Venezuela, Turquía y las barbas del vecino

En un mundo globalizado, en el que nada está más lejos de 20 horas en dos aviones, o cinco minutos en la búsqueda de noticias de google, no es exagerado decir que Venezuela y Turquía son vecinos. Permítanme que les acompañe a dar una mirada sobre la verja, cotilleeemos un poco en casa del vecino. Son dos magníficos ejemplos de cómo un estado se autodestruye aún partiendo de realidades diferentes. Dos estados en situación de extinción.

Venezuela, el resultado de la expropiación.

Venezuela es un país socialista al que se le acaba todo. Todo menos la pobreza. Ocupados como estamos en nuestra guerra particular contra empleadores, ahorradores o dueños de varios pisos no nos queda energía para interesarnos por las razones de la pobreza en Venezuela, si acaso un resquicio de sensibilidad para lamentarla. Las expropiaciones (via impuestos) que sufrimos nosotros no se quieren ver. Después de todo, el propietario, cualquiera que posea algo, no deja de ser un malvado capitalista al que castigar es cuestión de «honor», de «justicia».

A dónde nos lleva esa «mentalidad» lo vemos claramente en Venezuela: donde no hay propiedad, no hay prosperidad. ¿Por qué se iban a molestar los venezolanos en ahorrar o generar riqueza si luego llega un burócrata cualquiera y te lo sustrae por el bien del pueblo? Lo mejor es hacerse «pueblo» – es decir, pobre – y ser beneficiario neto de la bondad estatal. Y me temo que en estos momentos, esta opción no parece descabellada en buena parte de Europa. Vamos de cabeza al barrizal venezolano. Basta pensar en la hiperbolizada socialdemocratización que nos azota (no se equivoquen, en España también, azota y amenaza) en estos tiempos de post-verdad. Sí, puede ser un proceso larguísimo, pero que únicamente puede ser detenido mediante la recuperación y reafirmación de las innegables virtudes de la propiedad privada.

Turquía y la privación de derechos.

Turquía es el ejemplo perfecto de cómo una democracia se autodestruye. En la Alemania del 1936 ya lo habíamos visto, y el mal uso del poder post-fáctico de Erdogan y Hitler no escapa a cierta similitud.  El catalizador en Turquía fué el «golpe de estado» que, mirándolo desde la perspectiva de hoy, ha resultado ser lo mejor que jamás le había podido pasar al erdoganismo. Y lo peor para la democracia turca. Derrotada a manos de una dictadura nacionalista, amenazada por las turbas en la calle, con un sistema de justicia inoperante ya sea porque muchos jueces ha acabado en la cárcel (o asesinados) o porque los que quedan siguen fielmente el guión fijado desde Ankara. Recuerdan? La justicia alemana tampoco hizo nada contra las turbas nacionalsocialistas de la Alemania del 36. Bueno, la misma impunidad con que en España se toleran las turbas censoras de opiniones disidentes en las universidades o los escraches contra los contrarios políticos… siempre que los protagonistas sean los de un lado, claro.

Por la expropiación y la privación de derechos hacia la nada.

Pues así están las barbas de los vecinos. ¿Y en casa? Considero más probable un desarrollo como en Venezuela, de hecho ya podemos ver cómo trabaja la turba. Contínuos ataques a la libertad de expresión, a la propiedad privada, noticias falsas, el postfactismo,  son hechos que deberían ser motivo de reflexión. La cuestión es,  ¿reflexionamos? Me atrevo a decir que la mayoría no lo hace, por lo que los españoles nos comportamos exactamente igual que los venezolanos o los turcos. Apoyamos a un sistema de injusticia que no solo no protege nuestra propiedad (la expropiación está consagrada en la mismísima constitución!) sino que tampoco nos garantiza la imposibilidad de un proceso involucionista antidemocrático. Las consecuencias deberán ser soportadas- por desgracia – no sólo por los aquiescentes consumidores de nuestra democratura, también – y en primera instancia- por quienes como yo defendemos aquellos principios de los que una mayoría reniega. Es sorprendente la facilidad con que las personas pueden/quieren oprimir a otros.

