Con mis limitadas capacidades trato de explicarme fenómenos muy complejos. La razón que subyace a ese deseo de explicación es la supervivencia. Uno desea conocer el entorno político, económico, social, cultural y jurídico en el que ha de desenvolverse en el futuro.

Hay una ley de la naturaleza que ninguna sociedad, por compleja que sea, puede soslayar: todo beneficio se obtiene a partir de un coste. Esto significa, ni más ni menos, que nada es gratuito, que nada surge de la nada, que todo se genera con esfuerzo, movilizando recursos.

En cualquier sistema que merezca ese nombre, por complejo que sea, han de existir, para el mantenimiento de su estructura y función, y como contrapartida de los rendimientos que ese mantenimiento supone, unos trabajos y gastos energéticos. Esto se produce desde la célula hasta la sociedad.  Como nos enseña la segunda ley de la termodinámica solamente los sistemas abiertos son capaces de sobrevivir, y solamente a costa de un incesante trabajo.

Las sociedades decadentes son aquellas en las que, tras haberse generado en sucesivas generaciones de gran trabajo un capital, se destruye este por parte de herederos relajados. Esto sucede en muchas familias ricas, e igual –no tenemos porque asombrarnos- en las sociedades.

La consecuencia de la destrucción del capital es la escasez de recursos, y esta lleva a su vez al conflicto por los mismos, lo que conduce a guerras y terremotos políticos. Durante la bonanza se van generando toda clase de instituciones superfluas. A través del mecanismo democrático, con la debida demagogia, prometiendo lo que no se puede dar, se crean Ministerios y Agencias Estatales, todo un aparato inútil y derrochador, que se convierte, conforme crece, en una pesada rémora para la sociedad que lo soporta. Como los miembros de estas instituciones realizan una actividad «benévola» -si bien del todo innecesaria y que no logra ninguno de los fines últimos para los que fueron creadas- tienen la sensación de ser útiles. Por otro lado obtienen su rendimientos particulares de ella y los defienden como gatos panza arriba -¿y quién podría reprocharles que defiendan sus garbanzos?- Tienen la posibilidad de coaligarse y constituir un grupo de presión, y con ello mantener su posición indefinidamente forzando al sistema jurídico a reconocerles un estatus de intocables.

Los empresarios han de adaptarse a este marco institucional. Muchos establecen relaciones estrechas con el mismo de forma tal que se convierten, en cierto sentido, en parte del aparato. Surgen toda clase de transacciones espúreas sacralizadas por la ley, así como otras bajo cuerda aceptadas por todos los intervinientes. Lo importante son los que están dentro, no los que están fuera. Algo parecido pasa con los sindicatos, imbricados en el aparato, metidos de lleno en las transacciones y en la política. No defienden a la «clase trabajadora» sino a los que están dentro, y, dentro de estos, a los que son sus simpatizantes y afiliados, a costa de todo lo demás, de todos los demás.

Nuestra democracia, tal como se practica, y quizás tal como puede practicarse, es una lucha de intereses contrapuestos, sí, pero en la que son los intereses de los grupos organizados no democráticamente los que prevalecen. En realidad «el pueblo» importa poco, salvo que por pueblo se entienda los que se proclaman sus representantes, y que solamente representan intereses de unos pocos particulares.

¿Qué queda al final de todo este proceso, que cabe calificar con todo derecho de proceso decadente?: grandes e inútiles grupos de privilegiados cual pesado orbe sobre los hombros de quienes trabajan para generar riqueza. Igual que un hombre no puede huir del león con una mochila llena de plomo a su espalda, una sociedad no puede afrontar una crisis con ese peso institucional muerto encima. De hecho la crisis deriva de ese peso. Y ese peso se parece bastante a un tumor maligno, que crece descontroladamente a costa del organismo que lo alberga sin aportarle nada: matándolo, de hecho, al final.

Atendiendo a la naturaleza humana y la dinámica de esos sistemas complejos que son las sociedades no nos queda otra conclusión que la más pesimista. Los seres humanos miramos nuestro interés y el de los nuestros a corto plazo, y, por otro lado, idealizamos el interés en futuras generaciones (desplazamiento en el tiempo) y personas de otras culturas y lugares (ayuda internacional, alianza de civilizaciones, desplazando en el espacio y en el centro de interés, que radica siempre en el ego). Mientras la tripa está llena y todo parece ser sólido alrededor (tiendas abiertas, camiones trasportando bienes, bancos dando servicios, gente en los bares, ….) nos sentimos solidarios con aquellos por quienes no daríamos ni un duro en caso de necesidad acuciante. Muchos son los que se aprovechan de esta falsa solidaridad comprando el voto al precio de una ilusión ignorante de estómago lleno. Estos políticos demagogos que aprovechan la coyuntura de bonanza son sus sepultureros. Despilfarran el capital en el presente prometiendo futuros. Los que más, por supuesto, los socialistas, que no dudan ni por un instante en hacer creer y si es preciso creer ellos mismos las farsas de la redistribución y la justicia social –tamaña injusticia. Pero de cerca les siguen los conservadores tecnócratas, en el fondo socialdemócratas pijos.

