Desde el otro lado

No crean todo lo que les digan. Aídos, Malenis y demás miembras de la movida progrefashion son excepciones dolorosas. Las mujeres, en general, no sólo vienen al mundo dotadas de grandes dosis de sentido común; si se toman la molestia (es costoso, créanme, yo no puedo hacerlo casi nunca) de escuchar cuando hablan, de ver cuando se mueven, serán capaces de redescubrir el mundo.

Es curioso el bajo número de mujeres en esto de la blogocosa. No ya de la «liberal», no. De la blogocosa en su totalidad. Tal vez se deba a que lo femenino está ya tan cargado de virtualidad en sí mismo, que las hijas de Eva no necesitan de espacios virtuales artificiales como los que nos inventamos nosotros. Y, probablemente por ello, cuando una mujer salta a la blogosfera, nunca pasa desapercibida.

Podría hablarles en tono muy elogioso de de las blogueras que más cercanas me son, pero a ellas ustedes ya las conocen. Las Nora, Berti, María … No. Hoy les voy a hablar de Raquel.

Raquel «escribe» en BlogBis. Entrecomillo la palabra escribe porque no es eso exactamente lo que hace. Raquel toma un trozo de realidad, lo transforma en imagen borrosa y lo apostilla de la forma más breve posible. Es un visto y no visto, un  flash, una instantánea. Nos obliga a repensar lo que creíamos cierto casi de un empujón. Sus «frases boludas» saltan a borbotones imparables, machaconas, agrias. Pero siempre con un guiño cómplice que todo lo suaviza (sus fotos).

Si todavía no la conocen, ya saben dónde encontrarla.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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6 comentarios

  1. Quien haya llegado hasta aqui, que busque este libro: «Sabiduria de un pobre». Saludos.

  2. Un artista, tras llegar a conocer por experiencia la limitación de todo cuanto desea y ya, sin ilusionarse demasiado con ello, haber aprendido a disfrutarlo en su relatividad y no sentirse demasiado defraudado porque no dé mas de sí, a pesar de todo, no acaba de perder aquella expectativa ilusionada de los ninos, que siempre espera más y algo distinto, pero no sabe qué.

    Si esta capacidad llega a perderse, si deja de haber en cada situación real un horizonte de incógnitas prometedoras, todo aparece como nadificado, sobreviene una amargura difusa que todo lo envenena y se apaga el deseo de seguir p´alante, el único básico e imprescindible para que cada tensión o incidente de la vida no se haga intolerable…

    Hay otra posibilidad de superar la frustración o la desilusión que produce la relatividad de todo lo anhelado y conseguido, un verdadero “Cheat” o “Modo Trampa” existencial y es el acercar, uno mismo, aquel horizonte prometedor y misterioso que se insinuaba al final de cada busqueda…, y colocarlo detrás de cada realidad pequeña y cotidiana.

    Es la experiencia del mundo familiar que tienen los poetas (o los místicos)… pero ya sin esa avidez de apoderarse explotadoramente del objeto, en una posesión material y destructiva de su no sé qué de promesa y de misterio; más bien dejándolo estar en su “otredad” propia y recibiéndolo provisoriamente como un obsequio ajeno, pasajero …

    …mas nunca definitivamente disponible, nunca hasta su agotamiento, su destrucción y nuestro hastío.

    Se trata de la eterna cuestión de los diversos modos de disfrutar de un predio: ¿quién lo disfruta más, el propietario que se siente dueño de él y posee una escritura a su nombre, el invitado que caza en él, o el artista que aprecia técnica honda y complejamente sus bellezas?

    Creo que ell cazador, victima de sus elevados niveles de testosterona, sufre un espejismo.

    Los aficionados a la caza aseguran que aman a los animales, pero su amor a los animales y su admiración por la naturaleza concluye, se da cumplimiento, en un acto que destruye la vida de los mismos.

    Así suelen comportarse nuestros anhelos y su realización, por eso nos defraudan al final, porque algo se destruye en lo que antes deseábamos, al acceder a ello.

  3. Un artista es un poco un niño grande que existe sólo en el presente de en sus juguetes, al margen de las responsabilidades, que cuentan ya con el tiempo e instrumentalizan todo en aras de unos resultados y unos beneficios.

    El tiempo con sus espejismos de perspectivas inasibles y cambiantes nos tiende trampas y no es fácil, al menos para mí no lo es, situar el acento ¿donde, en algún resto del pasado, en el acoso del presente, en la tracción ilusoria, quizá angustiosa del futuro?

    Lo cual, que acompasarse al tiempo es complicado. Y artista o niño es aquel que decide hacerle trampas a su tiempo.

    Un niño y un artista no articulan lógicamente el tiempo…bueno, el músico sí, pero los demás dejan coexistir sus éxtasis irreales con la realidad de aquí y ahora.

    En el niño el presente se desdobla en acosos del pasado y fantaseos del futuro; en el artista, si no está muy ido, por supuesto, el presente se enriquece y el pasado, conservado afectivamente vivo, asi como el futuro, anticipado creadoramente se integran en él y lo incrementan con nuevas dimensiones reales.

    En realidad lo que hace el artista es dar actualidad o “materializar” los deseos, o ese ingrediente secreto, fantasmatico, emotivo e infantil de nuestros deseos que se proyecta sobre las cosas y las personas que creemos desear.

    Eso es lo que diferencia a un artista de los demás: que él «sabe», que él no se cree ni sucumbe a la ilusión de que tales cosas o personas vayan a satisfacer el deseo una vez poseídos.

    Por comparación la economía y sus procesos cainita/utilitarios hacen efecto de estar al servicio de lo más iluso e infantil del hombre.

    El artista parece es mas realista que el analista cuantitativo de la City o que el jesuita de RRHH: literalmente se toma la justicia por su mano y no espera a que el futuro le traiga una persona o cosa venida a menos, incapaz de colmar sus deseos.

    Mucho más lúcido que el hombre “de acción” produce él mismo aquí y ahora, como una promesa, el objeto, ¿quizá un objeto verbal? de su deseo.

    Pero no se adueña de él, sencillamente lo deja ahí.

    Porque no aspira a más que siga siendo lo que es, en un horizonte irreal, no poseíble: hacerlo tangible, y a la vez más ello mismo en cuanto posibilidad.

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