En defensa del derecho de secesión

Desde el punto de vista de la historia y la evolución, el estado es un invento relativamente nuevo. Los humanos hemos vivido la mayor parte de nuestra corta existencia en grupos pequeños, repartidos en territorios enormes, prácticamente incomunicados. Grandes poblaciones asentadas que exigiesen una mínima organización política aparecen hace muy poco tiempo con el desarrollo de tecnologías como la agricultura, la ganadería, los sistemas de riego, de transporte, de fabricación …

chamanAntes, es decir, cuando el Homo sapiens convivía con el Homo neanderthalensis  y el Homo floresiensis (entre los 100.000 años a.C y los 12.000 años a.C ), incluso mucho antes, cuando los Homo erectus y los Homo habilis recorrían el planeta de cacería en cacería, nadie necesitaba de un estado. Todos vivíamos en grupitos pequeños, clanes familiares en su mayoría y sus líderes, “Consejo de ancianos”, Jefe de Clan, Jefe de Tribu, Chamán o como se llamasen, ejercían un poder limitado por las circunstancias humanas y ambientales. Una sociedad anónima, en cuyo nombre se estableciesen leyes o normas no existía, por supuesto. Nada era anónimo en aquellos tiempos.

Cuando el líder y sus más fieles seguidores no eran capaces de satisfacer las necesidades del “yo también quiero ser líder” y sus seguidores, o cuando el medio no proporcionaba los recursos suficientes para alimentar a todo el clan, lo normal era una separación en grupos más pequeños, lanzados o bien a la búsqueda de territorios nuevos o a la destrucción/eliminación  de los “otros”. Este mecanismo no sólo era imprescindible para asegurar la alimentación de todos, impedía al mismo tiempo la dominación y explotacion absoluta sobre los insatisfechos. El Jefe de Clan, consciente de que es mejor cazar un mamut con 20 guerreros que con 10 malheridos hambrientos, se cuidaba muy mucho de abusar de su poder y arriesgar o la pérdida de vidas, o la la reducción del grupo.

Si observamos los estados actuales comprobamos cómo la segregación entre grupos de personas que ya no comparten los mismos intereses (o que incluso ven lesionados sus propios intereses) ya no es posible. Los dirigentes, los gobernantes (más tarde partidos políticos en el poder, funcionarios, burócratas) son los que definen las reglas en un determinado territorio estatal. La segregación, si individual, es sólo posible “huyendo” a otro territorio estatal. Si colectiva, es decir, un grupo de personas decide discutir las reglas impuestas y dotarse de otras diferentes, es imposible.

¿Y qué significa esto que les cuento?

El mecanismo natural por el que grupos pequeños podrían defenderse sin violencia de los efectos de una jerarquía incapaz de satisfacer sus necesidades, la secesión, queda anulado facilitando –y para facilitar-  la concentración de poder en manos de dirigentes, gobernantes, partidos políticos en el poder, burócratas … Aparecen las sociedades esclavistas, los estados nacionales imperialistas y cuando pensábamos que íbamos a superar el feudalismo absolutista aparecen en el siglo XIX los “estados sociales” perfectamente engarzados en sistemas de financiación coercitivos que hoy asumimos como “naturales” y cuyo único objetivo es, mediante la máxima carga fiscal soportable, mantener la estructura estatal sobre la que se alimenta la clase dominante y sus incondicionales.

PARLAMENTO EUROPEOLa supresión del mecanismo de secesión permite la concentración de poder sobre grandes masas de personas justo hasta que la insatisfacción se convierte en generalizada: la consecuencia no es una separación pacífica en busca de nuevas normas (ya no salimos a cazar para comer), es una revolución.

