A la Realidad no le importan tus sentimientos

A veces la vida, sencillamente, puede con nosotros, aguantamos como podemos, pero no dejamos de ser ridículamente humanos. No son necesarias grandes tragedias griegas para sumir a una persona en la desesperación, sino que basta con que el choque de lo real con los sentimientos sea lo suficientemente fuerte. He aquí que la vida, incluso la del más dichoso, esté plagada de sufrimiento de principio a fin. ¿Y por qué? Bueno, ya dijo Buitendijk que este se trata de quizá el mayor problema que plantea la metafísica.

No obstante, independientemente de que tengamos tal o cual hipótesis acerca de la existencia del dolor, hay una cosa certera, y es que la realidad no coincide con lo que sentimos. Alguno de mis lectores dirá que a veces sí, pero lo cierto es que entre el yo (difuso y cerrado) y la realidad (clara y distinta) hay un abismo insalvable. Pero dejando esto a un lado, y dando por hecho que ciertas cosas, las más palpables, sí que pueden considerarse como coincidentes entre realidad y yo (salvando las distancias metafísicas del asunto), lo que resulta absurdo es pretender que sea la realidad (cosmos) quien se adapte al individuo (yo). De hecho, este y no otro, este onírico optimismo, esta filantropía del disparate, es el principio del que parten las utopías, que precisamente por tener de base el tomar la realidad como secundaria, cuando se llevan a cabo suelen terminar plagadas de cadáveres (a la Historia me remito). O como bien resume Dávila: «Los aciertos del hombre son casuales, y sus desaciertos, metódicos».

Esta es una de las claves, en parte, de que hace dos semanas decidiera expresar lo que pienso pese a los riesgos que conlleva. Hoy día es harto habitual escuchar cómo alguien tiene las «soluciones al mundo», o «sabe lo que hay que hacer», también son muy frecuentes las ideologías que buscan una «purificación de la humanidad», en el sentido que sea. Todo esto, y lo digo sin tapujos, es lo más inquietante de este momento histórico. Estas ideologías que se mueven por los sentimientos y no por la «resolución»* práctica de los problemas son peligrosas. Lo real ya es lo suficientemente terrible como para encima negar en rotundo su análisis y renunciar a la búsqueda de posibles formas de sobrellevarla: estas son sólo maneras de agravar handicaps sociales y de debilitar una cultura.

Todo platonismo inmanentista termina en catástrofes.

*Entrecomillo la palabra «resolución» porque a nivel social o humano (ontológicamente) no existe como tal una resolución de nada en sentido absoluto.

Sofía Rincón
Sofía Rincón

Escritora y artista multidisciplinar. 1993. www.sofiarincon.org

Artículos: 33

Un comentario

  1. Hace un tiempo estuve filosofando un poco sobre mis objetivos en la vida, y llegué a la conclusión de que lo único que quiero de verdad es ver y comprender la realidad.
    No busco casarme y crear una familia, no busco más dinero ni más tiempo para mí. Lo único que espero conseguir de aquí a mi vejez es la máxima comprensión del mundo y las personas, y eso solo se consigue a través de la realidad.
    No es algo fácil, porque si en algo se está especializando la sociedad, así en general, es en desvirtuar la realidad, retorcerla y manipularla para que apoye los intereses quienes nos quieren vender la moto.
    Precisamente, es una de las razones por las que no me gusta considerarme de ninguna ideología, porque en el momento en el que dices «soy X» es demasiado fácil dejarse llevar por la corriente y perder la perspectiva crítica y racional, el simple hecho de posicionarte ideológicamente te dispone contra una ideología antagónica, y cuando el enfrentamiento es ideológico nunca vas a dar la razón al rival, porque su ideología está equivocada, ergo, él no puede tener razón. Aunque te esté diciendo que el cielo es azul y las nubes blancas.

    En la política es quizá donde más obvia es la influencia de los sentimientos a la hora de ver los hechos, pero es algo que está en el día a día.
    Yo he tenido algo parecido a una guerra civil en mi cabeza (temas sentimentales) por contraponer lo que sentía, o lo que creía sentir, con mi razonamiento, que iba justo en dirección contraria, y me costó semanas ver las cosas con claridad.

    P.D. ¿Vas a poner aquí el artículo de Los Ofendidos como clase social? El tema del humor y cómo se trata hoy en día es algo que me interesa y quería comentar algo, pero por Twitter no, es un incordio con los 140 caracteres.

Los comentarios están cerrados.