Relativismo maniqueo

ManiqueismoEs de suponer que un auténtico relativista no considere nada bueno o malo en sí mismo, sino únicamente en relación con las circunstancias y subjetividades de cada tiempo y lugar. Así, si pensamos en un relativismo maniqueo, tenemos la engañosa sensación de estar incurriendo en una paradoja. ¿Cómo podría ser, en efecto, un relativista maniqueo?

Y sin embargo la gran mayoría de los relativistas, si no todos, lo son. Al menos si actúan en el mundo. ¿Y quién no lo hace?

Esto se explica fácilmente. No sólo por la contradicción habitual entre las manifestaciones verbales y los actos, o incluso entre las posiciones teóricas y las ideas ad hoc para lidiar con cada discusión de consecuencias potencialmente provechosas o perjudiciales. No es un asunto lógico, o al menos no en su fundamento. Se explica sobre todo por cómo es nuestra naturaleza. Partiendo de que somos necesidad que busca ser satisfecha en un entorno dado, hemos de aceptar el hecho incuestionable de que habrá cosas  que satisfagan mejor y otras que lo hagan peor nuestras necesidades concretas en las que se manifiesta a cada paso esa necesidad de orden general que somos. Habrá, en resumen, cosas buenas y malas en términos absolutos, y por comparación, es decir, en términos relativos, cosas mejores y peores. Habrá entonces blanco bien y negro mal y todas las tonalidades morales grisáceas intermedias. El estar vivo y buscar satisfacer las necesidades crea el bien y el mal. La moral deriva de la necesidad. El maniqueísmo no sería otra cosa que su exacerbación, la dicotomización excesiva de esas dos categorías morales de bien y mal, pasándose por alto todo gris.  También en esto la naturaleza de nuestro pensamiento arroja una explicación plausible: tendemos a dividir los fenómenos naturales y sociales en dos categorías de forma sistemática. Parece una especie de proyección cognitiva de nuestra bilateralidad corporal. Noche y día, luz y oscuridad, alto y bajo, sabio y necio, rápido y lento, pesado y liviano, abundante y exiguo etc etc…

Un mundo que queda dividido en dos por la percepción es el escenario en el que el maniqueo hace la representación de sus categorías absolutas más creíble. Eso al margen de que la reducción de los márgenes de libertad, del número de opciones disponibles para satisfacer nuestras vitales necesidades, lleve a un mayor maniqueísmo, así como lo contrario a un mayor relativismo.

El relativismo moral y el cultural, derivado de este, prestan tanta atención a todas los abigarradas nubes grises, que pierden por completo de vista los extremos. Así se les hablan de un negro dirán que es un gris concentrado, y si le señalan a un blanco insistirán en que es un gris muy difuso. La gradación de uno a otro extremo es absoluta, la moralidad un continuo en el que no existen fronteras discernibles.

Pero ¿Qué sucede cuando alguien osa negar esta cosmovisión, señalando casos claros (u oscuros)? Será tachado de malo. Es decir, para el relativista son buenos los que se solazan con ellos en la confusión de tonalidades morales, y malos los que hablan de categorías morales discretas, calificados, tantas veces, de maniqueos. Pero no siempre lo son. En ocasiones, y no pocas, su visión responde a un análisis sosegado de la realidad, pasado por el cedazo de la experiencia y del sentido común. Los relativistas sin embargo no aprecian esto, ni el cambio de registro que han realizado al señalar como malo algo, pasando inadvertidamente de una escala moral continua a una discreta.

Un punto reseñable en relación a los relativistas morales es su cobardía. Generalmente no se enfrentan a los que sostienen posiciones maniqueas de forma violenta más allá de sus fronteras, salvo que nieguen explícitamente su relativismo. Si les cae cerca se postran ante el nuevo ídolo, que es lo que más les conviene…. Por otra parte bien se cuidan los déspotas del mundo entero de relativizar de forma tal que su causa espuria sea presentada como alternativa moral, cultural o política a un paradigma dominante (Occidente, el capitalismo, la globalización o lo que sea).

Nuestros relativistas se creen muy inteligentes, y muy profundos, mirando a tal o cual gris y cantando las alabanzas de los inexistentes puntos medios morales, culturales y políticos. Terceras vías muertas son lo único que pueden ofrecer en esa lucha entre el bien y el mal que constituye la lucha entre el capitalismo y el socialismo, las religiones y culturas pacíficas y las agresivas, las leyes y el caos, la civilización y la barbarie.

Pero no dudan en señalar con su dedo acusador, hipócrita y sicofanta a todo el que se atreva a poner en duda sus contradicciones fundamentales o a sugerir que en algunos asuntos hay cosas buenas y malas, bien y mal hechas.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

Artículos: 465