El mito de la especulación

 

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I

Introducción

A lo largo de los últimos años se ha ido extendiendo un mito, en gran medida alimentado por los principales medios de comunicación sensacionalistas y por la crisis económica, de que “la especulación” o “los especuladores” dañan el bienestar social, nuestra sociedad de bienestar y en definitiva es un peligro para nuestras vidas. Aunque reconozco que me gusta derribar mitos, no he querido desmontar este mito hasta que no contase con la suficiente formación como para hacerlo con éxito. Ha llegado ese momento.

En este artículo trataremos primeramente la definición de especulación, ejemplos de especulación con diferentes productos, cómo la especulación efectivamente es necesaria y todos nos beneficiamos de ella indirectamente así como también derribaremos algunos de los mitos más extendidos sobre la misma. Empecemos.

¿Qué es especulación? Según la Real Academia Española, tenemos las siguientes definiciones: 1. Meditar, reflexionar con hondura, teorizar. 2. Efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios o de los cambios. U. m. en sent. Peyor.

De acuerdo con la primera acepción, todo el mundo es un especulador. Todo el mundo está obligado a teorizar sobre su futuro, a meditar, a imaginarse qué le puede ocurrir. Por ejemplo, estoy viendo que el cielo se está ennegreciendo y decido salir con el paraguas, aunque luego pueda llover o no. Esta es una acción especuladora. Por lo tanto, todos los seres humanos establecen especulaciones sobre el futuro.

De acuerdo con la segunda, se trata de aplicar esa capacidad especuladora del ser humano a las finanzas. Todos sabemos que los mercados financieros están formados por una gran cantidad de compradores y vendedores, por lo que pronosticar el precio de los productos financieros es algo muy difícil, ya que están sometidos a fuertes fluctuaciones y volatilidades. Sin embargo, algunas personas que comercian en estos mercados se forman opiniones o hipótesis de cuál podría ser el precio futuro de un determinado producto financiero y apuestan por su hipótesis, ya sea por razones psicológicas, matemáticas, etc. Esta es la persona objeto de críticas por parte de una gran parte de la opinión pública, el gran conocido como especulador.

Otros, por ejemplo el regulador, tratan de diferenciar la inversión de la especulación y para ello establece un límite temporal. Si realizas una operación con una corta duración (comprar para luego vender rápidamente, por ejemplo) eres un especulador; si tu operación tiene como objeto una duración mayor (por ejemplo, invertir en acciones de Inditex durante varios años porque confío en la compañía) entonces eres más un inversor.

II

Cómo funciona la especulación financiera

Si aceptamos el análisis anterior de qué es un especulador, ahora trataremos de observar cómo funciona básicamente la especulación.

Existe una serie de productos financieros conocidos como derivados, que no es más que un contrato entre particulares y están referenciados a un indicador cualquiera (clima, precio de trigo, tipos de interés, etc.). Los derivados funcionan de forma parecida a las apuestas entre amigos. Si compro un derivado referenciado al precio del trigo, y finalmente el precio del trigo sube, yo ganaré dinero, dinero que me tendrá que pagar el que me vendió el derivado. Vemos que los derivados es un producto simétrico, en el que la parte que pierde uno es la que gana otro. Normalmente los derivados son a corto o a muy corto plazo y tienen un vencimiento inferior a los 3 meses, como en el caso de las opciones (un tipo de derivado).

¿Por qué existen los derivados? Básicamente porque existen diferencias en las hipótesis de los que operan en el mercado. El señor A piensa que el precio del trigo bajará y vende un derivado mientras que el señor B piensa que el precio del trigo subirá y compra ese derivado al señor A. El final, sólo puede ganar uno de los dos y el dinero que pierde uno es el que gana otro.

III

Cómo nos beneficia la especulación financiera

Pero esa es una parte de la historia. La otra historia tiene que ver con el riesgo. Como dijimos al principio, los mercados financieros están dando precios para multitud de productos (petróleo, oro, acciones, empresas, etc.) cada milisegundo y las fluctuaciones son enormes. Sin embargo, las personas por lo general son aversas al riesgo y alguien prefiere conocer con certeza lo que va a pasar, por lo que, por lo general, la certeza tiene un valor. Y es por eso por lo que existen las empresas de seguros.

Pues los derivados son una forma de trasladar el riesgo a otra persona y generalmente la situación que se da en la práctica es la siguiente: la empresa X decide cubrirse del riesgo de fluctuación de los precios mediante un derivado y el señor A decide comprar o vender tal derivado. Vemos que el señor A compra el derivado porque tiene una hipótesis de lo que ocurrirá en el futuro y está especulando. Si el señor A tuviese prohibida la especulación, la empresa X no podría cubrirse del riesgo o lo tendría mucho más difícil (más costoso).