Llegados a este punto, el avezado crítico de los –como yo- llamados “liberales alegres”, nos preguntará, por qué el ser humano ha permitido que desparezca la posibilidad de secesión si esta es propia de la condición humana. ¿Acaso no es necesaria? ¿Somos los humanos estúpidos? ¿Acaso todo lo afirmado hasta ahora es un cuento libertario? La respuesta es sencilla:

a)       Las estructuras políticas gobernantes jamás renunciarán voluntariamente a los ingresos vitalicios conseguidos por medio de la coacción impositiva concediendo generosamente a uno o varios grupos de gobernados el derecho de secesión, y renunciando con ello a buena parte de su botín.

b)      Los gobernados no son conscientes de ser explotados. Los procesos políticos no obedecen las reglas científicas del conocimiento, más bien se basan en el convencimiento de que la estructura sociopolítica en la que se vive es justa y legítima (o injusta e ilegítima). El condicionamiento en la legitimidad de una estructura política comienza en la más tierna infancia, motivo por el cual el estado se autoproclama único proveedor de educación. Y convierte su servicio en obligatorio.

c)       Dado que los cambios políticos “legítimos” sólo son posibles desde las estructuras dadas por el estado, las posibilidades alternativas son muy limitadas. El derecho a la secesión, a la segregación, no está contemplado por la regulación de un estado que se autoproclama administrador de la unidad (y/o soberanía) de todos y para el que cualquier fragmentación supondría no sólo una pérdida de poder, también un desastre financiero.

Creo que es absolutamente imprescindible debatir estas cuestiones, incidir sobre la importancia de la segregación como vehículo pluralizador, generador de riqueza (no sólo material) y como herramienta para garantizar una mínima defensa frente a la natural tendencia homogeneizante y absolutista de cualquier estructura de poder. No olvido que muchos de nosotros abominamos de conceptos como segregación, separación, individualismo… sin duda acostumbrados como estamos a defender Nación, Derecho, Orden Legítimo, … y temerosos de que en nuestra “alegría teorizante” pongamos en peligro las bases mismas de la civilización, el estado de derecho, la paz social o el bienestar de todos. Sin embargo debemos reconocer que la de “bajarse del tren” es una opción absolutamente natural, profundamente humana y que su negación es precisamente negar algo que nos es profundamente íntimo y propio.

Efectivamente, hablar de separación o secesión es políticamente incorrecto. ¿Es también pura especulación? ¿Acaso no les estoy invitando al caos?  ¿No estaremos cayendo de nuevo en la utopía alegre? Si nos detenemos unos segundos y sobrepasamos nuestra primera reacción condicionada, vemos que nuestro miedo inicial puede ser infundado. Cualquier medida política, cualquier reforma sociopolítica es casi imposible en las condiciones actuales, en el marco legal actual. Sin embargo, llevar adelante una Ley de Secesión es no sólo posible, es fácil. Basta con querer que los demás puedan elegir (sí, lo se, nadie lo quiere, lea más arriba). Tampoco lleva al caos, puesto que las leyes en el estado del que se segrega uno o varios grupos no tienen que ser alteradas. Se disminuye el potencial de conflicto y enfrentamiento y se elimina toda posibilidad de chantaje político en cualquier dirección. Que los segregados deben hacer uso responsable de su libertad es cierto, pero eso ya no es asunto del estado, sólo de quienes han optado por el camino de la secesión y perciben su decisión como una oportunidad y no como un problema. Además, existe un efecto extra sobre el estado que queda: aparece una (o varias) estructura nueva en competencia con la que había, obligándole a proporcionar a sus ciudadanos un entorno al menos tan favorable como el mejor de los entornos segregados, si no quiere que sus contribuyentes abandonen su protección o decidan segregarse ellos también.

the-futureBajo esta premisa la voluntad del estado para llevar a cabo las reformas necesarias crecería de manera significativa, aparecerían uno o varios grupos secesionados que no sólo podrían ser mejores al estado primigenio, sino que también se encontrarían en competencia unos con otros para tratar de encontrar mejores y más efectivas formas de convivencia. La secesión o la separación no son pues conceptos a los que temer o ante los que permanecer escéptico. Al contrario, son el mecanismo más sencillo (el más natural, el más humano) de que disponemos para enfrentarnos a un estado superdimensionado, incontrolable, corrupto, irreformable, manirroto e ineficiente. La secesión es la vía por la que se puede conseguir la paz social duradera mediante la actividad socioeconómica voluntaria.