La sociedad, como sistema, colapsa a partir de un número crítico de parásitos. No se puede generar más riqueza que la que se obtiene a partir del trabajo y la inversión real, por muchos tejemanejes financieros que se hagan, por muchos trapicheos que se organicen en despachos municipales o ministeriales. Un sistema social se cierra, y se derrumba. Y al final sólo queda la guerra.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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20 comentarios

  1. Que no deje coments no significa que no os visite, como entiendo que sucede a la inversa (en este post tuyo… je… hasta podrías haberme citado por lo similar de alguna frase). Es un placer bidireccional. Un saludo amistoso a todos.

  2. Sea o no sea rasa la tábula, se toma poco en cuenta que el ser humano no viene “hecho”, listo para enchufar, ni siquiera programado. Ha de hacer“se” para existir como persona lograda y dueña de si, como sí mismo. Y las pautas para hacerse hay que elegirlas, seleccionarlas y asumirlas y adaptarlas a las propias cualidades.

    Y aquí encontramos una primera dificultad, pues no se da por naturaleza ningún “sistema operativo”. Si se diera, todas las etnias y todas las épocas habrían tenido ese sistema y éticas fundamentadas en él, y esto va contra el canal historia, el Discovery channel y toda la experiencia antropológica.

    Esto es cultura pero la cultura no es menos fuerte que la naturaleza sino, a estos efectos, más.

    Además, hoy en día, es opinión y doctrina común que ante todo ha de prevalecer la libertad en la opción y que en último término es la conciencia personal decide, se supone que tras una reflexión madura y no a la ligera y por resentimiento o fútiles motivos.

    El caso es que hemos de hacernos y de entrada no sabemos cómo. Y ya en el modelo que se adopte se esta comprometiendo la libertad de ser.

    Y nunca se es del todo.

    De ahí la insatisfacción permanente pues siempre quedan asignaturas pendiente.

    La principal asignatura pendiente es la identidad segura de sí en sus opciones.

    O sea, que la primera opción es arriesgada, pues para optar con sgarantías habría que haber recorrido ya las trayectorias posibles de una opción, la misma tal vez que hacemos en el riesgo de equivocarnos pero ya vivida. Y esto no es posible. De ahí el miedo.

    Si pudiésemos, antes de optar, tener presentes los posibles resultados de todas las opciones posibles, no seriamos tal vez libres y desde luego no seriamos libres en el riesgo. No arriesgaríamos nada, eligiríamos lo mejor ante unos resultados que garantizarían su éxito.

    Y en este llegar a ser juegan tres procesos por lo menos.

    1) La alimentación del ser por el hacer (implica ulteriores posibilidades de ser mas o de otra manera, posibilidades que se van reduciendo con el tiempo).

    2) La creación en el entorno de expectativas y atribuciones que realimentan las motivaciones para actuar y de seguir existiendo de la forma progresiva que se ha elegido.

    3) La sensación de estar comprometido en una linea determinada, que obliga a seguir la linea asumida previamente, la coherencia.

    No cabe duda de que de que la inconstancia, el no ser congruente con los principios, las pautas o los fines propuestos produce siempre decepciones en los demás. Especialmente en profesores.

    Es índice de debilidad y confusión, de poca validez, de ser un Guti o un De la Red.

    A la mayoria de la gente válida, madura, fiable les basta dejarse llevar de tales compromisos y de su inclinación tenaz a responder a las atribuciones y expectativas de su entorno social para realizar sin esfuerzo comportamientos que en otras circunstancias o para otros tipos resultarían difíciles o arduos.

    Es un estar metido en situación que arrastra sin esfuerzo a repetirse. Y así se existe. Rocco no perdía nunca la erección. Visconti trabaja dieciocho horas al día

    La meta final, amarga, tardia y no frecuente, pues exige otras condiciones especiales, es cuando se alcanza un final de trayecto que no es sino comienzo de un trayecto nuevo.

    Pero ya desde bases ciertas y no revisables, sin zozobra ni miedo ante opiniones negativas ajenas, las cuales, aunque puedan dar que pensar, no hacen vacilar.