Ilustremos lo que acabamos de explicar con el ejemplo de un agricultor y el precio del trigo. El precio de las materias primas cotiza en los mercados internacionales, por lo que los agricultores se ven expuestos a un importante riesgo. Si sube el precio del trigo, es una buena noticia para ellos, podrán generar más ingresos; si baja, tendrán menos ingresos o incluso pérdidas. Esta es una de las quejas más frecuentes entre los colectivos de agricultores. Sin embargo, este agricultor podría contratar un derivado, en este caso un futuro, referenciado al precio del trigo. Si baja el precio del trigo, el agricultor recibirá ingresos adicionales que compensen su pérdida por parte de quien le vendió el futuro; si sube el precio, el agricultor utilizará los ingresos adicionales recibidos para pagar al que le vendió el futuro. De esta forma al agricultor estaría asegurado ante las fluctuaciones del mercado y podría estar tranquilo. Además, recordemos que los futuros tienen un precio de cero.

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Como podemos observar en los gráficos de arriba, cuando el precio del trigo baja, este efecto se compensa por los beneficios que el futuro le reporta al agricultor. Sin embargo, cuando el precio del trigo sube, el agricultor ve disminuidos sus ingresos por las pérdidas que el futuro le reporta.

Pero además, la especulación tiene otro gran beneficio. La liquidez. La liquidez es la rapidez y el coste de efectuar una transacción. Cuantos más participantes haya en el mercado, más rápido podrá efectuarse una transacción y más barata será la misma. Gracias a la elevada liquidez que tienen los mercados financieros, las empresas logran ahorrarse una elevada suma en efectuar transacciones, lo que sin duda es una presión a la baja en los precios.

Estos dos efectos, el permitir cubrirse del riesgo con más facilidad y el aumentar la liquidez hace que el valor de las empresas sea más elevado y, naturalmente, cuando todas las empresas de un país (también todas las empresas del mundo), consiguen ser más eficientes y tener menos riesgo, también es una buena noticia para los consumidores y en definitiva para la sociedad, que es a la que finalmente repercute los resultados y las acciones de las empresas.

IV

Qué no provoca la especulación financiera

Se han dado a lo largo de los últimos tiempos numerosas razones de por qué habría que limitar e incluso prohibir la especulación financiera. En esta parte me limitaré a explicar por qué la gran mayoría de ellas son falsas.

Se ha argüido que los especuladores, mediante sus operaciones en el mercado, pueden hacer hundir o rebotar el precio de la deuda pública, por ejemplo. De pronto, BlackRock, decide vender todas sus participaciones en la deuda pública española o ponerse corto contra ella (ganar dinero si sube la prima de riesgo, y perderlo su baja) y esto hace que la deuda pública empiece a perder confianza y finalmente las finanzas públicas españolas se descalabran con los consiguientes pingües beneficios para tal fondo buitre. Aún más, todos los inversores (o los más importantes) se ponen de acuerdo para apostar contra determinado país, banco o empresa, hacerlo quebrar y sacar grandes beneficios de eso.

Sin embargo, esa es una simplificación demasiado exagerada de la realidad. La realidad incluye muchas más variables.

En primer lugar, si un producto financiero, sea cual sea, tiene buenos fundamentos y está destinado a subir de precio a largo plazo, nadie en su sano juicio pondrá su dinero apostando que el producto va a bajar de precio. Y mucho menos lo harán los grandes fondos financieros, que son los más interesados en obtener beneficios. Porque si al final la realidad y los fundamentos van en contra de las hipótesis de esos especuladores, tales especuladores perderán dinero y además de forma asimétrica (la cantidad que puedes perder es infinita, mientras la que puedes ganar es limitada). Por tanto, si hay especuladores apostando en contra de algún producto, es porque ese producto efectivamente tiene algún problema, de la misma manera que si hay un gran número de personas con un paraguas en la mano en la calle, es probable que vaya a llover.

En segundo lugar, por mucho que los especuladores se pongan de acuerdo, si finalmente España cumple con el déficit, recorta el gasto, incrementa la recaudación, al final la deuda pública aumentará de valor y los especuladores que acordaron en ir en contra de la deuda pública perderán dinero, muy probablemente ellos romperán el acuerdo antes de perder el dinero, ya que la hipótesis de apostar contra de deuda pública se ha convertido en irreal. Se sentiría como aquellas personas que van con un paraguas en la mano durante todo el camino bajo un sol radiante.

