Regular la Huerta Valenciana

Si les parece bien – y si no también, el artículo lo escribo yo – me centraré hoy en cuestiones que me son cercanas tanto en el espacio como en lo personal. Uno es nieto de labradores, de esos que trabajaron en la Huerta Valenciana y sigue viviendo junto a ella. Desde mi casa se huelen los campos, si el viento es propicio para ello. Es lo que tiene el barrio de Benimaclet. A cinco minutos del centro. Por ello me toca de cerca el Proyecto de ley que el Presidente Puig y la Vicepresidenta Oltra proponen con el objeto de “la preservación, recuperación y dinamización de la Huerta de Valencia como espacio de reconocidos valores productivos, ambientales, históricos y culturales que son determinantes para la calidad de vida de la ciudadanía y la gestión sostenible del Área Metropolitana de Valencia” según dice en su artículo primero.

Como menciono, mi familia, igual que otras oriundas de la zona (yo soy uno de esos afortunados que tiene 8 bisabuelos valencianos) está ligada a la agricultura la Huerta, que cuya explotación sacó adelante a muchas familias antaño pero que hace tiempo que dejó de ser un valor determinante para la calidad de vida de nadie. Cualquiera que haya doblado el lomo con una azada, sabe que es mucho menos cansado programar una máquina para que sea ella la que doble los mecanismos. De hecho, el abandono de la huerta, no solo la valenciana, si no cualquiera que hubiera en los países más avanzados, se produce mientras ésta se automatiza y es necesaria menos mano de obra, que pasa a empleos con más valor añadido. Si tenemos en cuenta que, además, hablamos de los aledaños de una ciudad que fue creciendo y recibiendo inmigración en las décadas finales del siglo XX, con un crecimiento espacial importante, la relación de causalidad es evidente. Hoy, gran parte de lo que era huerta en Valencia, es por ejemplo, el campus universitario más importante de la ciudad, con las dos universidades públicas locales representadas.

Se empeña por tanto el gobierno valenciano en un imposible económico. La gestión sostenible de Área Metropolitana de Valencia pasa por la reconversión de la misma en zonas con otras actividades allí donde la chufa o las cebollas ya no son interesantes. No hay nada sostenible si no hay dinero y personas que lo sostengan. El mantra de la sostenibilidad queda cojo siempre planteado como lo plantean desde la izquierda. Si es sostenible, es necesariamente viable económicamente. Hurtar ingresos de una parte de la sociedad para inyectarlos en otra, en este caso la Huerta, es justo lo contrario a la sostenibilidad. Este proyecto de ley es, por tanto, desde su primer artículo, una quimera.

En el colmo del dirigismo, como suele ser habitual en las mentes mas obcecadas en la izquierda, se abre la puerta a la expropiación de tierras improductivas, al más puro estilo chavista. Comunismo de manual. Liberticidio de libro. Si el campo no produce, ¡exprópiese! Nadie es capaz de pensar que no produce porque algún burócrata determinó, Plan General de Ordenación Urbana en mano, que aquello solo podía ser un huerto y no un chalé, un restaurante o una actividad económica viable y por tanto sostenible. Aun no han aprendido nuestros queridos progres que, a mayor libertad económica mayor calidad ecológica. Cualquier informe medianamente serio encuentra clara la correlación entre ambos factores.

Por supuesto, queda una derivada final. El mantenimiento de sistemas improductivos a base de gasto estatal evita que los recursos se gasten de forma eficiente sí, pero además provoca competencia desleal con aquellos que necesariamente basan su economía en el mencionado recurso y son competitivos, lo que en el caso de la agricultura significa países más pobres y menos desarrollados que el nuestro. O sea que ni sostenibles, ni solidarios. Pero muy de izquierdas.

José Luis Montesinos
José Luis Montesinos

Soy Ingeniero Industrial, siempre fui autónomo aunque ya no quede más remedio que trabajar con frecuencia para la Administración que todo lo invade. Soy Vicepresidente del Partido Libertario y autor de dos novelas cortas, Nunca nos dijimos te quiero y Johnny B. Bad, que puedes encontrar en Amazon. Mi último libro se llama Manual Libertario, está disponible en www.fundalib.org. Canto siempre que puedo.

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5 comentarios

  1. El Urbanismo, concretamente en España, es lo más parecido a los planes quinquenales de la URSS o a los catecismos religiosos: una ingente cantidad de bienintencionados y quiméricos propósitos condenados de antemano al fracaso, entremezclados con una cantidad no menor de arbitrariedades, chanchullos a beneficio del politburó de turno.
    Y todo ello encabezado con uno de los mantras preferidos por los progres, que lo mismo vale para una huerta que para un aeropuerto: sostenibilidad.

    • El urbanismo en España debe ser digno de estudio. Tenemos una de las densidades de población más bajas de la Europa desarrollada, pero acabamos viviendo todos apretujados en núcleos urbanos comprimidos, con el suelo edificable a precio de oro.
      Una ciudad Holandesa de 200.000 habitantes tendrá una extensión comparable a Valencia, con cerca del millón de habitantes. Gracias a ello, las calles son mucho más amplias, con espacio más que de sobra para que cualquier calle tenga espacios verdes, y puedan convivir con toda la naturalidad del mundo peatones, ciclistas, coches y autobuses.
      Sin embargo, cualquier pueblo de 2000 habitantes tiene todas las casas pegadas unas a otras y con calles estrechas como si escaseara el terreno.

      En España nos podríamos permitir declarar como suelo protegido el 90% de la superficie y ,liberando el resto, podríamos vivir todos en viviendas unifamiliares con nuestro pequeño jardín. Algo así como el típico pueblo que vemos en todas las películas norteamericanas de serie B. Tendríamos núcleos urbanos mucho más grandes en cuanto a extensión pero a su vez más integrados en el entorno.

  2. Aquí y en esto, estimado JJI, estoy TOTALMENTE DE ACUERDO CONTIGO. No creo que sea fácil definirlo mejor con menos palabras.

  3. De lo antiguo, que además se acumula progresivamente, sólo hay que conservar lo realmente valioso. Si no se hace así, la realidad será aplastada bajo el peso de lo antiguo. O dicho de otra manera, el peso de lo muerto acabará con lo que está todavía vivo.
    Hay que dejar que las cosas vayan pasando. El polvo al polvo.
    Pero los que son incapaces de crear o innovar, mutan en conservadores de lo antiguo. ¿Las esencias?
    Pero no hay ningún peligro de que esta letra les entre. Ellos, en primer lugar, son conservadores de sí mismos.

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