Evidentemente, al final, nadie habrá tenido la culpa. Permítanme que lo exprese con claridad: usted, como votante, está sancionando y participando del proceso y, no lo dude, también sentirá sus impactos. Usted cree que estos partidos a los que vota trabajan  para todos. Por desgracia, son otros los que pagan esta creencia con pérdida de libertad y aumento de la injusticia. Usted, sin duda, como la mayoría de sus conciudadanos, jamás acudiría a la violencia contra otra persona, pero tan pronto como son otros los protagonistas de los actos de violencia ya le parece un medio aceptable. La mayoría de la gente nunca robaría o engañaría a un vecino directamente, pero si son los empleados estatales quienes lo hacen ya no lo ven tan mal. No me negarán que hoy la inmensa mayoría cree que es correcto, normal y deseable que alguien reciba su nómina con las correspondientes deducciones. De la «bondad» de aumentar esa presión expropiadora a quienes más ahorran, más generan, más ganan y más tienen ya ni les hablo.

Welcome to the road to Venezuela.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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9 comentarios

  1. Hace poco consideraba muy probable vernos precipitados a ese estado, a velocidad de vértigo.
    Ahora me parece casi obvio que será más bien con extrema lentitud. El sistema funcionarial se va enquistando con éxito, de manera ordenada y creando canales de drenaje de recursos en todas partes para alimentar el tumor.
    Es peor así. Se asume como normal y hasta necesario, incluso pedido por los ciudadanos.
    Ahora me diréis de todo, pero me gustaría que Le Pen gane. Supondría dinamitar esta inercia que invade casi toda la Europa de la UE. Si cumple no me creo que aguante el chiringuito.
    Entre otras cosas, se acabaría el dar patadas hacia adelante con el Euro. Volver a monedas locales destapa las vergüenzas mucho más rápido. Eso se traduce en algo de responsabilidad.
    También desaparecería ese chiringuito burocrático.
    No es necesariamente positivo, pero al menos las consecuencias de las acciones serían visibles y muchas se sufrirían rápido. No se alimentaría tanto al monstruo.

    • Dinamitar el chiringuito me apetece mucho, pero no dejo de darme cuenta de que eso es como curar al enfermo por el medio de matarlo. Algo a lo que son muy dados los «salvadores». Pero si no se hace algo, el chiringuito caerá, aunque no creo que sea por la protesta de una ciudadanía concienciada del problema, sino aplastado bajo su propio peso. Y todo pasará de hoy para mañana, como con la URSS. Lo que hoy parece una mole sólida mañana caerá sobre sus pies de barro. Nos reiremos un día y lloraremos mil.

      • Y lo actual es un muro de contención a la inestabilidad.
        Tarde o temprano caerá, sea con dinamita o por colapso propio. El miedo principal, para mí, es que la inestabilidad se traduzca en lo que tenemos tanta tradición. Antes de escucharse los tiros y morteros en muchas guerras nadie imaginaba que fuera a tanto.
        No hay responsabilidad para acometer ninguna reforma necesaria. Los engañabobos (políticos) a lo suyo y los ciudadanos en la misma inercia.
        Hace pocas semanas la CE publicó un informe con cuatro o cinco posibles escenarios de la UE y reconociendo -con sorprendente claridad- que la mala imagen de la UE iba en aumento. Papel mojado y olvidado; cuando la mala imagen sea suficiente grande los engañabobos cambiarán de discurso para chupar del nuevo caladero, las consecuencias importan menos que los votos y egos.
        La UE podría ser muy bonita y práctica…

  2. No le pidas peras al olmo pvl, no pequemos de candidez. Los cineastas patrios son parte del neocomunismo, tal cual. Jamás harían autocrítica. Bueno, sólo hay que ver las películas españolas sobre la guerra civil.

  3. Desalentador, ¿verdad? Al final uno se siente aplastado por la impotencia. De todas maneras, la libertad va con el hombre y resucita una y otra vez mientras existen hombres. Lo que pasa es que por el medio se suelen llevar generaciones.

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