La otra guerra fría (entrevista a Javier Martín)

Javier Martín. Fotografía de Javier Linzón de la agencia EFE.

Y yo me pregunto quién es Donald Trump para decidir de qué país es capital Jerusalén. Y me lo pregunto sincera, y acaso inocentemente. Es obvio para todos que el Presidente de EEUU es un personaje de la mayor relevancia en el mundo, y lo es también que Israel es el aliado en Oriente Próximo de la Casa Blanca. Durante muchos años de conflicto palestino-israelí, los Estados Unidos de América, desde sus más altas instancias, han jugado un complicado juego de apoyo a los judíos (rodeados de musulmanes hostiles) y, simultáneamente de fomento de la paz en la zona que se disputan con los palestinos, tratando de poner freno a las excesivas ambiciones territoriales judías y de establecer definitivamente fronteras que hagan posible la convivencia entre comunidades y la sensación de territorialidad de sus respectivas identidades. En ese punto la cosa se complica tanto que se convierte en aparentemente irresoluble.

El órdago que representa el reconocimiento de Trump de Jerusalén como capital de Israel ya ha sido respondido por los palestinos, entre otros muchos, con un «veo»: Jerusalén es la capital de Palestina.

¿Qué busca Donald Trump, personaje histriónico y provocador, con esta «declaración unilateral»? La respuesta está, por supuesto, en la mente de Trump o, si lo prefieren, en el groupthinking de sus colaboradores. Pero podemos aventurar alguna tentativa de respuesta, a riesgo de equivocarnos estrepitosamente.

El aumento del poder de Irán en Oriente Próximo, y más ahora que el ISIS ha sido barrido (al menos como Estado Islámico y Califato Sunní Salafista Yihadista) supone un desafío geoestratégico sumamente preocupante tanto para Israel (enemigo declarado de los Ayatolás) como para EEUU, que observa con pavor cómo uno de los países de su Eje del Mal (para el que EEUU es, recíprocamente, el Gran Satán) expande su influencia mientras podría tener ya muy avanzado un programa de Armas de Destrucción Masiva que podría hacer temblar los escombros que quedan en Oriente Próximo. Y recuerden el pretexto del antecesor Republicano en Washington, George Bush Jr. para invadir Irak en 2003 (ADMs por todas partes). Trump, en definitiva quizás lo único que quiera sea la guerra, simple y llanamente, y cuanto antes mejor, para frenar a Irán.

El Eje del Mal de Bush (Irak-Irán-Corea del Norte) parece gustarle a Trump, una vez convertido Irak en un desierto lleva un tiempo con la mirada fija en Corea del Norte e Irán. Curiosamente su «jefe» del Kremlin tiene buenas relaciones con Irán y con los países de su esfera de influencia, como la Siria de Assad, las partes del Líbano controladas por Hizbullá o las de Irak en las que la mayoría de la población es Chií. Es interesante el detalle aparentemente sin importancia de la confesión de los aliados. En Oriente Próximo ha habido siempre dos grupos, Chiíes y Sunníes, y por motivos que desconozco son los primeros los que parecen «caer bien» a Putin. Ambos grupos confesionales tienen una larga historia que se remonta a poco tiempo después de la muerte de Mahoma y tienen sus parecidos y diferencias que, en las circunstancias menos favorables pueden polarizar religiosamente y conducir a un enfrentamiento entre confesiones. Esto sucede hoy en día. El ISIS fue particularmente despiadado aniquilando a todo aquel que no rezase a Mahoma a su manera. Y los propios Chiíes han asesinado a Sunníes por su confesión.

Pero la polaridad esencial de esta, la otra guerra fría, tiene una base política y económica muy sólida, y las diferencias religiosas solo contribuyen a echar más leña al fuego. Irán es un Estado Teocrático Chií. En frente tiene al país que más ha hecho por fomentar el terrorismo internacional y el radicalismo yihadista, la Monarquía Absoluta de corte Teocrático Wahabí de los Saud, Arabia Saudita.

En estos momentos están ocurriendo muchas cosas a un tiempo y parece darse el ambiente apropiado para un cambio de proporciones impredecibles, pero seguramente enormes, todo un Señor Cisne Negro abre sus alas dispuesto a batirlas, si nos atenemos a las enseñanzas de Nassim Nicholas Taleb, el pensador de origen maronita libanés.

Para entender un poco mejor estos procesos en marcha hemos contactado con Javier Martín, reputado experto en el Chiísmo y autor de varios libros sobre diversos asuntos de la política y la sociedad en Oriente Próximo.

 

Libros de Javier Martín:

Los Hermanos Musulmanes

Suníes y Chiíes, los dos brazos del Islam

Estado Islámico

La Casa de Saud

Hizbulá, el brazo armado de Dios

 

1.- Los dos brazos del Islam: Suníes y Chiíes. Es indispensable que los distingamos para entender el Islam, la historia de Oriente Medio y su presente, así como intentar anticipar su futuro. ¿Podría explicar para dummies qué son, qué representan y que debemos tener presente de estos dos brazos, para no confundirlos permanentemente hablando de «islamistas»?

