Su hijo debe comer lo que yo diga. O le expulsamos de la escuela

Expulsado de la escuela por llevar comida inapropiada
Expulsado de la escuela por llevar comida inapropiada

Cuando el estado decide que en sus escuelas, esas que pagamos todos, los niños han de comer habichuelas, comen habichuelas. Y si decide que no es «bueno» comer chocolatinas, no comerán chocolatinas. Y no importa que los padres opinen lo contrario. Los padres no son quién para tomar ese tipo de decisiones que afectan a la salud «del pueblo» y al futuro consumidor de los servicios sanitarios universales y «gratuitos» que nos regala el estado benefactor. Los padres son apenas un alibi, un mal menor que soportar … hasta ciertos límites. Sólo faltaba que ahora los padres pudiesen decidir qué comen y qué no comen los niños en las escuelas! Indignante, oiga.

Lógicamente, los sicarios responsables de la escuela jamás admitirán como cierto lo que les he contado en el primer párrafo. En realidad, a Riley Pearson le han expulsado por ser un delincuente en ciernes, que incumplía frecuentemente, reiteradamente, desvergonzadamente las reglas de la escuela.. Y por eso lo expulsan.

Oro parece… pero igual es sólo un plátano podrido.

El caso es que la escuela de marras envió una carta a los padres de sus alumnos argumentando que los paquetes de comida de los niños deberían ser «sanos»:

Parents were told: ‘Chocolate, sweets, crisps and fizzy drinks are not allowed. If your child’s lunchbox is unhealthy and unbalanced they will be provided with a school lunch for which you will be charged.’

Y fué en función de esa «directiva» que el bueno de Riley tuvo que quedarse en casa unos días. Los padres, indignados, acudieron a la prensa con un argumento que se me antoja demoledor, por indiscutible:

‘We just do not see how they have the right to tell us what we can feed our son. If anything, Riley is underweight and could do with putting on a few pounds.’

Error: acudir a la prensa, poner en entredicho la bondad de la medida escolar, nacida de la acción salvífica del estado protector. Es un grave error: te pueden colgar un sambenito… o convertirte en repudiado y escoria social en dos cartas. Y justamente eso ha pasado: al bueno de Riley le han expulsado definitivamente de la escuela por … insurgente, creo. Indisciplinado, dicen. Su delito? Lean:

A statement released by the school said it was ‘extremely disappointing that the media have been provided with such grossly misleading information which has resulted in them running a wholly inaccurate and potentially damaging story for our school’.

The statement said: ‘We have not excluded a pupil for just having Mini Cheddars in their lunchbox, but where there is a persistent and deliberate breach of school policy, such as bringing in crisps, biscuits, sausage rolls, mini sausages, scotch eggs and similar, and all other avenues have been exhausted, the Governors would expect further action to be taken.

Ahora alguno de ustedes me dirá que sí, que la escuela tiene razón a tal…. que pobre Riley, abandonado a unos padres ignorantes de la dietética infantil. Que «hemos» de tomar cartas en el asunto. Y yo le pregunto: qué diablos nos importa a los demás lo que los padres de Riley le dan de comer? Y si a nosotros no nos importa, qué diablos le importa a la escuela, al estado?

HT: Jorge, de BlogBis

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Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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10 comentarios

  1. Destruido el poder del padre en la familia, el padrastro, es decir el Estado patriarcal (bendecido por el feminismo), tiene toda la autoridad sobre tus hijos, no sólo en la enseñanza, también en la salud. ¡Viva el estado socialista y feminista!.

    Ya sabéis, si queréis hijos listos y sanos ¡Escuela Pública!

    Fernando Nogales

  2. No es por llevar la contraria, pero ¿no se supone que deseamos que las escuelas sean libres de ofrecer el tipo de educación que quieran, con las condiciones que quieran, dejando que los padres decidan a qué escuela llevarlos en función de la educación que quieran que sus hijos reciban?