Lo se, los escépticos argmentarán que los millones de políticos, historiadores, filósofos, sociólogos, neurobiólogos dedicados en cuerpo y alma a trabajar por el “bien de la sociedad” no pueden estar equivocados. Pero eso es también parte de una creencia, basada en la idea de que el progreso del colectivo humano se rige por los principios de la racionalidad. Creencia falsa, mil veces refutada por nuestra propia historia: la Historia de la Humanidad es una historia de fracasos y apredizaje, de fracasos y adaptación. En realidad nuestra historia, como la propia evolución, se fundamenta en la superación de todos nuestros fracasos, de todos nuestros planes frustrados, de las consecuencias de pasiones desatadas. No hay nadie que tenga un plan evolutivo. No hay un Dios que nos proteja de nosotros mismos. La evolución es ensayo y error. Podemos temer el futuro pero nadie puede preveerlo ni planificarlo. Tampoco en el contexto puro de las consecuencias de los propios actos: estos provocan actos de terceros, cuyos efectos nos son desconocidos… no planificables.

La socialización planificada de hoy en día viene marcada por la acción política cortoplacista, financiada con el fruto del trabajo futuro de otros (las famosas generaciones venideras pagarán las deudas), fundamentada en estructuras políticas que permiten que el verdadero coste social sea soportado por quienes no se pueden defender: justamente aquellos a los que se nos niega el derecho justo a la secesión.

Artículo originalmente publicado en el Instituto Juan de Mariana

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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19 comentarios

  1. El problema es que todos los territorios están cogidos. Si hubiera territorios sin colonizar un determinado grupo de gente podrían establecer en ellos nuevos Estados menos invasivos en las libertades individuales, pero no es el caso.

    Conseguir que la mayoría de la gente de un territorio apoyase un (nuevo) Estado liberal y que se produjese una secesión me parece mucho más complicado que:

    1º Convencer a la gente de que es posible un Estado mucho más pequeño sin que se pierda la cohesión social.

    2º Convencer a la gente de las enormes ventajas de un sistema liberal sobre uno intervencionista.

    De todos modos lo de convencer a la gente cuando tienes en contra a tropecientas televisiones es muy difícil pero sin embargo ¡¡Tenemos razón!!

    • Una opción, Mill, sería hacerlo con gaseosa. Muchas de las cosas que quieres demostrar (que crees que son ciertas) no necesitan una «secesión» territorial en absoluto. La territorialidad solo afecta obligadamente a la defensa, infraestructuras, y justicia. Ninguna de las tres es del grueso del estado, económicamente hablando.

      Bien, tal vez se pudiera pensar en una «secesión parcial». Pensar en qué no es secesionable, y qué sí. Entonces la idea es que los que se quieren secesionar solo pagan los impuestos proporcionales a la parte no secesionable, y en lo demás se montan un «estado alternativo». El problema sería si todos los paganos netos (o la mayoría) se van al alternativo, y no queda nadie para pagar el convencional.

  2. Solo por curiosidad.
    Dado que tanto la secesión como lo contrario son derechos individuales, los contrarios a la secesión ¿Que deben hacer?
    Crean islitas no secesionadas
    Tragan
    Emigran y abandonan haciendas, empleos etc
    Se lían a tiros

    No tengo clara la respuesta correcta

  3. Yo creo que el derecho a la secesión es tan legítimo com el derecho de los que no la quieren a atacarla. Después de un montón de años de unión societaria, la ruptura tiene un precio, como en cualquier sociedad. Si se es capaz de pagarla, se paga. Si no, hay una solución que, aunque parezca extrema, es igualmente útil. Ahí están las armas. Al principio todo el mundo se echa las manos a la cabeza, pero despues de un tiempo hasta te aceptan en la ONU. El ejemplo es Serbia.
    Hace tiempo publicamos esto sobre el tema. Mucho antes de que Mas empezara, mejor dicho, de que diera a conocer su plan. Plan, por supuesto, tan respetable como cualquiera otro . O quizás más.

