Mentes animales (entrevista a Richard Byrne)

Al ser el gran domeñador de la naturaleza, el ser humano se ha convertido en su gran observador, o viceversa. Al principio, el hombre civilizado miraba su conquista desde una atalaya lejana, como un Rey despótico mira a su pueblo, pensando, sintiendo que aquello no iba con él -realmente. Conforme iba acercándose al conocimiento también lo hacía a la misma naturaleza, e iba asimismo comprendiendo que era parte viva e indisociable de ella. La anatomía dio paso a la fisiología, y esta a la conducta. Nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra misma curiosidad y capacidad de observación, resultan ser productos de la evolución biológica. El ser humano, a día de hoy, se ha democratizado biológicamente.

Desde esta nueva perspectiva no tan privilegiada las cosas resultan infinitamente más claras. Podemos mirarnos a nosotros mismos en el espejo de los otros seres, tanto en cuerpo como en alma, y el espejo nos devuelve una imagen bastante fiel de nuestro pasado y muy especialmente de nuestro presente.

Así, estudiar la cognición de los primates y de otras especies más lejanamente emparentadas con nosotros arroja mucha más luz sobre lo que somos y lo que podemos ser que las especulaciones de los filósofos de lo humano, demasiado humano, que no salen de lo humano, en su arrogante humanidad.

Uno de los más atentos observadores de los animales, sus comportamientos, sus cogniciones, su ecología y sus relaciones sociales es Richard Byrne, de la Universidad Saint Andrews. Junto con Andrew Withen sorprendió a la comunidad científica con la constatación de diversas formas de cultura y engaño en los primates. En la actualidad ha ampliado su campo de observación a otros seres, en particular los elefantes, descubriendo nuevas formas de conocer el mundo a través de sus mentes.

Agradezco al Profesor Byrne que nos haya respondido profunda y extensamente las preguntas que le hemos formulado, y las fotos que nos ha mandado para acompañar la entrevista, así como a

Marzo su excelente traducción.

1. ¿Cómo se comunican entre sí los primates?

La mayor parte del trabajo sobre primates lo ha motivado en definitiva el interés en entender los orígenes humanos, y los humanos somos animales lingüísticos, así que es su comunicación vocal la que se ha estudiado más intensamente. Esto ha mostrado una fascinante variedad de maneras en que los primates —especialmente los monos— son capaces de extraer información sutil de señales vocales. Las vocalizaciones de los primates indican a veces eventos y objetos en el mundo (referencias funcionales), su interpretación puede ser alterada por combinación (sintaxis rudimentaria) y el conocimiento del entorno puede combinarse con el procedente de señales (razonamiento causal). Sin embargo la comunicación vocal de los primates es también completamente diferente del lenguaje porque los primates no humanos no aprenden sus vocalizaciones, no pueden añadir nuevas señales a su repertorio, e incluso ha sido difícil mostrar que que usen señales vocales para cambiar las mentes de otros individuos.

Por estas razones, muchos de nosotros hemos llegado a interesarnos más en la comunicación gestual, que, al menos en los grandes simios, parece mucho más flexible que la de los monos, y ciertamente se usa de manera muy intencional, para influir deliberadamente en la audiencia. Mis estudiantes y yo llevamos ya varios años estudiando los gestos en gorilas, orangutanes y chimpancés, y estamos llegando a algunas conclusiones bastante radicales.

Nos parece que, aunque los antropoides pueden adquirir nuevos gestos (los famosos experimentos lingüísticos con grandes simios lo mostraron muy espectacularmente), en circunstancias naturales lo hacen rara vez. Pero tienen un enorme repertorio natural de gestos, mucho mayor que su repertorio vocal y, para la mayoría de los individuos, muchos más de los que jamás necesitarán. Cualquier individuo en particular usa sólo un subconjunto de este repertorio completo, de modo que al comparar entre individuos y grupos podemos obtener una impresión de idiosincrasia; pero en realidad todos los gestos son señales típicas de la especie. Esta conclusión es especialmente evidente en el trabajo que Emilie Genty y yo hemos estado haciendo sobre los gestos de los gorilas. Además, como otros investigadores, no hallamos ningún signo de sintaxis gestual; y consideramos que la semántica de los gestos de los antropoides es bastante simple comparada con la de las palabras humanas.