 

El Islam se dividió en dos ramas tras la muerte de Mahoma, principalmente por una cuestión política relacionada con el liderazgo y la estrategia a seguir por la incipiente comunidad. Una parte consideraba que el Profeta mismo había designado sucesor a su primo y yerno, Ali bin Abu Talib, esposo de su adorada y polémica hija Fátima, durante el controvertido sermón de Ghadir al Jumm. Otros, sin embargo, creían que el heredero debía salir del círculo cerrado de los compañeros del Profeta. Los partidarios de los derechos hereditarios de Ali y de la familia del Enviado son los chiitas, y suponen en la actualidad en torno al 15 por ciento de la población. Fragmentados en diferentes corrientes, se concentran en Irán y zonas de Irak, Yemen, Siria, el este de la península Arábiga, el Líbano, la India y Pakistán, principalmente.

La escisión o fitna comenzó a producirse en el año 661, en plena guerra civil musulmana, cuando ya nombrado Ali califa o sucesor fue asesinado por un jariyí en la mezquita de Kufa (Irak). Los jariyies eran una tercera rama, activa en aquel momento, que creía que a la sucesión y liderazgo podía optar cualquier creyente recto al que apoyara la mayoría de la comunidad musulmana.

A la muerte de Mahoma, este liderazgo había sido entregado a Abu Bakr, considerado la mano derecha del Profeta y el primer hombre en convertirse al Islam. A la la muerte de éste, pasó a los líderes de la casta militar en el tribu de Quraish, Omar y Uthman, que impulsaron las conquistas más allá de la península Arábiga. La época de esplendor conquistador, comenzó con la designación de Muawiya, otro líder militar, primero de la estirpe de los Omeya, que le disputó el liderazgo a Ali. Ellos fortalecieron el dominio suní.

La escisión definitiva se produjo en el año 680 cuando las tropas de Yazid I, hijo de Muawiya, establecido en Damasco, mataron a Hussein, segundo hijo y sucesor de Ali, y a setenta miembros de su corte y estirpe tras la batalla de Kerbala (Irak), masacre que los chiíes rememoran con tristeza cada año durante el mes de Ashura.

Iguales en el dogma, se diferencian en la doctrina y en el proceder de algunos ritos. En general, tanto la jurisprudencia como la teología está más avanzada en el chiismo que en el sunismo, considerado aún así la ortodoxia.

Aunque las diferencias ideológicas se mantienen, y son explotadas principalmente por los movimiento salafistas radicales violentos para justificar sus acciones, el conflicto a día de hoy no es ni religioso ni sectario, sino esencialmente político. Un pulso entre Irán -único estado chií del mundo- y su eje de socios (Siria, Hizbulá en el Líbano y grupos en Irak) y Arabia Saudí, que se arroga el liderazgo de la comunidad suní, aunque su corriente -el wahabismo- sea además de minoritaria, herética.

2.-Desde hace ya bastante tiempo hay un pedazo de tierra con costa en el mediterráneo este que ha sido el centro de todos los conflictos. Cualquiera pensaría que hablamos de Palestina e Israel, pero está más arriba. El Líbano, convulso con sus diversos credos y su reparto político, con el paso por sus tierras de la OLP, Siria, Israel e Irán (unos sobre el terreno y otros con agentes, como el Partido de Dios Chií simpatizante y en cierto sentido continuador de la Revolución Islámica de Irán). La guerra de Siria ha vuelto a fragmentarlo violentamente. El Primer Ministro Saad Hariri (suní) ha dado la espantada (o ha sido relevado por los saudíes) antes que sufrir el destino de su padre y el futuro del país vuelve a pender de un hilo que es la mecha de una bomba. ¿Qué cree que puede suceder en el Líbano en el futuro próximo?

Desde que el conflicto político entre Irán y Arabia Saudí estallara a finales de la década de los pasados setenta, el Líbano ha sido el escenario de la guerra diferida que ambos estados -apoyados por diferentes bloques internacionales-libran por la supremacía y la influencia en la región. La diversidad religiosa -en Líbano coexisten hasta 17 confesiones- y la proximidad a Israel han sido su definitiva condena. Cuando la guerra civil estalló en toda su crudeza (1975), el Líbano ya era un avispero en el que los principales estados de la región comenzaban a posicionar sus fichas. El embrión de la poderosa Guardia Revolucionaria iraní, por ejemplo, desembarcó en el país meses antes de la revolución que en 1979 acabó con la dictadura del último Sha de Persia, Mohamad Reza Pahlevi, y permitió el establecimiento de la teocracia diseñada por el ayatolá Rujolá Jomeini.

Casi al mismo tiempo, la resistencia palestina liderada por la OLP halló refugio en el sur del Líbano, desde donde comenzó a lanzar ataques contra Israel. En 1982, el Ejército israelí, comandado por el general Ariel Sharon, invadió y ocupó el sur del Líbano, entrando en Beirut y complicando aun más la guerra civil que desde 1975 libraban cristianos, chiíes y suníes, con el reparto comunal establecido por la Francia colonial como trasfondo del conflicto. Dos actores tradicionales más hicieron su aparición al tiempo que se sumaban otros nuevos: Siria ocupó el Líbano en 1976 y Arabia Saudí se puso a la cabeza de la comunidad a través de la familia Hariri, cuyo patrón, Rafik, padre de Saad Hariri y durante años primer ministro del país, se enriqueció construyendo palacios para la familia Real en Riad y otras ciudades saudíes.

