Pffff … Zapatero promete …. jaajajajaja ….

….. bueno, lo mejor es que lo vean ustedes mismos (click para ampliar):

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Pero eso no es lo mejor, no. El Diario de León (siga el enlace y descienda hasta el final de la página) consigue ofrecernos lo más destacado del discurso de Zapatero (click para ampliar):
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Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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4 comentarios

  1. Me está dando vergüenza del rollo que he echado. Quería decir que no sé si es mejor que los politicos cumplan sus promesas o que las incumplan. Lo llamaremos democrcia.

  2. La voluntad de exclusión o la envidia, sí, la puta envidia, puede ser lo que complica muchísimo las operaciones de la ambición, al sustituír la persecución de objetivos por el sabotaje del adversario. ¿Cómo describir el comportamiento de unos señores empeñados en jugar al golf según la reglas del hockey sobre hielo? Absurdo, ¿no? Al fin y al cabo, de la ambición podría resultar alguna ventaja, aunque sólo fuera nominal u abstracta; la puta envidia, en cambio, sólo promete penalidades: ha complicado tanto los medios que acaba complicando los fines. Es como tomar un supositorio por la boca, pero poniéndose cabeza a abajo.

    A ver, aquí quién no es un poquito rodríguezapatero. Cada uno sabe, ama, suda la gota gorda y comete a diario el desatino de creer que sabe aquello que ignora, de amar lo que no existe y de aumentar inútilmente los sudores fríos. La manera más usual de aumentarlos es multiplicarlos por el miedo a perder algo. Todo sufrimiento tiene un límite “clínico”, pero el miedo, como producto de la imaginación, no conoce límites: es capaz de producir cualquier sufrimiento imaginable. Tu rodríguezapatero tiene miedo de irse a la calle y ese mismo miedo le acaba dejando en la calle, chupándose el dedo. Por temor a verse privado de lo necesario, acumula activos que no necesita; esta acumulación acaba muy pronto alterando equilibrios y causando escasez. Su único consuelo es pensar, “Yo tenia razón, me han criticado injustamente”. Por supuesto, antes de que se produjera el desastre ha estado sufriendo constantemente, ya que el temor a un soponcio posible es un soponcio real.

    Lo mismo sucede con el ansia obsesiva de seguridad, os habréis dado cuenta de cómo ha crecido últimamente la industria dedicada a fabricar coches blindados, cerraduras herméticas, sirenas automáticas, puertas acorazadas, cajeros indestructibles, etc. pero esto, que al parecer nadie se explica, es sólo un episodio en nuestra historia o una parte relativamente pequeña del problema. Si hoy existen sensores de movimiento, ayer había torres por todo el litoral, caminos reales, puentes levadizos, cinturones de castidad -y de calidad, suponemos-. En todo tiempo los nietos del abuelo han sentido insegura la corona en las sienes y han exigido garantías, resguardos, precintos y documentos que legalizasen otros documentos.

    Si optaban por depositar sus bienes en una compañía de seguros, el propietario necesitaba cerciorarse de que ésta se hallase debidamente cubierta por otra compañía de seguros y reaseguros, la cual a su vez de había de estar respaldada por… todo inútil. Después de haber atrancado firmemente las puertas y las ventanas de su mansión, el nieto del abuelo sigue tan vulnerable como antes, del todo indefenso ante sus peores enemigos, esos fantasmas tan temibles que laten en el fondo de sus ojillos. Buscando obsesivamente la seguridad, ha terminado por vivir en estado de inseguridad. El caballo que piensa en tropezar, tropieza. El nieto del abuelo que se esconde en una caja fuerte dentro de una habitación blindada en un bunker inexpugnable, no repara en que la ha construido encima de un volcán.

    Hace muchos años fue retirada la estatua de Montaigne que había en la plaza de la Sorbona, frente a la universidad, y sobre el pedestal vació apareció este cartel: Me da vergüenza, me voy. Es posible, sí.

  3. Luis no hay discurso. Los directores de campaña de Z han diseñado un oleda masiva de publicidad para vender el «detergente» Z. Lo lógico y natural es que esto acabe por desmovilizar a los socialistas más desengañados, que reciben como cura lo todo de sus problemas un cubazo de frases publicitarias, y caliente al votante pepero.

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