Más que un léxico de gestos que transmiten matices de significado preciso, muchos gestos de los grandes antropoides se solapan por completo con otros en su significado, y en total sólo se expresan unos pocos mensajes subyacentes. Los gestos de los simios se usan continuamente para moderar y ajustar el comportamiento de otros: una cadena de signos de un simio, por tanto, se parece más a los constantes ajustes que se hacen al empujar una pesada carretilla, para mantenerla en el curso deseado, que a una oración. Sin embargo, los simios se fijan cuidadosamente en el efecto que sus gestos tienen en su audiencia, distinguiendo si se han entendido en parte o nada, y ajustan en consecuencia sus gestos subsiguientes. Donde su intención se ha captado parcialmente, repiten y elaboran los mismos gestos; donde no, adoptan una línea gestual completamente nueva.

2. ¿Qué nivel de consciencia, de autoconsciencia y de nociones del otro y de su intencionalidad atribuye usted a los primates?

Pienso que, como científicos, no seríamos prudentes si especulásemos sobre la consciencia (no digamos la autoconsciencia) en otras especies. ¡Ya es bastante difícil hallar conocimiento fiable sobre nuestra propia consciencia o la de nuestros congéneres humanos! Desde el punto de vista del bienestar animal deberíamos, por supuesto, tratar a los animales como si tuvieran consciencia si muestran los mismos signos externos de sentimientos que nosotros: deberían tener ‘el beneficio de la duda’, igual que se lo extendemos a personas que, por razón de discapacidad, no pueden hablar por sí mismas. Pero eso no significa que tengamos conocimiento fiable de que esos animales sean conscientes: eso sigue siendo un misterio.

Estudiar la intencionalidad en no humanos es al menos posible, aunque no es fácil. Los ‘niveles de intencionalidad’ de Dennett han influído mucho en el trabajo en primates. El nivel 0 es un autómata con realimentación negativa, como un termostato; el nivel 1 es un sistema que representa fines y muestra flexibilidad en la búsqueda de fines y expectación de resultados; etcétera. Hay un creciente consenso de que los grandes simios, si no otros primates, son capaces de representar el conocimiento de otros individuos (intencionalidad de nivel 2). Está muy claro que los antropoides distinguen entre competidores sabedores e ignorantes; y nuestro trabajo con orangutanes ha mostrado que también pueden distinguir el grado de comprensión de su audiencia. Si algún primate no humano puede entender que otros individuos creen algo que él sabe personalmente que es falso y deducir de ahí qué harán en consecuencia, ¡esa es ahora la gran pregunta!

3. ¿Qué significado tienen la mentira y el engaño desde un punto de vista evolutivo?

El engaño ha sido para nosotros una ventana a las capacidades y la intencionalidad de los primates. Cuando Andy Withen y yo empezamos a cotejar los trabajos de otros investigadores sobre el engaño en los primates, esperábamos que las tácticas que funcionaban mediante el engaño —por impresionantes que pudiesen parecer— resultarían ser puramente resultado de aprendizaje, sin ninguna comprensión más profunda. Hasta cierto punto, esto se ha demostrado cierto. Se encuentra engaño en todos los taxones de primates, no sólo en los que sospechamos que pueden tener comprensión intencional. Y Nadia Corp y yo hemos mostrado que el grado en el que una especie usa el engaño en su vida cotidiana queda bien predicho por el tamaño de su neocórtex. Los primates con cerebros grandes son capaces de adquirir el elaborado conocimiento social en el que se basa el aprendizaje de tácticas de engaño exitosas, y pueden averiguar rápidamente a partir de su experiencia qué ardides funcionan.