Hariri murió en 2005 en un atentado con coche bomba que ha sido atribuido al régimen de Bachar al Asad, aliado de Teherán. Ese año, Hizbulá -partido chií nacido como movimiento de resistencia en 1985- ya era el grupo más influyente del el Líbano gracias a la victoria militar de su brazo militar, que obligó a Israel a retirar sus tropas del sur del Líbano en el año 2000. A Rafik Hariri le sucedió al frente de sus negocios, su partido y de la comunidad suní libanesa Saad, actual primer ministro. En 2008, Hizbulá convirtió su triunfo militar en una victoria electoral que le llevó a sumarse por primera vez al gobierno.

La revolución de 2012 y el posterior conflicto bélico en Siria han agitado todos los fantasmas de una guerra civil libanesa cerrada en falso en 1990. Hizbulá, aliado de Irán y por extensión del régimen de Bachar al Asad, se ha visto arrastrado a un enfrentamiento que ha aumentado tanto su capacidad operativa de combate como su arsenal; la comunidad suní se ha visto amenazada, por su parte, por la cercanía de los movimientos yihadistas. Y la comunidad cristiana ha quedado en manos del actual presidente, el el general Michael Aoun, el hombre que alargó innecesariamente el conflicto fraticida libanés un año en la década de los ochenta. A día de hoy, Aoun y el secretario general de Hizbulá, jeque Hasan Nasrallah, dominan juntos la escena política y el gobierno en Líbano.

En este marco, la crisis por la renuncia y marcha atrás posterior de Saad Hariri debe leerse en clave regional. Más allá del pueblo sirio, verdadero derrotado del conflicto, la guerra civil en Siria tiene un triunfador regional (Irán) y un perdedor (Arabia Saudí). Debilitado por los cambios en el mercado energético (principalmente por la autosuficiencia petrolera de EEUU, su principal sostén y aliado) y herido por el fracaso de la guerra en Yemen y las disputas palaciegas entre las distintas ramas de príncipes, el régimen wahabí trata de mantener vivo un equilibrio anacrónico, el establecido en la década de los ochenta, que se desmorona poco a poco. Hasta la fecha, ha tratado sin éxito de convencer a EEUU de que rompa el acuerdo nuclear con Irán; ha fracasado a la hora de aislar a Catar, país que comparte con Teherán el mayor yacimiento de gas del mundo, y ha apoyado durante las llamadas “primaveras árabes” a movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes, principal enemigo del wahabismo (esta misma semana, el presidente francés firmó un importante contrato en Doha); como penúltimo esfuerzo, ha tratado de forzar una crisis en el Líbano, con las presiones de su aliado y ahijado Hariri. Solo la decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital de Israel ha llevado vientos favorables a Riad, que espera que dicho movimiento embarre la nueva percepción que Occidente tiene de Irán tras la guerra en Siria: la  de que el régimen de los Ayatolá es un actor fundamental con el que hay que contar y negociar tanto para la guerra o la paz futuras.

Algunos comentaristas han sugerido que la espantada de Hariri era el preludio de una nueva guerra entre Israel y Hizbuláh, una posibilidad que a día de hoy parece, sin embargo, lejana. Gracias al colapso de Siria, el grupo chií libanés se ha reforzado militarmente: ha elevado el número de cohetes desde los 15.000 que tenía durante el conflicto de 2006 -en el que Israel ya no pudo cantar victoria-, a los cerca de 135.000, mucho más sofisticados, que se calcula almacena hoy. Durante aquel último conflicto, que duró 33 días, Israel pudo contar también con la garantía del régimen de Damasco de que la frontera con el Golán permanecería tranquila, algo que a día de hoy no tiene, y que haría aún más incierto -y probablemente más oneroso en término de víctimas civiles- el coste de una posible guerra. Todo apunta, por tanto, a que el actual estatus prevalecerá en el Líbano, con Hizbulá y los cristianos como dominadores, en tanto prosiga la guerra regional en Siria, y en espera del efecto que pueda tener la peligrosa declaración de Trump.    

3.-¿Qué está pasando últimamente en la Casa de Saud que los tiene a todos revolucionados? ¿Qué están haciendo dentro de Palacio, qué hacen con su vecino pobre del sur y olvidado de todos, Yemen, y qué pretenden hacer con Qatar, esa otra petromonarquía vecina?

Arabia Saudí lleva años atascada en una encrucijada, sacudida tanto por el cambio mundial en el mercado (y modelo) energético, como por la nueva realidad regional que han establecido las “primaveras árabes”, a las que combate desde su estallido. Primero aniquiló a sangre y fuego el conato de protestas populares interno, y después lanzó una ola contrarrevolucionaria que segó la revuelta en Bahrein y contribuyó a la victoria de las fuerzas reaccionarias en otros países, principalmente Egipto y el Yemen. Además, es actor principal en el conflicto bélico en Siria, donde arma y sostiene económicamente a grupos de oposición suníes de tendencia wahabí violenta emparentados, y en ocasiones aliados, de organizaciones como Al Qaida y el Estado Islámico. Y en Libia, donde a través de el propio Egipto y de su satélite, Emiratos Árabes Unidos, favorece las aspiraciones del mariscal Jalifa Hafter, un ex miembro de la cúpula militar que aupó al poder a Muamar al Gadafi y que años después, reclutado por la CIA, se convirtió en su principal opositor desde su exilio en Virginia.

