Por qué no soy progre

evolutionUn amable comentarista me decía en el pasado post que al defender a Krahe me había quitado la careta. Bueno, para ser exacto decía que nos habíamos quitado la careta, en Desde el Exilio, como si lo que yo dijera representara a todos los que aquí escriben (¡pardiez, que colectivista!). Nada menos cierto. De hecho no todos los que aquí escriben suscribirían lo dicho por mí sobre Krahe y el Centro Jurídico Tomás Moro. Y es posible que yo mismo, en otro momento pasado o acaso futuro, tampoco lo suscribiera. Pero vayamos al tema: el comentarista me acusó de progre, a lo que yo le repuse que, según mi actual concepto de progreso y progresía, yo no era progre. Y explicaré por qué.

Comparto esa sensibilidad que algunos consideran monopolio de la izquierda por los desfavorecidos del mundo. Pero no comparto la idea de que el Estado, o cualquier órgano con el monopolio de la fuerza, pueda mover a la sociedad y las conciencias de sus integrantes a un “estado” superior en el que fueran altruistas, ni a unas condiciones económicas que mejorasen el bienestar de todos de tal forma que los que estuvieran más abajo pudieran ascender por la escala social.

Por un lado no puede haber progreso, en el sentido moral. La sociedad humana evoluciona, y la especie humana también –aunque algunos ingenuos dicen que la evolución humana se ha interrumpido, como si el flujo del río de la vida pudiera detenerse- pero en su evolución no hay dirección, no hay director, no hay un sentido, y menos una trayectoria ascendente en lo que a moralidad se refiere. Es la sociedad humana una adaptación compleja, una interfaz con el medio ecológico de grandes proporciones. Vivimos en nuestro medio social, y a él tenemos que adaptarnos, como individuos.  La sociedad no puede ser empujada para dar grandes saltos adelante por la voluntad de unos pocos ungidos y, desde luego, ni tiene una voluntad por sí sola (no tiene vida propia) ni pueden aunarse todas las voluntades de sus integrantes con el sortilegio político. La conciencia moral de las personas es un legado evolutivo, más apropiada para lidiar con los conflictos y la cooperación en grupos pequeños que para resolver los dilemas morales que plantea un grupo vasto e impersonal de individuos unidos por la laxa red del lenguaje, la cultura y el intercambio de recursos productivos. Como especie no nos parecemos en nada a las hormigas y otros insectos sociales, que llegan a formar lo que Edward O. Wilson denominó superorganismos. Y creo que probablemente si hemos llegado dónde lo hemos hecho es por haber combinado de forma sorprendente las tendencias egoístas individuales con la colaboración social. Las hormigas no han podido ir más allá –y bien lejos han llegado. No cabe esperar hormigas con grandes cerebros, y no sólo porque sean insectos, sino porque su organización social, óptima adaptación a su ambiente ecológico, limita este desarrollo en su ulterior evolución.

Y por eso me reía el otro día a gusto con las mamarrachadas del monje budistacientífico (o a la inversa, pero “tójunto”) Mathieu Ricard, entrevistado por Eduard Punset (cuando mencionaba lo de la sociedad altruista o empática) y las del propio Punset en su último libro, que otro amable comentarista y vecino blogger, puso sobre el tapete, sobre la superioridad de los organismos sociales en la evolución.

Por otro lado el Estado no propicia, per sé, las condiciones económicas que mejoran el bienestar de todos, elevando la condición de los más desfavorecidos. Es un tema muy discutido entre liberales el del tamaño óptimo de ese Leviatán, y si debe existir monopolio de la moneda, la fuerza, la justicia y demás. No voy a profundizar el tema porque tiene demasiadas ramificaciones en sus raíces, pero si me gustaría señalar que, posiblemente, un poco de Estado sí podría ser necesario para que pudieran darse las condiciones apropiadas para el desarrollo del intercambio voluntario y la creación de riqueza. De hecho, a partir de un determinado grado de desarrollo de las sociedades, el Estado es un universal. No existe cosa tal como una sociedad sin Estado, y menos aún en las utopías (que perseguían suprimirlo y acabaron por magnificarlo). Una vez el Estado garantiza el cumplimiento de contratos y castiga las agresiones a las personas y a sus propiedades, podría decirse, queda todo expedito para que las fuerzas libres del mercado operen, esto es, no para que un grupo de señores con sombrero de copa, panza y puro en boca roben a los pobres, sino para que la gente, cada uno con sus medios y sus ideas, busque mejorar su condición. Pero el Estado puede ralentizar o directamente parar este proceso. ¿Cómo? Pues muy sencillo, poniendo sobre la chepa de quienes crean riqueza o están en condiciones de crearla el tremendo peso de una estructura económicamente muerta, una estructura consistente en miríadas de bocas hambrientas, que representan un gasto, y una serie de actividades variadas que no aportan valor alguno. Sería así, el Estado, como un órgano en el cuerpo social necesario para el funcionamiento adecuado de este que, por una hipertrofia cancerosa, termina por deteriorar gravemente y después fulminar al organismo entero.

¿Por qué no soy progre, entonces? Pues porque no veo progreso moral, ni posibilidad de semejante progreso, en la humanidad, y porque veo con diáfana claridad que quienes pretenden provocarlo lo hacen desde el abuso de poder, subidos a lomos del Leviatán estatal, generando estructuras superfluas absorbedoras de ingentes recursos, que terminan por dañar el tejido económico y social en lugar de hacerlo mejor.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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13 comentarios

  1. Anda! Ese Bernardino y el Juan del otro post entienden lo mismo por progre. Ambos en negativo como contrario de algo. Lo que pasa es que para uno ese algo es un carca y para el otro un meapilas.