Pero los trabajos sobre el engaño señalaban también a capacidades más avanzadas. Tanto monos como antropoides mostraron que podían tener en cuenta lo que un competidor o un predador podía o no podía ver desde su propio punto de vista, y desplegar tácticas de engaño acordes con esto. Esto es, monos y antropoides pueden computar con perspectivas visuales. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos no había ningún signo de que los primates entendiesen que sus mañas funcionaban implantando creencias falsas; la mayor parte del engaño en los primates no es ‘mentir’ en sentido pleno.
Pero en los grandes antropoides, sin embargo, nos encontramos incapaces de explicar algunas de las tácticas de engaño sin hacer suposiciones bastante poco razonables sobre las historias de experiencia personal de los individuos. Una y otra vez, parecía más ‘parsimonioso’ aceptar que los individuos podían entender ideas de conocimiento e ignorancia en otros, y actuar para cambiarlas; pero sólo en un taxón de primates, los grandes antropoides: orangutanes, gorilas, bonobos y chimpancés. Esta conclusión se publicó en 1992, y no fue sino hasta diez años más tarde cuando los investigadores de laboratorio siguieron nuestro precedente y confirmaron el resultado en experimentos con chimpancés.

Más bien dudo, sin embargo, que el engaño, o cualquier otra forma de elaborada maniobra social, haya sido particularmente una presión hacia el desarrollo evolutivo de una mayor inteligencia. No parece haber ninguna razón, por ejemplo, por la que la presión hacia el éxito social fuera mayor en los antropoides que en los monos, que viven en grupos igual de numerosos y de altamente estructurados. Pero es sobre todo en los antropoides donde encontramos evidencia de cognición avanzada. Mi sospecha es que fue la presión evolutiva en el dominio no social —y en particular para la adquisición de alimento— lo que seleccionó una mayor inteligencia representacional en los antepasados de los antropoides actuales, y que esta inteligencia representacional hizo entonces (secundariamente) más sofisticada y compleja la inteligencia social de los antropoides.

4. ¿Qué añaden al engaño y a la mentira las capacidades lingüísticas y simbólicas?

Como en todos los demás aspectos de nuestras vidas, las capacidades lingüísticas expanden el alcance del engaño hasta un grado que de otra manera sería inimaginable. (Es tentador ahora mismo decir: “¡Mire si no los gastos parlamentarios de los Miembros del Parlamento británico!”). Pero, por otra parte, las capacidades lingüísticas también aumentan la sofisticación de la audiencia en igual medida: nuestra detección de mentiras y sensibilidad a ser engañados han aumentado también. Por esta razón, sospecho que el engaño no es más importante en las vidas humanas normales que en las de los primates no humanos (los miembros del Parlamento no son normales, evidentemente). Desde el punto de vista de las estrategias evolutivamente estables, las señales sinceras son más robustas; y, sin conocer la teoría evolutiva que respalda esta conclusión, la mayor parte de las personas son conscientes de qué puede ser fingido y de qué puede uno fiarse, y no se fían de afirmaciones baratas.

5. ¿Podría contarnos algo sobre su trabajo de campo y de laboratorio con primates, y cómo lo organiza?

Aunque sí superviso trabajo con animales cautivos, mi propia recolección de datos ha sido generalmente en el campo; y en los últimos años mis intereses no se han confinado a los primates, sino que han incluído cerdos domésticos y elefantes africanos. Empecé mi carrera primatológica trabajando con babuinos africanos, una especie ideal para explorar la ecología conductual de los primates, pero gradualmente me convencí de que sólo estudiando los grandes antropoides podríamos descubrir los orígenes en los primates de muchas capacidades humanas. A lo largo del mismo período, gradualmente migré de cuestiones sociales (como el engaño y la comunicación vocal) a no sociales, incluído el procesamiento manual cualificado de alimentos; lo que a su vez me ha traído de vuelta a la comunicación gestual y el aprendizaje imitativo de habilidades.