A ello se suma su compleja y enfermiza vinculación ideológica y financiera con el terrorismo yihadista -que se ha hecho más evidente en los últimos años-, y su propia explosión demográfica, que ha sacado a la luz la pobreza de la población frente a la extrema riqueza de sus gobernantes, las agudas injusticias sociales y las dificultades de la familia Real para sostener un modelo de Estado rentista. En este marasmo, el rey Salman conspira desde que accedió al trono para tratar de garantizar la sucesión de su hijo, el príncipe heredero Mohamad bin Salman, y mantener el poder en el seno de su  clan frente a las otras ramas de la familia Real, y en particular de la llamada vieja guardia. El fracaso de la guerra del Yemen, lanzada cuando el heredero era solo ministro de Defensa para tratar de elevar así su escasa altura política, ha supuesto un golpe para esa ambición. Acosado por sus primos, el monarca ha optado por desatar tres purgas cuya meta es apropiarse de todos los resortes del Estado: la primera tuvo como objetivo los servicios de Seguridad y la fontanería del estado; la segunda el estamento religioso, del que descabalgó a aquellos clérigos que promovían un discurso más aperturista; y la última, la guardia nacional y los poderes financieros. Una estrategia que vende en Occidente como “un movimiento de reforma” -aderezado con medidas efectistas, como el fin de la prohibición de conducir a las mujeres- pero que en realidad elude los cambios profundos y genuinos -el estatus de la mujer es aún el de ciudadana de segunda categoría- que demanda la población,  y está sumiendo el reino en una dictadura aún más inhumana y tenebrosa.

Prueba de la crisis que atraviesa el reino es el escaso efecto de su ataque a Qatar. En 1981, en pleno inicio de su idilio con Washington, Riad promovió la creación del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) Pérsico, un organismo regional al que pertenecen todos los países de la península Arábiga, excepto Yemen, y que durante años ha marcado, bajo la batuta saudí, las políticas de la zona. En 2011, y sostenida en su creciente poder económico y diplomático, además de la influencia de la cadena de la televisión por satélite “Al Jazeera”, Qatar decidió emanciparse y emprender políticas propias. Incrementó su apoyo a los Hermanos Musulmanes, tanto en Egipto como en Siria, y a los movimientos afines -como Ennahda en Túnez-, estarategia que desató la ira de Riad. Tras un primer aviso en 2014 -Arabia Saudí, Emiratos y Bahrein retiraron sus embajadores de Doha-, el régimen saudí cortó relaciones con Qatar y acusó a sus dirigentes de financiar el terrorismo internacional por su apoyo al llamado Islam Político. Promovió un boicot internacional, cerró las fronteras e instó a los países árabes a seguir sus pasos. Pocos lo han hecho. Qatar no solo mantiene abierta la televisión al Jazeera, si no que sus príncipes e inversores siguen manejando importantes carteras y proyectos en el exterior, con enorme influencia, como demuestra el presidente del club de fútbol francés Paris Sanit Germain, Nasser al Khelaifi. Esta misma semana, el presidente Enmanuel Macron viajó a Doha donde firmó acuerdos de venta -la mayoría en materia militar- por valor de 12.000 millones de euros.

4.- Usted vivió 12 años en Egipto, cuna de los Hermanos Musulmanes y siempre dominado por militares, que después de la Primavera Árabe frenaron el avance del islamismo nuevamente, con un golpe contra el conato de democracia que se estaba instaurando. ¿Qué tiene Egipto de particular para que se hayan evitado allí horrores como los de su vecina Libia? ¿Qué poder tienen aún los Hermanos Musulmanes allí?

Egipto tiene una posición territorial estratégica -hace frontera con Israel y controla el canal de Suez, ruta aún esencial entre Asia y el Mediterráneo- y una población de cerca de 100 millones de personas que hacen que su desestabilización sea una bomba de relojería con efectos en toda la región. En 2012, cuando la rama más retrógrada de los Hermanos Musulmanes se hizo con el poder, la sección del Ejército que había favorecido y permitido la revuelta contra Hosni Mubarak para acabar con las aspiraciones hereditarias de su hijo y de la camarilla de empresarios que le secundaban (que se se estaban beneficiando de la política de privatizaciones que había emprendido su padre en detrimento de una parte del Ejército) decidió actuar y recuperar el poder. Con el beneplácito de la comunidad internacional, los militares acabaron con la revolución, retornaron a la casilla de salida y establecieron, con Al Sisi, una dictadura más cruel que la que dirigió su predecesor. La estabilidad de Egipto estaba en peligro, la seguridad debía prevalecer por encima de la democracia y los derechos, argumentaron, y así se lo hicieron saber a la comunidad internacional, que decidió callar y recuperar los negocios con el nuevo tirano.