  2. Hursell, supongo que si alguno de nosotros comenzara a soltar consignas políticamente correctas durante varios post consecutivos terminaría por recibir la ostraka de nuestra amable congregación. Claro que, probablemente, no se sintiera muy cómodo dentro de ella.

    Pablo, gracias. Creo que tras los siete velos de palabrería de la progresía lo que se esconde es una fe en la perfectibilidad del ser humano, en nuestra capacidad de obrar colectivamente, y en que ese obrar colectivo puede ser impulsado desde las instituciones políticas.


    Don Bernardino
    , aparte de tus categóricas y maniqueas convicciones, de las que tan orgulloso te sientes, ¿tienes algo interesante que decir, que sirva de explicación alternativa a esta pura teoría mía?

    Marzo, perdónales porque no saben lo que dicen….¡bueno ya! ni, por desgracia lo que hacen.

    Sagi, no sé cuán exacto es lo que digo como reflejo del momento actual en España. Pretendo, quizás con demasiada ambición, reflejar una forma de pensar que atraviesa las fronteras geográficas y políticas, así como el tiempo, y que es característica del ser humano, tal y como este ha resultado ser tras una larga evolución biológica y otra no tan larga cultural. Ya no se trata de lo que pensamos, sino de por qué pensamos lo que pensamos. Y sobre ello escribiré algunas cosas más.

    Ijon, como siempre con sencillez lapidaria expones ideas complejas.

    Mauro, yo en estos últimos hilos he sido llamado progre, carca y cristiano. Bueno, aclaro que lo último no es un insulto. Hasta ese punto están confundidos los conceptos. No pretendo que lo que yo entiendo por progresismo sea una definición aplicable a todo aquello que se autodenomine progresista, así que acepto cualquier definición alternativa o complementaria.

    Blaiddgwyn, quizás es que pensar sea malo, sobre todo cuando te lleva a conclusiones opuestas a los mantras que resuenan por los medios como en un cántaro vacío.

  3. Don Bernardino, asi que los progres son buena gente y los carcas mala gente… que estúpido y simplista a la vez. si lo escribes con pintura de dedos en una pared de colegio no hubiera quedado más pueril. Sigue en tu mundo de piruletas y colorines que te va a ir muy bien.

  4. Pues a ver Don Bernardino si nos ilustra porque yo me considero muy progresista pero no progre y para los progres soy carca.

  5. Creo que aquí hace falta una definición de progre. Ya sé que casí todos la conocéis, pero no está de más recordarla:

    «Progre es el que se siente profundamente en deuda con el prójimo y propone saldar esa deuda con tu dinero»

  6. Esta mezcla de politica,antropología,entomología… es consiliencia, término resucitado por el biólogo humanista Edward O. Wilson en su importante libro «Consiliencia: La unidad del conocimiento», que asimismo tiene ecos del de C. P. Snow: «Las dos culturas y la revolución científica», que puso en evidencia el gran abismo que separa a científicos y humanistas. Germánico cita en su artículo a Wilson al hablar de la organización de las hormigas.
    El artículo en cuestión está impregnado de liberalismo y ¿Cómo Don Bernardino? ¿Que toda la disertación es pura teoría? Pero si es un comentario exacto del momento político actual. Mi paisano Josep Pla solía decir que el socialismo vive del capitalismo. Pues eso es lo que dice el artículo.

  7. Esta mezcla de politica,antropología,entomología… és Consiliencia, término que el biólogo humanista Edward O. Wilson resucitó en su importante libro » Consiliencia,la unidad del conocimiento», que asimismo tiene ecos del de C P Snow «Las dos culturas y la revolución científica», que puso sobre el tapete el gran abismo que separa a científicos y humanistas.
    ¿Cómo Don Bernardino? ¿Que este artículo es pura teoría? Pero si és un comentario exacto del momento político actual en España. Yo soy catalán y mi paisano Josep Pla solía decir que el socialismo vive del capitalismo. Pues eso es lo que dice este artículo.

  8. >…apoyándose en unas extrañas disertaciones estatistas que desde luego ni los progres, ni ningún ciudadano normalito, se plantea.

    Si yo fuera lo que algunos llaman optimista, don Bernardino, podría apostillar aquí que precisamente porque no os las planteáis sois progres, como Sócrates opinaba que la gente obra mal por ignorancia. Pero no soy optimista; habrá quien no se plantee estas cosas precisamente porque es progre.

    Por cierto, carca puede ser el opuesto de progre pero no es su complementario; los carcas son, digamos, progres de derechas. Y digo progres en el sentido de utopistas.

  9. ¿Y qué pasa por ser progre? Yo sí lo soy, me siento muy orgulloso de serlo y presumo de ello, aunque mi idea de lo que es progresismo difiere como de la noche al día de esta complejísima disertación (pura teoría) que expone el autor, apoyándose en unas extrañas disertaciones estatistas que desde luego ni los progres, ni ningún ciudadano normalito, se plantea. La diferencia entre ser progre o ser carca es sencillamente la misma que hay entre ser buena persona o no serlo.

  10. Es curioso, el post más que de política habla de ¿antropología?, ¿filosofía?

    Quizás resulte necesario acudir a los principios últimos antes que a lo superficial.

    Un saludo.

  11. no todos los que aquí escriben suscribirían lo dicho por mí sobre Krahe y el Centro Jurídico Tomás Moro

    Doy fe. Un servidor también escribe en DE y no coincido en este tema con Germánico. Así lo he dejado escrito y lo repito aquí.

    Desde el principio he tenido absoluta libertad para decir y escribir lo que me plazca, sin que ninguno de mis co-blogguers me haya cambiado una sola coma.

    El problema es que muchos piensan que lo que sucede en sus entornos sucede en todos. DE es un ejemplo de que es posible no coincidir en muchas cosas y, aún así, respetar la libertad

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