Creo firmemente que tanto los datos de observación como los experimentales son valiosos para construir y poner a prueba modelos cognitivos de la conducta; como físico que fui, considero la idea a menudo expresada de que los datos de campo son sólo la historia natural sobre la cual puede basarse la ‘ciencia de verdad’ (experimentos de laboratorio) positivamente maliciosa y del todo falsa. Pienso además que la reconstrucción evolutiva se ha visto retrasada por la falta de datos sobre no primates: sólo cuando descubramos una evolución convergente de capacidades cognitivas similares en animales lejanamente emparentados obtendremos una idea clara de las presiones selectivas y los beneficios prácticos de esas capacidades. Mi trabajo reciente sobre elefantes con Lucy Bates, en colaboración con el maravilloso proyecto de elefantes en Amboseli, dirigido por Cynthia Moss, ha sido particularmente satisfactorio. Usando experimentos de campo del tipo ‘violación de expectativas’, hemos descubierto en los elefantes varias habilidades sorprendentes, así como un alto nivel de empatía que se corresponde con sus muy elaboradas sociedades. Hallamos que los elefantes subcategorizan a las personas locales que encuentran, reaccionando de manera completamente diferente a señales que indican ‘masai’, un grupo que ocasionalmente alancea elefantes. Y, cuando viajan, hallamos que un elefante individual lleva cuenta de la posición actual de al menos otros 17 miembros de su grupo, aunque su vista a pleno sol es mala y deben confiar en sonido y olor para la información acerca de otros. Esto sugiere una notable capacidad de la ‘memoria de trabajo’, lo que enlaza con trabajos de otros con elefantes cautivos que muestran inusuales capacidades numéricas.

6. En su trabajo ¿qué es lo que más le ha impresionado? ¿De qué ha aprendido más?

Es una pregunta difícil, hay muchas cosas… Pero supongo que tendré que decir que fueron las habilidades manuales de los gorilas, y todo lo que implican para la interpretación del uso de instrumentos por los antropoides y el desarrollo de las capacidades representacionales, lo que más me impresionó. Fue una gran sorpresa, cuando se me había llevado a creer que los gorilas eran los antropoides ‘guapos pero tontos’, en contraste con su primo listo el chimpancé. Y me hizo darme cuenta de que la interpretación del uso de instrumentos por los antropoides se había visto indebidamente sesgada por una preocupación antropológica por el instrumento como objeto material, en lugar de prestar atención a la habilidad y la mente capaces de crearlo y manejarlo. Una vez se cambia el foco a la habilidad conductual, los grandes antropoides tienen mucho más sentido como grupo; y los datos de todos los antropoides se hacen relevantes para entender la evolución de las capacidades cognitivas que subyacen a la tecnología humana. Estas capacidaes incluyen la de ‘ver’ el propósito local ‘para’ el cual se realiza una acción, y por tanto su ‘fin’. Si los grandes antropoides no humanos tienen ya una visión de la fluida conducta de otros analizada en una organización estructurada de acciones dirigidas por fines, se hace menos cuesta arriba imaginar cómo desarrollaron los humanos la capacidad de ver en otras mentes. No es exageración decir que creo ahora que nuestras capacidades de teoría de la mente derivan en definitiva de las habilidades de obtención de alimentos de antepasados que compartimos con los grandes antropoides vivientes.

7. ¿En qué trabaja ahora?

Espero seguir con el trabajo sobre la cognición en los elefantes, tanto en cautividad como en el campo: ¡queda aún tanto por averiguar! Por supuesto, con animales que pesan toneladas en lugar de gramos las manipulaciones experimentales son un reto; y con animales que podrían vivir más que yo, uno ha de ser paciente en el trabajo de observación. Pero la excitación de estudiar una ‘inteligencia paralela’ en una especie cuyos parientes más próximos incluyen oricteropos, dugongos y musarañas elefante —no un grupo famoso por su poder mental— hace que todas las frustraciones valgan la pena.

8. ¿Cuál es su máximo reto intelectual? ¿Cuál el misterio que soñaría con desvelar?

Dejando aparte lo ‘decididamente inalcanzable’, cosas como saber sobre la consciencia animal, me encantaría hallar un método para estudiar la coordinación y cooperación que vemos (o creemos ver) en los animales que cazan en grupo. Si pudiésemos registrar en los mismos términos la cognición que entra en juego cuando los chimpancés cazan monos, las orcas leones marinos, los lobos alces, los leones búfalos o los halcones de Harris liebres, entonces creo que tendríamos un modo estupendo de seguir la pista a la evolución de la inteligencia social en el mundo animal.

Publicado en inglés y castellano en  La Nueva Ilustración Evolucionista el 17/06/2009.
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No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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