  4. Estimado Plaza:

    en principio el derecho de secesión no es un derecho de los estados, es un derecho de los individuos. Luego los individuos que se secesionan hacen de su saco un sayo, o una mordaza. Dado que es un derecho de las personas, y no de los estados, no comparo la segregacion de una tribu con la de un estado, comparo la acción de los individuos que quieren segregarse de la tribu y la de los que quieren hacerlo de un estado. Y creo que la comparación es legítima.

    No, no pretendo montar estados a la carta. Pretendo que dentro de un territorio sean posibles diferentes formas de organización social. Dado que los estados actuales están íntimamente asociados a una territorialidad, no queda otra que ponerla en discusión. Pero no es el territorio el argumento principal de una secesión liberal, sino la forma de organizar tu vida en sociedad.

    El derecho de secesión de un ente, se llame como se llame, no existe. Estamos hablando de un derecho de las personas, no de las lenguas, o los territorios o … ya me entiendes. Las personas deciden secesionarse, lo que luego montan con su decisión es cosa suya. Pueden montar un estado más opresor que aquel del que se segregan, o todo lo contrario.

    • Las personas que quieren secesionarse son las que se basan en una lengua y un territorio y constituyen un ente al fin y al cabo. No veo claro tu razonamiento diferenciador, Luis. La secesión es por definición algo colectivo.
      Personalmente y por la cuenta que me trae, acabar en una dictadura nacionalista me seduce mas bien poco. Si al final es lo que quiere una amplia mayoría poco se podrá hacer, pero prefiero no ayudarles en su camino.
      Utlizar derechos reales o imaginarios, para eliminarlos, no parece buen camino..
      Un cordial saludo.

      • No, hay personas que quieren secesionarse para construir un estructura social libre, con un estado mínimo, un sistema de libertades individuales y en libre competencia con otras estructuras sociales similares o no.

        Uno de los problemas que tenemos la mayoría de nosotros es el de la nula movilidad. Vivimos en León y nunca se nos ha pasado por la cabeza ir a vivir a Gijón. Familia, propiedades, trabajo, raices… y eso nos impide la secesión activa: me voy de León, donde gobiernan unos dictadores nacionalistas y me mudo a Gijón, donde hay una estructura en la que me puedo sentir libre y mejorar en todos los sentidos.

        Los proyectos de Free State son tan atractivos por eso: es también una forma de provocar una secesión. Gracias por tu comentario, un saludo!

    • No, Luis, no estamos hablando de un derecho de las personas, sino de una idea (bonita), a la que has dado el nombre de una idea con permiso de circulación hace mucho tiempo (derecho de secesión), y que da la casualidad que no tiene nada que ver.

      Sí, en la literatura anarco-capitalista han «mangado» el nombre de los nacionalistas-secesionistas para aplicarlo a otra cosa. Pero eso siempre es un problema, porque al final no sabemos de lo que hablamos. E incluso en el caso de los anarcos es un derecho de un colectivo, porque suelen hablar de la formación de un ¿estado? mínimo viable en su propio territorio. O sea que es un derecho de un grupo, aunque sea auto-configurado.

      Y si hablas dentro del mismo territorio (¿mezclados?), eso simplemente no es «secesión». Pero en todo caso, por muy sugestiva que sea la idea (y lo es), habría que tener ciertos detalles de cómo se hace, paso a paso. No ses que empieces a andar sin saber dónde se llega. Igual hasta sale.