V

Conclusión

En definitiva, la especulación forma parte del ser humano. Y las finanzas, que son llevadas a cabo por seres humanos, también cuentan con la especulación, en este caso financiera. Esto, lejos de ser una mala noticia, es una buena noticia con consecuencias positivas para la sociedad. Entonces, ¿a qué se deben tantas críticas contra la especulación financiera? Parece que los especuladores financieros se han convertido en un nuevo chivo expiatorio de esta crisis que nos asola.

Antonio Vegas
Antonio Vegas

Economista, especializado en finanzas. Apasionado de la libertad.

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10 comentarios

  1. Me encanta cuando se usa la RAE. También quiero jugar a eso, por ejemplo, así al azar:

    PARÁSITO:

    1. adj. Biol. Dicho de un organismo animal o vegetal: Que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo.

    4. m. Persona que vive a costa ajena.

    Podríamos pensar que el especulador es un PARÁSITO, a fin de cuentas vive del trabajo productivo de otros, sin aportar nada material o un servicio a cambio. Pero parece que no, resulta que el especulador nos ofrece seguridad, como lo haría una empresa de Seguros, nos ofrecen abundancia y precios baratos para los productos ¿!?, y nos ofrecen riqueza a todos porque mueven la economía hacia arriba, nunca hacia abajo.

    Deben ser una especie derivada de las babosas mentales de Futurama.

    Saludos

  2. ¿Y no se le ocurre otro sistema mejor para que el agricultor no asuma el riesgo por la variabilidad del precio del trigo? ¿Quizás eliminando precisamente la especulación que provoca esa variabilidad?

    • ¿Cómo eliminas la variabilidad de los alimentos? Precisamente la demanda y la oferta de las materias primas para la producción de alimentos es algo que fluctúa mucho, y cualquier productor de alimentos (desde el panadero del barrio hasta la gran empresa que sirve a cadenas de supermercados) tiene que anticiparse a estas fluctuaciones si no quiere perder clientes o dinero (o ambas cosas).

      Imagínate que eres un panadero, ves que se acerca el 6 de enero y esperas una gran demanda de roscón de reyes, por lo que sabes que vas a necesitar más harina de la habitual. Y por otra parte, te enteras de que la cosecha de trigo pinta de que va a ir mal y que va a escasear. Tú te anticipas a hacer el pedido porque sabes que va a subir. ¿Te convierte eso en una mala persona? Al fin y al cabo estás «especulando» con alimentos.

      • No, eso no.
        Pero si eres alguien que tienes dinero, compras todo el trigo que puedes, lo retienes un poco para que escasee y suba de precio, lo retienes un poco más, provocas hambre en algún país subdesarrollado, luego lo vendes y te forras, entonces qué eres?. No lo escribo porque son palabrotas.
        Yo pienso que ese tipo de especulación no beneficia para nada al conjunto de la sociedad. Y que la pseudodemostración de Antonio Vegas es maquiavélica.
        El conjunto de la sociedad se beneficia si todos los individuos contribuyen de alguna manera real a ella. Las apuestas entre tiburones no nos sirven para nada, no sé por qué hemos dejado que sus resultados interfieran tanto en las economías reales.
        Con lo listos que son los economistas ya podían ponerse a trabajar y diseñar un sistema económico y financiero justo para todos, o lo más justo posible, y no a defender esta basura de sistema.

        • ¿Estás hablando de comprar cientos de millones de toneladas de alimentos, meterlas en almacenes y retenerlos durante no se cuantos meses esperando a ver qué pasa?
          ¿Sabes que la mayoría de los alimentos no procesados son perecederos en un periodo relativamente corto, no? ¿sabes que los costes de almacenamiento en general son costes nada despreciables y todas las empresas tratan de minimizar?
          Cuando los alimentos se echan a perder en un almacén, no tienen ningún valor.

          Las posibilidades de variar el precio de los alimentos a base de retener alimentos y crear escaseces voluntariamente es más que dudosa.

          Otra cosa es que surjan nuevas aplicaciones para ciertas materias primas (como para biocombustibles, fabricación de tejidos, e incluso polímeros biológicos) altere los precios. Pero eso no es culpa de la especulación.

          • Sin que sirva de precedente, voy a hacer de abogado del diablo en este caso.

