seis meses de pensiones, o sea, la nada envuelta en un lacito rosa), luego la reducción en las pensiones tiene bastante más que ver con el aumento en el número de pensionistas y con las perspectivas del propio sistema que con el déficit del Estado.
      Si una empresa tiene pérdidas (el Estado español gasta cuatro euros por cada tres que ingresa, más o menos), una de las primeras soluciones es reducir el sueldo de los empleados. Claro que una empresa que tiene pérdidas acaba cerrando. Por eso, Dhavar, el pérfido sistema capitalista será siempre superior al excelso sistema estatista.
      Y el Estado debe pagar la deuda, no sólo por decencia, sino por una razón práctica: sigue gastando más de lo que ingresa. Me gustaría pensar que gente como tú, que tanto cree en el Estado, estaría dispuesta a comprar obligaciones del Tesoro después de que el Estado suspendiera pagos, pero no sé porqué no puedo. Y sí, el Estado español puede suspender pagos, como hizo Argentina allá por el año 2000.
      Un saludo.

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