      • A ver, nada que no sean las personas tiene derechos. Los estados no tienen derechos, las naciones no tienen derechos. Existen los estados? sí. Luego «viven»? No. Existen porque existimos nosotros. En ausencia de humanos vivos (verdaderos sujetos de derechos) no hay estado, ni grupo, ni sociedad, ni nada. Simplemente no hay.

        Es decir, la idea de la secesión es muy anterior, tal y como explico en el artículo, a la existencia de estados. En la literatura estatista (nacionalista de todos los colores) han «mangao» y estatalizado un derecho de las personas, que no sólo es colectivo: yo puedo decidir secesionarme, renunciar a mi nacionalidad e irme a las Kimbambas, o no. Debería poder decidir si intercambio el fruto de mi trabajo con éste o aquél interesado, si comparto con él un seguro o prefiero hacerlo con otro, o con nadie y me muero bajo un puente de frío y hambre. De las relaciones voluntarias entre personas surge lo que llamamos interacción social, inevitable, somos humanos! Pero no es un estado, ni es eterno (hoy intercambio con este, mañana con otro, en función de los contratos y compromisos que voluntariamente hemos aceptado las partes)

        Sí, puede que salga. O puede que no 🙂

        • Luis, perdona, pero yo creo que estás confundiendo derechos con tu idea de lo que debería ser. O con tu idea de «derechos naturales», o algo así. Porque el derecho internacional sí contempla derechos de las naciones.

          Por ej:

          The right of nations to self-determination (from German: Selbstbestimmungsrecht der Völker), or in short form, the right to self-determination is the cardinal principle in modern international law principles of international law (jus cogens), binding, as such, on the United Nations as authoritative interpretation of the Charter’s norms.[1][2] It states that nations based on respect for the principle of equal rights and fair equality of opportunity have the right to freely choose their sovereignty and international political status with no external compulsion or interference[3] which can be traced back to the Atlantic Charter, signed on 14 August 1941, by Franklin D. Roosevelt, President of the United States of America, and Winston Churchill, Prime Minister of the United Kingdom

          http://en.wikipedia.org/wiki/Self-determination

          Entonces estamos saltando de un tipo de concepciones a otras, con marcos de referencia no compatibles, y la liamos.

          • Evidentemente, las naciones-estado se han autodotado de «derechos». En otras palabras, han convertido sus acuerdos y privilegios en leyes. No, yo no hablo de esos «derechos» 🙂

        • Y además, cuando hablamos de derechos no contemplados en la ley, y que no sabemos cómo funcionan en la práctica, hay que entrar en esos pequeños detalles para saber de qué hablamos.

          Por ejemplo, ese derecho personal de secesión, ¿cómo va? La trinca de amigos del bar se secesiona. De españa, por ejemplo. ¿Y en qué se traduce? ¿Van a un camping y ponen una frontera? Supongo que habrán comprado el camping primero. Pero el ayuntamiento, ¿qué dice?.

          Vale, tú habñlabas de ayuntamientos. Se secesiona un ayuntamiento. ¿Cómo lo decide? ¿Por consenso, mayoría cualificada, mayoría simple? ¿Quién defiende llos derechos de los que no se querían secesionar? ¿Quien defiende los derechos (de propiedad) de los que han pagado obras públicas en ese ayuntamiento, pero no son de ese ayuntamiento (el resto de los españoles)? ¿Cómo se reparte el capital común de antes de la secesión? ¿Los habitantes del ayuntamiento pueden seguir trabajando fuera de él, o ahora tienen que pedirle un permiso de trabajo a su antiguo estado? ¿Acaso tienen los mismos derechos en ese estado que antes de la secesión, pero sin obligaciones? Creo que podría seguir quiñando toda la noche.

