La riqueza de los ricos no es el problema

El verdadero veneno de nuestra sociedad no es la desigualdad, sino la gestión política de la envidia. La pobreza sólo podrá ser superada cuando superemos la envidia y aceptemos con naturaldad la riqueza de otros, también la de las grandes fortunas, dejando a un lado las preguntas sobre cómo llegaron esos ricos a serlo para pasar a preguntarnos cómo podemos nosotros alcanzar metas similares.

El primer paso fundamental es la abolición de todas las ayudas y subvenciones en que se basa nuestro sistema de redistribución de la riqueza; también aquellas dedicadas supuestamente a la ayuda de los pobres, pero que apenas consiguen sumirlos en un estado de eterna dependencia. Los pobres no son pobres porque los ricos son ricos. En una sociedad libre de trabas al mercado también habrá personas más ricas y más pobres que la media, simplemente por el hecho de que no todas las personas quieren o pueden producir lo mismo. El valor de lo producido se determinará, en una economía de libre mercado, por la escasez relativa. Es por eso que no sólo los llamados «cualificados» disponen de una oportunidad para obtener una buena renta de su trabajo, también aquellos que son capaces de encontrar (vía creatividad) un nicho de mercado – y esos nichos existirán siempre en una economía de servicios global – incluso entre las actividades para las que no es necesaria cualificación alguna. Los más ricos serán aquellos que mejor identifiquen las áreas de escasez -qué carencias se deben superar – y cómo gestionar esa escasez mediante los intercambios más productivos. Aquí no puedo olvidar hacer mención especial a la educación. Desde sistemas de educación más libres y abiertos se proporcionan a las personas más herramientas de conocimiento creativas y productivas que más tarde favorecerán la capacidad de inventar y descubrir las necesidades de otros. Tampoco olvido que en una sociedad abierta existen también los factores «suerte» y «mala suerte»,  «esfuerzo» y «pereza».

La combinación de estos factores es infinitamente compleja y será siempre, desde algún punto de vista metafísico, «injusta». La economía de mercado no es un juego de suma cero en el que hay un pastel definido que distribuir de forma «justa». El pastel crece o disminuye en función de nuestra capacidad para descubrir o inventar nuevas necesidades. y ponerles solución medinte el intercambio. La base de una sociedad libre es siempre la desigualdad, porque de ella nacen las necesidades y sobre ellas crecen nuestro ingenio, nuestras mejores virtudes y nuestros mayores talentos.

 

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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2 comentarios

  1. Muy buen análisis Luis. Añadiría que en una sociedad donde
    existen factores como buena y mala suerte, también existe esa notable maldición
    conocida como La Ley de Murphy… no hay vacuna, método, talismán, o filosofía que
    la contrarreste.

  2. Pues sí, Don Luis. Está claro que la igualdad es imposible, y que, para evitar envidias que son de verdad el problema,

    – o bien se parte de cero, y se redistribuye toda la riqueza por igual entre todos los ciudadanos, cada X años, ( con el inconveniente de que en los años anteriores cercanos a X, nadie invertiría, ni se arriesgaría, ni crearía riqueza, sino que se dedicaría a repartirla entre los suyos, para asegurarse de que sus bienes no fueran a caer en manos extrañas, y poder así rehacerse en el año X + 1 ). Y habría un parón en el país cada vez que se acercase el año X.

    – o bien se enseña a las personas, desde su nacimiento, a creer en su propia valía, a considerarse importantes e imprescindibles por sí mismas, y por tanto, a no tener envidia de nadie.
    Esto lo hacían muy bien en «Brave New World», metiendo en las bolsas prenatales las vitaminas y nutrientes, y los estímulos y mensajes necesarios para que cada persona Alfa, Beta, Gama, o Delta, estuviera satisfecha con su suerte. Y cuando salía un «friki», le daban a elegir entre entrar a ser de los de arriba, o el destierro a la Isla.
    Lo que ocurre es que esto exige unas condiciones básicas de riqueza y de confort imprescindibles para que los de la clase Delta estén contentos. Y, por supuesto un lavado de cerebro constante desde incluso antes del nacimiento. Este lavado de cerebro ya se hace, sobre todo en la enseñanza pública, pero con las consignas equivocadas, de envidia, y de odio hacia los que tengan más.

    Así que, me parece que la cosa tiene difícil arreglo.

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