La debilidad actual de los Hermanos Musulmanes y los sucesos de 2011-2012 arrancan en 2004, con la aparición de la plataforma de oposición “Kifaya”, verdadero origen de las “primaveras árabes”. Aquel año, la hermandad egipcia se escindió en dos ramas: una “progresista” y pragmática, similar a la que ahora ha triunfado en Túnez con Ennahda, y otra conservadora  y doctrinal, que es la que prevaleció y fracasó tras la revolución. Los Hermanos Musulmanes están hoy en periodo de reconstrucción, pero mantienen su alto nivel de influencia popular. Han entrado en un proceso de reflexión en el que tienen que dilucidar como pueden vertebrar ese apoyo social y convertirlo en una herramienta de poder político.  

5.-Hablando de musulmanes y sus tierras podemos terminar hablando de Rusos y Americanos, como si aún siguiéramos en la Guerra Fría. Putin parece ser un fiel aliado de los chiíes mientras que Trump se dedica a vender armas y a comprar petróleo, principalmente a los Saudíes, y tiene a Irán en su punto de mira. ¿Se posicionan los antiguos enemigos de la guerra fría en ambos lados de la nueva guerra fría de Oriente Medio entre Irán y Arabia Saudí? 

La guerra fría forma del pasado en Oriente Medio, aunque haya que tenerla en cuenta para comprender el presente y tratar de adivinar el futuro. La guerra en Siria, convertida en un conflicto internacional poliédrico con múltiples aristas, ha introducido nuevos factores en una geopolítica de bloques ahora inestables. La decisión de Obama de reducir la presencia de Estados Unidos en la región generó espacios que han aprovechado tanto Rusia como Irán, potencias actuales en la región. Solo Arabia Saudí trata de recuperar un equilibrio que ha quedado obsoleto, y en el ni siquiera Israel domina como en el pasado. Con la mayor parte de los países árabes en crisis o retroceso, y Turquía inmersa en sus propias contradicciones, el régimen iraní ha emergido finalmente como potencia necesaria tras años de política de aislamiento. En el Oriente Medio posterior a las “primaveras árabes”, nada se moverá sin que intervengan Teherán y Moscú.

6.-Tras la aparición del ISIS y las catástrofes que se han sucedido con su perturbadora presencia entre Irak y Siria, los chiíes de Irak, Irán, Líbano o incluso Siria parecen haber ganado poder en el mundo islámico. ¿Es así? ¿Es el poder en el mundo islámico hoy un poco más Chií?

No es una cuestión religiosa, si no política. Como ya he comentado, la aparente preponderancia chií es fruto de la consolidación de Irán como potencia regional. Al mismo tiempo, los principales países del mal llamado bloque suní están noqueados. Egipto trata de recuperarse de una revolución que ha sacudido sus cimientos. Irak se ha desmembrado y Arabia Saudí lucha por mantener su posición en el golfo Pérsico, acosada por el monstruo del wahabismo y el salafismo violento, que el mismo reino engendró. A todo ello se suma el fracaso definitivo del Islam Político, encarnado principalmente por los Hermanos Musulmanes, que tras años de alimentar falsas ilusiones desde la cómoda segunda fila que supone la oposición, ha evidenciado que ya no es una alternativa válida para sociedades que reclaman otro tipo de respuestas y soluciones. Es en este escenario, en este vacío, donde crecen y se nutren grupos como el ISIS o Al Qaida, que siempre han existido y siempre existirán, con mayor o menor fuerza. Aun así, la mayor parte de los musulmanes siguen siendo suní, y solo un 20 por ciento profesa un chiísmo heterogéneo 

7.- E Israel…¿Qué hacen? ¿Se frotan las manos? ¿Se lamentan en el Muro de las Lamentaciones del horror que les rodea? ¿Se sienten fuertes para otra guerra?

Israel teme igualmente el cambio de paradigma en la región y el fin de un estatus, el conseguido en los últimos 40 años, que favorecía sus políticas expansionistas, anexionistas y racistas. La crisis de la estrategia sionista comenzó en el año 2000, fecha en la que el Ejército israelí se vio obligado a retirarse del sur del Líbano por la fuerza de las armas. Un lustro después, la guerra de 2006 confirmó que aquella superioridad militar en la que había basado sus políticas en el siglo XX había desaparecido. Las “primaveras árabes” y sobre todo el conflicto en Siria han cambiado las reglas de juego e impuesto una nueva dinámica regional. Israel ha tenido que enviar tropas de forma secreta a defender sus fronteras dentro de la propia Siria; y visto como uno de sus principales aliados árabes -Arabia Saudí- comenzaba a flaquear al tiempo que su mayor enemigo, Irán, ganaba terreno e influencia en la región. La decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como capital del estado sionista solo añade más presión a una zona en ebullición constante que ni siquiera necesita pretextos como este para ahogarse en una espiral de violencia. El tiempo (breve) demostrará que la irresponsabilidad del presidente estadounidense fue un día triste para la paz y una jornada feliz para los radicales que existen en todas partes. Para muchos es una afrenta que no debe dejarse pasar. También una provocación. Aunque  quizá podría servir, igualmente, de punto de inflexión que condujera a un cambio positivo: el conflicto estaba varado en un callejón sin salida, estancado en la manida e imposible solución de los dos estados, que favorecía a Israel. Ahora es susceptible de cambiar, para mal, pero también para bien. Al menos, existe la posibilidad de que se mueva, y solo eso es ya positivo.

8.-¿En qué está trabajando ahora?