          • Esas preguntas que hacen forman parte de los textos que conformarían una ley de secesión.
            El encanto de proponer un derecho de secesió basado e la decisión de las personas y no de los estados radica en que se basa en el intercambio voluntario y sin agresión de bienes y servicios. Obviamente han de establecerse 8esto ya lo comenté antes, muchas veces en el blog9 mecanismos de resarcimiento proporcionales. Si los vecinos de León provincia han pagado un Hospital que se «quedan» los vecinos de Ciñera, lo lógico es que cree un contrato de compra (deduciendo de la suma total los que los ciñerenses hubiesen pagado en su día). También es posible que, si los vecinos de Santa Lucía tienen mucho interés en acudior a ese hospital, les interese más que se establezca un contrato de usufructo … no lo sé. Cada caso particular ha de ser discutido, dilucidado y fijado en forma de contratos. El robo, es decir, la apropiación de un bien de otros solo por el hecho de que se les «olvidó» en mi patio, no es aceptable.

        • Y eso si no ponemos la continuación obvia de la cosa. Todos los ayuntamientos se secesionan de todos los demás, y cada una inventa el mundo de nuevas. Supongo que imaginas lo que pasaría: No habría ningún ayuntamiento ni remotamente liberal, todo serían caciques locales francamente abusones, si no en guerra entre sí, y tú te buscarías la vida en un estado de los que odias, pero que en realidad te aseguran muchas más libertades (y fuste) que ese pollo medievalizante que habrías organizado.

          • Bueno, esa es la visión pesimista (realista según tú, no te lo discuto) de una humaniodad que no ha apredido nada ni ha evolucionado en 12.000 años. Yo creo que hay varios millones de humanos que no iban a terminar en esos charcos. Soy un optimista alegre 🙂

            Molan estas discusiones. Gracias Plaza!

          • Perdón, que me repito. Lo he puesto en el hilo anterior, pero realmente es la misma discusión:

            No sé si viene al caso. Para mi, sí. Para mi, la pregunta de … “¿Cómo esperar que una mayoría puede ver con buenos ojos ideas antiestatistas?” … implica preguntarse primero por qué ver con buenos ojos las ideas estatistas. Y eso a su vez implica intentar saber cómo somos sin estado.

            No es fácil definir “estado”, y tal vez no sea la palabra más adecuada. Pero podemos pensar en la fase más allá de la tribu, en la que la violencia está monopolizada por la jefatura, y tiende a formalizarse (leyes y tal). Y la violencia es clave. Es una parte importante nuestra, que hasta que no la “civilizas” impide cualquier avance en complejidad social y económica.

            Por eso traigo un libro recién salido que nos muestra cómo éramos antes del “estado”. Hay que pensar que como presumiblemente no hemos tenido tiempo de cambiar (genéticamente), los impulsos son los mismos, y la diferencia es, precisamente, ese maldito “estado”:

            Noble Savages: My Life Among Two Dangerous Tribes — the Yanomamo and the Anthropologists

            Napoleon Chagnon

            When Napoleon Chagnon arrived in Venezuela’s Amazon region in 1964 to study the Yanomamö Indians, one of the last large tribal groups still living in isolation, he expected to find Rousseau’s “noble savages,” so-called primitive people living contentedly in a pristine state of nature. Instead Chagnon discovered a remarkably violent society. Men who killed others had the most wives and offspring, their violence possibly giving them an evolutionary advantage. The prime reasons for violence, Chagnon found, were to avenge deaths and, if possible, abduct women.

            When Chagnon began publishing his observations, some cultural anthropologists who could not accept an evolutionary basis for human behavior refused to believe them. Chagnon became perhaps the most famous American anthropologist since Margaret Mead—and the most controversial. He was attacked in a scathing popular book, whose central allegation that he helped start a measles epidemic among the Yanomamö was quickly disproven, and the American Anthropological Association condemned him, only to rescind its condemnation after a vote by the membership. Throughout his career Chagnon insisted on an evidence-based scientific approach to anthropology, even as his professional association dithered over whether it really is a scientific organization. In Noble Savages, Chagnon describes his seminal fieldwork—during which he lived among the Yanomamö, was threatened by tyrannical headmen, and experienced an uncomfortably close encounter with a jaguar—taking readers inside Yanomamö villages to glimpse the kind of life our distant ancestors may have lived thousands of years ago. And he forcefully indicts his discipline of cultural anthropology, accusing it of having traded its scientific mission for political activism.