    Porque si una escuela debe ser libre para dar clases de religión, para separar a los alumnos por sexos, para hacerles vestir uniforme, y para todo tipo de decisiones que afectan a los escolares en el tiempo que pasan en la misma, ¿no deberían ser libres también para ofertar un tipo de alimentación determinado que ofrezca a sus alumnos?

    Y entonces, que los padres decidan si quieren llevar a sus hijos a un colegio en el que le permitan comer chocolatinas.

    Lo contrario representa afirmar que es deseable que un colegio pueda legítimamente decidir no aceptar ciertos alumnos en función del sexo, pero no en función de la alimentación que dicho alumno recibirá en el centro.

    Parece que las normas del centro prohíben llevar ese tipo de comida. ¿Es acaso diferente de los colegios que prohíben a sus alumnos ir vestidos con determinadas ropas? Y no creo que en círculos liberales sea una posición extendida, la que está en contra de que ciertos colegios exijan a sus alumnos ir de uniforme, y en caso de no respetar esa norma, los expulsen.

    • Lo que se critica es que las «normas» del centro no son las normas del centro. El centro interpreta el plan alimentarios del gobierno británico para niños en edad escolar. Luego los padres no tienen la posibilidad de ir a un colegio en el que su hijo pueda comer lo que a ellos les parece bien.

      Lo demás: efectivamente, si yo llevo a mis hijos a una escuela privada o pública con reglas a,b y c y firmo las reglas, he de cumplirlas.

      • Pues discúlpeme Sr. Gómez, porque por algún motivo pensaba yo que se trataba de una historia sucedida en Estados Unidos, donde la libertad para tomar ese tipo de decisiones mayor, tanto por parte de los centros como de los padres. Siendo esas las circunstancias retiro lo escrito.

  3. Está claro que a los demás no nos debería importar mucho lo que los padres den de comer a su hijo. Pero si estos padres voluntariamente han aceptado llevar a Riley a ese colegio con esas normas y son incumplidas, justo en ese momento hay un incumplimiento de «contrato».
    Mi mujer es profesora de inglés. Da clases a niños de 6 a 12 años en estos momentos. Cuando aparece un niño todos los días con un bocadillo de mantequilla no se entromete. Podría haberle dicho al padre que hay unas normas en las que se le obliga a traer al menos una pieza de fruta y el padre podría aceptar o no las condiciones del acuerdo previamente. El padre sigue siendo libre en su decisión.

  4. Mi hijo asistió durante toda su formación escolar, desde los 4 a 17 años, a un colegio privado de Madrid en el que los padres no podíamos participar en temas educativos. Directamente, las APA, no es que estuvieran prohibidas, es que no existían. Si algún padre no estaba de acuerdo con algún aspecto de la formación de su hijo, la dirección no entraba a discutir nada, le decían amablemente «ahí tiene la puerta, puede Vd. llevarse a su hijo a cualquier otro centro que satisfaga sus expectativas pero nosotros no vamos a cambiar nuestro método educativo».
    Yo estaba de acuerdo con eso, libremente, elegí esa opción y mantuve a mi hijo allí.
    Otra peculiaridad de ese colegio es que todos los alumnos debían comer en el colegio para mejor aprovechamiento del horario lectivo. El menú era sano, equilibrado y, a decir de de mi hijo, razonablemente rico, pero, si alguien, por los motivos que fuera, no deseaba comer lo que ofrecían era perfectamente libre de llevarse la comida de casa.
    En todos los años que estuve en contacto con ese colegio, nunca oí o supe de ninguna injerencia relacionada con los alimentos caseros que consumiera cualquier niño.

  5. Y eso que en los EEUU no hay ningún problema en el sentido de que los posibles futuros problemas de salud derivados de esa alimentación los costearán el propio Riley, o sus padres, o el seguro de alguno de ellos.

    El conflicto de ideas de verdad lo tendríamos en un país como el nuestro, donde las posibles futuras patologías derivadas de una mala alimentación las costearemos todos y cada uno de nosotros.

    De todas formas, y a pesar de esto último, yo también soy partidario de que cada uno coma y deje comer 🙂

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