    No es una banda ni una medalla, ni afeite ni un postizo, aunque nunca se vayan a eliminar del todo, imitados de un modelo o de un estereotipo, sino la seguridad en los que se piensa, se siente y se hace, dentro de unos limites de humildad no “confusa” y en vistas del deber que la convivencia el “factor tierra” –ahí estamos, Kantor- y el bien general imponen.

  3. ¡Hombre, Suchowolski!…un placer tenerte por aquí de nuevo.

    Creo que, aparte de lo histórico y lo contingente, hay algunas leyes que subyacen a este maremagnum de sucesos, y que son permanentemente desatendidas por unas mentes que, al hacerlo, siguen otras leyes….y seguimos sobreviviendo.

    Luis, ¡el orgullo es mío!

  4. Al final, estimado Carlos, somos todos supervivientes. En Germánico tenemos al superviviente paradigmático: en lo que escribe transluce cómo sobrevive su vida. Es un orgullo para mi disfrutar de sus ideas en este blog.

  5. Un saludo desde el mismo sentimiento y una visión en primera instancia pareja. Te vuelvo a invitar a profundizar en esa línea que no creo que te parezca mal llamar «antiburocrática» y que para mí muchos aportes pertenecientes a la Teoría de la Complejidad ayudan a ver como «linea» principal en la Historia y a dilucidar el presente y sus origenes.
    Un saludo a quien siempre consideré una buena mente inquieta por «explicarse el mundo», perdón, por… sobrevivir.
    Carlos S.

  6. Principio Cero,

    Yo hablaba de los sistemas abiertos como contrapuestos a los cerrados, y por ello me iba al sistema vivo de la célula; hablaba del trabajo como rebelión de la materia contra la muerte del determinismo físico, y, si nos vamos a las sociedades, del trabajo como rebelión contra la muerte de la igualdad de todos en la miseria.

  7. Sr Germánico:
    El segundo principio( por cierto: NO LEY), que aplica sólo sobre sistemas cerrados (y sólo hay un sistema cerrado estricto conocido: el Universo), dice que cualquier modificación que se produzca en dicho sistema acarreará un incremento de la entropía. La entropía, mal llamada nivel de desorden (o caos: es bonito pero poco apropiado), mide el grado de exhaustividad del sistema. El grado de exhaustividad se ha definido, brillantemente, como la capacidad de un sistema de evolucionar hacia estados diferentes: A mayor entropia, menor capacidad de evolución del sistema. Todo trabajo sobre el sistema hará pues disminuir la capacidad del sistema para evolucionar. Verá que esto se acerca al determinismo histórico marxista.
    La interpretación social-económica (inaplicable desde un punto de vista científico, inútil en mi opinión) nos llevaría a un escenario en el que la evolución del sistema acabaría en un magma no evolucionable pero, ojo, igualitario para elementos que lo forman, que es la forma de menor energía y por extensión, la de mayor entropía.
    Insisto en que el segundo principio no es en mi opinión aplicable a un sistema social, pero cuando se ha hecho los resultados se decanta, como decía, por la muy aburrida vertiente socialdemócrata.

  8. Juano, estoy de acuerdo en lo de los valores. De hecho creo, amigo (*), que lo que la izquierda llama el mundo de la cultura es o bien un cientifismo ateísta, o bien un lirismo puro desconectado de la realidad.

    Señor Principio Cero,

    No digo que no tenga razón, ni que la tenga, pero le rogaría que argumentase un poco su seguro interesante punto de vista.

  9. Señor Blog:
    No utilice el segundo principio en vano, que ni por asomo le dirige en esa dirección. Debe usted saber que este principio no es sólo socialdemócrata sino que se inclina peligrosamente hacia la anarquía (la izquierdista, no la de usted.
    Un cordial saludo.

  10. El tema de los valores es problemático para un conservador porque al bloque cultural socialista, unas veces liberaloide, otras veces marxista, pero cada vez más hegemónico sólo se opone un ejército de Pancho Villa.

    Cuando la gente no pueda trabajar ni pagar el gas, reclamará valores, entonces el marxismo levantará su sucia cabecita y tanto conservadores como liberales seremos laminados.

    Parte del problema quizá reside en la Iglesia, una institución de indudable arrastre, que ha abierto demasiado el abanico de interpretación de sus principios y no «transmite» con claridad. Aquí he hablado de ello.

  11. Un par de brochazos:

    *Con los fondos europeos manando, en este país se tuvo la percepción de que la riqueza provenía del estado. Esto socavó toda escala de valores potenciadora del trabajo duro y dio lugar a los rebaños de empresarios que se pusieron a pastar en torno a esas fuentes de riqueza. Todo un esperpento: de la noche a la mañana se minan los cimientos y se pone todo el mundo a empujar en la misma dirección para tirar el edificio. ¿Para qué queremos techo si siempre hace sol?