Ahora soy delegado de la Agencia Efe en los tres países del centro del norte de África, (Argelia, Libia y Túnez, donde estoy basado). Además de mi labor periodística como corresponsal en una zona muy convulsa, trabajo en un nuevo libro sobre el mundo musulmán desde los ojos olvidados de los pensadores progresistas.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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22 comentarios

  1. Resulta interesante no solo el odio hacia Israel por parte de mucha gente, sino el odio simultáneo hacia Trump. Es, por lo visto, algo inherente a la condición de progresismo y multiculturalismo de la Europa socialdemócrata (muy progre ella) que odia también a la libertad y a todo lo que escape a su «corrección política» censora, represora y totalitaria. No sorprenden tampoco sus apoyos incondicionales a todo lo que se oponga al desarrollo de la democracia liberal y la consiguiente mejora económica que ella conlleva.

  2. Recibe el nombre de Jerusalén Este o Jerusalén Oriental (en hebreo, מזרח ירושלים‎, Mizraj Yerushalayim o ירושלים המזרחית, Yerushalayim HaMizraji; en árabe, القدس الشرقية, Al Quds al Sharqiya) la parte oriental de la ciudad de Jerusalén situada al este de la Línea Verde marcada por el Armisticio árabe-israelí de 1949. Según la resolución 181 de las Naciones Unidas, aprobada el 29 de noviembre de 1947, toda la ciudad de Jerusalén quedaría administrada por la ONU. Sin embargo, tras la Batalla de Jerusalén durante la guerra árabe-israelí de 1948 la ciudad fue compartida por Israel y Jordania, con los israelíes gobernando Jerusalén Oeste y Jordania, Jerusalén Este y la Ciudad Vieja. La administración jordana duró hasta 1967 cuando, en la Guerra de los Seis Días, fue conquistada por Israel y anexada al resto del municipio jerosolimitano, aunque dicha anexión no ha sido reconocida por ningún país del mundo y fue declarada una «violación del derecho internacional» por Naciones Unidas en su resolución 478.[1]​ El 23 de diciembre de 2016, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas reiteró en su Resolución 2334 que considera Jerusalén Este como «territorio ocupado».[2]​ Este sector de la ciudad incluye la Ciudad Vieja y algunos de los principales lugares religiosos como el Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro, y el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas.

    Índice
    Delimitación administrativa Editar

    Mapa de Jerusalén Este
    Jerusalén oeste
    Jerusalén este, áreas judías
    Cisjordania, áreas judías
    Jerusalén este, áreas árabes
    Cisjordania, áreas árabes
    Ciudad Vieja
    — Límites del armisticio de 1949
    — Límite municipal anterior a 1967
    — Límite de Jerusalén Este después de 1967
    El término «Jerusalén Este» se refiere a dos áreas distintas según el período histórico contemplado:

    Puede aplicarse únicamente al municipio jordano anterior a 1967, cubriendo en ese caso sólo 6,4 km². En aquellos años, la expresión «Jerusalén Oeste» se refería al municipio israelí que cubría la parte occidental de la ciudad.[3]​[4]​
    Desde la guerra de 1967, se refiere a los 70 km² que fueron incorporados por el gobierno israelí al municipio de Jerusalén y que hasta entonces habían permanecido bajo administración jordana desde 1948 como parte de Cisjordania. Esta área incluye no sólo la parte oriental de la ciudad, sino que se extiende al norte, al sur y al este de la ciudad e incluye a 28 pueblos de Cisjordania.[3]​[4]​

  3. Si bien Germánico me da la razón al no poder refutar racionalmente mis opiniones e irse por las ramas, olvida además un factor principal del asunto:
    En efecto, la única nación, el único país, el único estado que tiene el derecho inalienable de decidir cuál es su capital, es el propio país. En este caso, ese derecho único corresponde a Israel, y cada estado extranjero tiene el derecho de aceptarlo a no, a disgusto o no. Al fin y al cabo, no sorprende que en Europa haya quienes lo rechacen, dado el amplio historial de odio a lo judío que se extiende como un cáncer desde hace siglos. Tampoco extraña en los países árabes, donde no aceptan ni siquiera la existencia de Israel, y le han hecho la guerra desde el primer momento, incumpliendo incluso todas las resoluciones de la ONU al respecto.

    • ¿Es irse por las ramas demostrar la falacia en la que incurres sobre el derecho de Israel sobre Jerusalén por haberle pertenecido hace miles de años, hablando de Roma? ¿Es irracional?

      Y no olvido nada. Te recuerdo algo: Jerusalén no pertenece a Israel de forma completa, clara e inequívoca. Lee Wikipedia, no te pido ni qué te aprendas la historia de la zona. Léelo bien y dime quién ha incumplido las resoluciones de la ONU.

      https://es.m.wikipedia.org/wiki/Jerusalén_Este

  4. Desde el inicio, el artículo presenta un par de ¿errores? garrafales que marcan todo su desarrollo:
    – Jerusalén es la capital de Israel desde hace al menos 3000 años. Negarlo es ignorancia supina o malicia islamita.
    – No fue Trump el que decidió reconocer a Jerusalén como capital. Ya lo había hecho el Congreso de los EE.UU. hace más de 20 años, aunque ninguno de los presidentes posteriores a la resolución había puesto en práctica esa resolución (aunque todos lo prometieron). La diferencia es que Trump ha hecho honor a su promesa electoral, algo que los políticos nunca hacen, por cierto.