            Desde el punto de vista de un individuo o una empresa, la competencia no es buena; por lo que hará lo que esté en su mano por evitarla. Hay medidas completamente lícitas como mejorar tu producto, comprar las acciones de tu competencia, disminuir tus costes o tu precio,… y medidas no tan lícitas (o peor vistas o ilegales) como el dumping, sabotear, intentar exclusividad en la cadena de suministro manejando un paquete de productos,… y salvo que alguien ponga unas buenas, justas y racionales reglas de juego que garanticen la existencia de un número suficiente de ofertantes en el mercado compitiendo libremente y, sobre todo, haga cumplir dichas reglas, puede ocurrir que se aniquile a la competencia y no se permita la aparición de nuevos jugadores (de nuevo, sea por medios lícitos o no). Esto provoca que, en pocas manos, se de un control de precios y del mercado. El caso del control del mercado no es un miedo irracional. Sin ir muy lejos se pueden encontrar casos como el de la leche (http://www.farodevigo.es/galicia/2015/03/04/competencia-multa-88-millones-grandes/1195079.html) o el ultraconocido caso de Microsoft. Estos dos son casos en los cuales se evidencia que existen mecanismos de control, harina de otro costal es que, aunque existen estas medidas, no hay quien se crea que son 100% eficaces.

            Planteemos que hay bienes que, sin duda alguna son necesarios para vivir (como el agua, el aire,…), otros de los que se tiene gran dependencia (trigo, leche, electricidad…) y otros más que, solo digamos, que no son de lujo (vivienda, información,…). Entonces, si las medidas de las que nos dotamos para impedir cárteles o monopolios en este tipo de bienes necesarios no son efectivas ¿acaso no es racional decir que debe regularse el mercado?

          • Sí, todo eso ya lo sé, pero el buen especulador no tiene que construir almacenes, ya existen y están llenos de trigo, gracias a los que sí trabajan. Quizas los grandes bancos no lo hagan con el trigo, pero sí con los metales, verdad? Porque consiguen más beneficio con ello, no porque les de pena el hambre de otros.
            La cuestión es que la especulación de la que hablamos no produce nada, por lo que no es correcto que genere beneficios a nadie, porque eso le permite consumir recursos de la humanidad sin aportar nada a cambio, es un engaño o un robo.
            Eso de que producen liquidez es una milonga, seguro que se os ocurre otro sistema en el que no sean necesarios ni los especuladores ni su liquidez. Así podrían dedicarse a inventar cosas útiles para todos en vez de derivados financieros perversos.

            • Imagínate que yo compro una cantidad de alimentos con la esperanza de que aumente de precio. Yo le pago al productor 5 para luego venderlo por 8.

              Si esa operación es un chollo y altera desproporcionadamente los precios ¿Por qué no vas tú al productor y le ofreces 5,1 y luego lo vendes por 5,2? Podrías acabar rápidamente con los especuladores que «se forran injustamente».
              Lo que pasa es que no todo es tan sencillo. Seguramente con ese margen tan pequeño no cubres el riesgo de que una cantidad importante de la mercancía se eche a perder (de hecho, cualquier verdulero sabe que una parte importante del género acaba en el contenedor de basura).
              No obstante, si el margen comercial justo como para compensar las pérdidas por mercancía echada a perder fuera más bajo que esas 3 unidades que se toma el especulador, y fuera de 2 unidades, puedes aplicarlo tú y vender por 7,1 y estarías pisándo al especulador.
              Puedes decir…»sí, pero en la jugada ya se ha subido el precio de origen de 5 a 5,1 unidades». Claro que también se puede decir que ese incremento de precio en origen supone un aumento en la rentabilidad del cultivo, lo que anima a aumentar la producción, y dicho aumento de producción a compensaría ese aumento de precio.

              Desde el punto de vista del productor, el hecho de tener un «gran comprador» le proporciona cierta seguridad y comodidad. De hecho cualquier productor de cualquier sector hará lo que sea por tal de captar un gran cliente aunque tenga que ofrecerle precios más bajos que a los pequeños clientes que acuden de manera diseminada.
              Así que no puedes decir que estos «grandes compradores» no aportan nada.

            • Vale, muy bien, ese gran comprador asume un riesgo, da seguridad al productor y cobra por ello, lógico.
              Pero yo hablo de los que no aportan nada, los que juegan con acciones, futuros, derivados y esas cosas abstractas financieras. Los que no producen nada, ni transforman, ni dan seguridad a nadie con sus operaciones. Qué aporta el que compra hoy acciones y las vende mañana? Y lo que es más grave, por qué la suma de todas esas operaciones inútiles hace subir o bajar mi hipoteca? y por qué tiene que influír en lo que paga mi gobierno por la deuda pública? y en lo que pago yo por la gasolina? Vamos hombre!, es que esto es de traca!

  3. Es un artículo necesario. Hace poco compre el libro «Nosotros los mercados» de Daniel Lacalle y precisamente desarrolla lo que expones en este artículo.
    La pena es que quien suele tener los típicos prejuicios sobre los mercados y la especulación, que es a quién va dirigido ese libro, difícilmente lo comprará.

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