    *Las recetas del 96 fueron un flash que mostraba el camino a seguir. Pero ni los que propusieron las recetas pudieron evitar caer en la tentación de arreglarnos la vida y nada hicieron por reparar lo principal. Para que pueda haber una reacción tiene que haber valores antes que nada. Al igual que la riqueza no mana de la nada, la rectitud moral no deviene de la casualidad. Quien no las ha pasado canutas es difícil que adquiera la cultura del sacrificio por ciencia infusa. Así que me temo que tendremos que pegarnos el taponazo para que la gente empiece a reaccionar. Y cuidado, que ya estamos viendo a los socialistas preparando el terreno para que la reacción se conduzca por donde a ellos les convenga… Así que puede que ni por esas entre la gente en vereda.

  12. Muy buenas reflexiones Germánico.

    No obstante, yo soy más optimista. Antes del colapso, supongo que se impondrá la cordura. A nivel local, ya conocemos las recetas. Se aplicaron en el 96.

  13. La ascensión de los Césares, debo añadir, siempre es traumática tanto para sus partidarios como para sus detractores, y, probablemente más, para los que estén por medio. Uno no se hace César sin violencias e insidias.

    «Cada cosa paga su precio»: el del dominio es la intranquilidad permanente, el estar siempre alerta contra las conspiraciones y las rebeliones, y mancharse las manos de sangre.

    La vida es un sueño, y, como tal, a veces se torna pesadilla.

  14. Es interesante eso que enlazas y transcribes. Como toda gran generalización es sumamente especulativa (también, es cierto, lo escrito por mi) pero en efecto, se les ponga el nombre que se les ponga, hay unas tendencias, que derivan de la proyección en la sociedad de nuestra naturaleza. Con ZP no ha vuelto el comunismo de Stalin, porque el contexto histórico no aceptaría un Stalin ni su discurso duro y categórico, más propio de épocas de gran inestabilidad y de más heroismo (en un sentido amplio), algo así como lo que llama el autor que mencionas «dionisiaca», pero si se aprecia que comparte con aquel algunos esquemas esenciales en el pensamiento profundo (y probablemente inconsciente).

    Disculpa por lo de pijo. Era un exabrupto. Es que me preocupa que nuestra derecha se «centre» tanto que pierda el norte.

  15. Anaximandro dice que cada cosa paga a la otra su precio. “…se pagan pues mutuamente la justa multa, [dike, justo precio en contexto] por su demasía en la sucesión del tiempo”.

    Y se explica por lo dicho inmediatamente antes “Principio y fin de los seres en el ilimitado, por lo cual el llegar a ser y el pasar les sucede a todas las cosas según su orden debido…”. La pretendida “injusticia”, adikia, ha de leerse por demasía por existir a costa de otro ser, viniendo a ocupar su puesto.

    Sería otra versión de la sentencias de Calderón en la vida es sueño: “El delito mayor del hombre es haber nacido”. ¿Tiene solución..?

  16. No necesariamente la guerra. Volverán los «Césares», pero podrían ser tolerables:

    «…Para Nietzsche, ante el eterno retorno de lo idéntico cabe la desesperación de Sísifo, pues en su imagen, el carácter esencialmente circular del tiempo constitye la serpiente negruzca que se introduce en la garganta del individuo y que amenza con ahogarle. Pero adverte que también es posible la aceptación que de ello hace el hombre superior, que encuentra así una fuente de alegría y paz. Aconseja tener la voluntad de que retorne todo lo que ha sucedido.

    «Y en dirección análoga, Spengler considera que tachar de pesimista su obra, por lo que tiene de predictora del futuro, es «el clamor de los eternos rezagados».

    «También cabe el escapismo, postura menos esforzada, y por ende, más abundante.

    «Yo propongo aceptar la realidad. Y la realidad que yo propongo aceptar serenamente, es mucho más fácil de asumir que la descrita por Niertzsche, pues yo no creo que el retorno – necesario- sea de lo idéntico, sino sólo de las tendencias; es también menos incómoda que la descrita por Spengler, porque yo no hago ningún pronóstico de inmediato fin de nuestra cvilización, sino sólo de una más de las fases de la misma.

    «El retorno no implica determionismo de la conducta humana, sino sólo un mecanismo natural de las tendencias. Comparto, en este punto, al visión de Hobbes para el cual, el hombre se diferencia de los animales en que éstos se mueven por inzstinto,unidireccionalmente, para satisfacer inmediatmente su deseo o necesidad, mientras que el hombre, por la razón, es capaz de mirar más allá y por tanto optar por la no satisfacción o no satisfacción íntegra, del deseo inmediato…»

    (Pp 63-64). Gracias por lo de pijo, hombre.

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