    • Si. Y Roma es la capital de un Imperio mediterráneo desde hace más de 2000 años, y nosotros no la reconocemos hoy como tal, y eso que éramos una provincia importante. Las vueltas que da la Historia eh? Ahora Jerusalén ni Dios ni Alá sabe de quién es, con todo lo que ha pasado allí. Dónde está el error? No sé lo que reconocerá la Nueva Roma, EEUU, ni qué motivará a sus Patricios a mantener en suspenso dicho reconocimiento. …ni tampoco por qué ahora Trump ha dado el solemne paso adelante…pero es claro que el cumplimiento de las promesas electorales de Trump son su mejor baza para sus partidarios…..sin entrar a valorar lo apropiado, razonable o inteligente de lo prometido. Si cumple lo del muro con México nos podemos también congratularse de que cumple con todas las gilipolleces que promete.

      • Y añado….ni Trump con sus Trumpetillas de Jericó, como Presidente, ni EEUU como país o Nueva Roma, tienen la potestad de determinar de quién es Jerusalén.

  5. «…y el fin de un estatus, el conseguido en los últimos 40 años, que favorecía sus políticas expansionistas, anexionistas y racistas.»
    Pero que mierda de «experto» es este?

  6. Muy interesante la entrevista: calificativo, que como es marca de la casa, se basa en primer lugar en el interés previo de las preguntas de la misma.

    Únicamente me ha chirriado la ambigüedad en el comentario sobre la decisión de Trump de reconocer a Jerusalén capital de Israel: empieza el comentario criticando de manera rotunda la decisión, tachándola de irresponsable y contraria a la paz, para finalmente reconocer que podría provocar todo lo contrario y resultar finalmente positiva para la paz.
    Creo que hubiera sido más honesto y justo si hubiera evitado la «cuasiobligatoria» descalificación inicial y por sistema a Trump.

    Junto a lo anterior a lo anterior, también me ha sorprendido las gruesas descalificaciones que dedica a Israel: tacharlo de «anexionista, expansionista y racista» cuando ni siquiera lo compara con la actitud de los otros actores de la zona.
    Al respecto olvida que, Israel es el único país de la zona que se ha retirado de territorios conquistados sin perder guerras que le obligaran a ello (Sinaí, Gaza, o el propio Líbano, que de haber sido realmente expansionista hoy sería parte del Gran Israel como desean los sectores más radicales del país).
    Y si de racismo hablamos, me resulta chocante que el país más seguro para los propios árabes (y no digamos ya para los cristianos y otras minorías) sea precisamente el «racista» Israel, máxime teniendo en cuenta como les va a las minorías en el resto de países de la zona.

    Todo ello me lleva a confirmar el sesgo anti-USA-Israel del entrevistado que es la tónica general de los periodistas europeos especialistas en la zona, que como dije al principio, no disminuye el interés de la entrevista

    • Yo ya manifiesto mi propio punto de vista y sus posibles carencias de perspectiva respecto al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. No entiendo que hace Trump erigiéndose en árbitro de ese asunto tan espinoso, salvo que lo que quiera sea provocar una guerra, lo cual encajaría con su perfil, pues parece dispuesto a hacer la guerra por todo el globo.

      En cuanto a los israelíes hay de todo. También tienen sus ultraortodoxos que creen que esa es su tierra prometida y que hay que exterminar o echar a los palestinos. Los hay que construyen asentamientos en territorio teóricamente palestino.

      Respecto a la confianza que depositas en la toma del Líbano por parte de Israel…en fin, se fueron de allí derrotados por Hizbulá. Sobre esto puedes leer el libro del entrevistado: Hizbulá, el brazo armado de Dios.

      • Trump no es árbitro de nada. Sólo se limita a no prolongar una prórroga sobre una decisión del Congreso USA impulsada por Clinton. Además cumple una promesa electoral, de las pocas que cumplirá, algo extraño y muy mal visto por los políticos en general.

        USA, España, Noruega, muchos países han intentado acuerdos de paz entre Israel y Palestinos durante décadas, para que al poco el Arafat de turno lance una nueva intifada para que no decaiga el negocio del victimismo, e Israel aproveche para ocupar unos cuantos km cuadrados más.

        Esté donde esté la embada USA no se estará ni un milímetro más lejos o cerca de la paz.

        También el comentarista ha obviado cómo Obama/Clinton se borraron de Oriente Medio tras el fiasco Bush, promoviendo primaveras y armando «grupos de liberación» que acabaron integrados en el ISIS, mientras hacían acuerdos y quitaban sanciones reforzando a Irán.

        Pero sí, el malo es Trump, como todos dicen…

      • Trump no es árbitro de nada. Sólo se limita a no prolongar una prórroga sobre una decisión del Congreso USA impulsada por Clinton. Además cumple una promesa electoral, de las pocas que cumplirá, algo extraño y muy mal visto por los políticos en general.

        USA, España, Noruega, muchos países han intentado acuerdos de paz entre Israel y Palestinos durante décadas, para que al poco el Arafat de turno lance una nueva intifada para que no decaiga el negocio del victimismo, e Israel aproveche para ocupar unos cuantos km cuadrados más.