            This book, like Chagnon’s research, raises fundamental questions about human nature itself.

            http://www.amazon.com/Noble-Savages-Dangerous-Yanomamo-Anthropologists/dp/0684855100/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1359356447&sr=1-1&keywords=noble+savages

            Añado algo. He vivido con gente cuyos abuelos eran antropófagos. Literalmente. He visto llorar a un antropólogo que me contaba que recién venía de visitar a una tribu, a cuya entrada había una mujer atada a un árbol, días y días, y cada día recibía una ración matutina de hostias. El entropólogo lloraba porque sus instucciones y contrato le prohibían interferir en las cosas de la tribu. Y para redondear mi optimismo, vivo entre asesinos. ¿Y sabes lo más cojonudo? Que son gente normal y estupenda. Lo que pasa es que somos todo eso. Y el maldito «estado» es lo que impide que esas cosas ocurran (cuando funciona bien).

            Bueno, igual es que estoy pesimista. Perdona, Luis.

  5. Yo creo que hay una mezcla de cosas que no se pueden mezclar. No es lo mismo la división de una banda paleolítica que la de un estado. Vamos, que no son procesos comparables. Y la división tampoco es la única manera posible de deshacerse de una jefatura abusona. Yo creo que era mucho más frecuente el «jeficidio». Después de todo, el número de componentes de una banda de un tipo determinado, en cierto territorio, probablemente tenía cierto número más o menos ideal. Si demasiado grande, hambre, si demasiado pequeña, menos fuerte (frente a las vecinas) y probablemente menos eficiente pillando recursos.

    Los estados normalmente no se dividen para un mejor vivir del conjunto de sus individuos. Hay excepciones, pero lo más frecuente es para que consigan mayor poder las élites regionales. O sea, no suelen ser estrategias para disminuir el abuso, sino para aumentarlo. El proceso por el que los pringados locales se apuntan al asunto es muy digno de estudio. Pero sería largo, y por otra parte lo tenemos demasiado a la vista en España. No hace falta insistir.

    Lo que yo creo que persigues, que me parece una idea muy bonita, no creo que se solucione con el «derecho de secesión». Necesitaría algo que no existe, y que es contrario a esa idea. Lo le llamaría «estados a la carta». La diferencia es que el «derecho de secesión» se basa en el derecho imaginario (pero realizable) de un «ente soberano», que suelen llamar nación, etnia, lo que sea. No es un derecho de las personas. Y la clave del asunto es que el ente separado no reconoce el «derecho de secesión» dentro de si. Con lo cual no has ganado nada, porque te pueden engañar antes de la secesión, prometiéndote el paraíso, y luego no se cumple. Pero ya no puedes acudir al «derecho de secesión», que el nuevo ente no contempla, y estás como estabas.

    Podría pensarse que cuento más pequeño (territorialmente) el estado habrá menos abusos, pero no creo que la realidad aguante esa idea.

    Ahora, hoy, con las nuevas tecnologías, sí podría empezar a pensarse lo de estados a la carta. Ni siquiera haría falta que fueran estados territoriales. Podrían ser funciones del estado que la gente se auto-organiza para resolverse, sin que siquiera haga falta una contigüidad territorial.

    Y en todo caso, tu «derecho de secesión» solo tendría sentido para los motivos que alegas, si ese derecho se hereda en el ente secesionado. Si no, es para nada. Y ese para nada es de lo que hablamos en los casos vivos en España.

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