        Esté donde esté la embada USA no se estará ni un milímetro más lejos o cerca de la paz.

        También el comentarista ha obviado cómo Obama/Clinton se borraron de Oriente Medio tras el fiasco Bush, promoviendo primaveras y armando «grupos de liberación» que acabaron integrados en el ISIS, mientras hacían acuerdos y quitaban sanciones reforzando a Irán.

        Pero sí, el malo es Trump, como todos dicen…

        • No, Trump no es árbitro, es un espontáneo que ha salido en pelotas al terreno de juego para llamar la atención. No es que sea malo, el pobre, simplemente es un fanfarrón que no tiene filtro entre el cerebro y la boca, y eso no sería del todo preocupante si su cerebro no fuera un procesador de ideas tan deficiente. El listo es Putin, pero ese sí que es malo….

      • En parte es cierto que Israel se retiró del sur del Líbano por la presión de Hizbula. Pero es igualmente cierto que en caso de ser un país realmente expansionista, tal y como lo califica el entrevistado, Hizbula le duraría a Israel lo que una chocolatina a la puerta de un colegio.
        La política de Israel se basa en dos pilares: por un lado mantener su supremacia militar a toda costa y usarla en caso necesario, lo cual incluye su arsenal nuclear en último extremo. Por otro lado dejar absolutamente claro a sus enemigos que sin paz, duradera y con garantías, no va a devolver territorios conquistados (Golan, asentamientos, Jerusalén Este).
        Actualmente el único enemigo de entidad que le queda a Israel en la zona es Iran, ya que Hizbula, Hamas y Siria son meros peones de los persas. De ahí que el verdadero dilema para Israel sea cómo afrontar la indisimulable aspiración iraní de convertirse en potencia nuclear, que acabaría de un plumazo con la supremacia militar israelí y que amenazaría la propia supervivencia de Israel por motivos geográficos y demográficos.
        Personalmente creo que el paso dado por Trump, va en la dirección de provocar una reacción en los peones de los iraníes contra intereses israelíes-americanos que justifique una intervención en primer lugar contra ellos y a continuación contra el propio Irán.

        • Perdona que haya pospuesto mi «réplica» a tu comentario, pero me han entretenido los otros comentaristas con chorradas inconsistentes que creo merecían una o dos respuestas….más no creo que más porque rebatir tonterías es como cazar gamusinos, una tarea absurda.

          Como casi siempre y en casi todo estoy de acuerdo contigo. Tengo dudas sobre el actual potencial militar de Israel, pero sobre todo temo que dentro del propio Israel la opinión pública es cada vez más contraria a las intervenciones militares… sobre todo desde la retirada ignominiosa de el Líbano. Además en el mundo árabe y musulmán ya se ha comprobado que cortar la cabeza de una Hidra trae la desgracia de generar otras dos con más dientes y más sed de sangre.

          La política israelí ha tenido sus halcones y palomas, ejemplos paradigmáticos de lo cual son los fallecidos Ariel Sharon e Isaac Rabin (el halcón muerto en cama y la paloma asesinada). Calificarla de expansionista o defensiva depende de sobre qué gobernantes y sobre qué momentos históricos hablamos.

          Israel ocupó territorios palestinos en 1967, territorios que no parece que devuelva de buena gana. Jerusalén Este es territorio ocupado y podríamos considerarlo la capital de Palestina.

          Es un asunto muy complejo y me sorprende mucho que algunos antepongan las conclusiones a los hechos y a todo raciocinio acorde con ellos tratando de cortar el nudo gordiano, como Trump o los que aplauden que cumpla esas tonterías que dijo en su campaña a las que denominan «promesas electorales».

          Ni considero que criticar a Trump sea criticar a EEUU ni decir que Jerusalén es un enclave que no tiene un diáfanamente claro «propietario» sea ser antisemita, propalestino o promusulmán.

          • Y añado….todo se ha centrado en la valoración de los israelíes y el Estatuto de Jerusalén, cuando la entrevista recoge muchas cuestiones interesantes y de importancia.

      • En parte es cierto que Israel se retiró del sur del Líbano por la presión de Hizbula. Pero es igualmente cierto que en caso de ser un país realmente expansionista, tal y como lo califica el entrevistado, Hizbula le duraría a Israel lo que una chocolatina a la puerta de un colegio.
        La política de Israel se basa en dos pilares: por un lado mantener su supremacia militar a toda costa y usarla en caso necesario, lo cual incluye su arsenal nuclear en último extremo. Por otro lado dejar absolutamente claro a sus enemigos que sin paz, duradera y con garantías, no va a devolver territorios conquistados (Golan, asentamientos, Jerusalén Este).
        Actualmente el único enemigo de entidad que le queda a Israel en la zona es Iran, ya que Hizbula, Hamas y Siria son meros peones de los persas. De ahí que el verdadero dilema para Israel sea cómo afrontar la indisimulable aspiración iraní de convertirse en potencia nuclear, que acabaría de un plumazo con la supremacia militar israelí y que amenazaría la propia supervivencia de Israel por motivos geográficos y demográficos.
        Personalmente creo que el paso dado por Trump, va en la dirección de provocar una reacción en los peones de los iraníes contra intereses israelíes-americanos que justifique una intervención en primer lugar contra ellos y a continuación contra el propio Irán.

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