La batalla de las ¿ideas?

La influencia sobre terceros se mueve en tres ejes. El más poderoso y de acción más inmediata es el de la coerción. Le sigue el del ejemplo, más lento pero de efectos más duraderos. Y en último lugar está el de las expectativas generadas, que es una mezcla de razonamiento y marketing.

No tenemos actualmente ningún ejemplo de sociedad en el que el pueblo, entendido como la suma de individualidades, sea soberano. La autoridad está en el estado desde el momento en que éste se arroga el monopolio de la violencia, por “nuestro bien” claro… Ya estemos analizando una dictadura o una democracia la coerción violenta en acto o en potencia está en manos del gobierno. Todo aquel
que ose actuar contra ese estatus quo, por muchos argumentos sólidos y válidos que pueda tener, es criminalizado y atacado.

En principio, como norma general, el liberalismo es el único planteamiento que rechaza esta situación, por lo tanto siempre tendrá una enorme desventaja ante los que aceptan como natural el uso de la fuerza para guiar a las masas por el buen camino, por “su bien”, claro…

En cuanto al ejemplo nos encontramos con la más poderosa herramienta de convicción. Todo éxito será siempre imitado. Es así como ha evolucionado la civilización, no hay más factores.

El problema surge cuando el poder impide experiencias que puedan poner en duda su planteamiento. Mediante la coerción se impide el desarrollo de nuevos modelos que puedan prosperar . Y por si fuera poco, toda alternativa que se presente es atacada ferozmente en los medios de comunicación.

Mas el sistema también utiliza de manera positiva esta variable. Premiando a sus seguidores con estabilidad, seguridad y riqueza establece roles estandarizados deseables para la mayoría. Es irrelevante que lo otorgado sea a costa del expolio a los demás, es nimio el detalle de que la riqueza “generosamente” cedida a los acólitos se trate del capital acumulado en el pasado y la deuda contra la producción futura. El mensaje de que siguiendo las reglas impuestas se llega al bienestar y al
éxito cala muy hondo.

Por lo tanto aquí el liberalismo cuenta con otra losa, pues no puede desarrollarse dentro del sistema para mostrar éxitos imitables y que demuestren lo errado de la planificación central. Y razonar que los casos de éxito del sistema son una peligrosa patraña es una labor titánica y hasta peligrosa.

Así pues, el único recurso que le queda al liberal en un entorno altamente hostil es el de la razón, el de intentar convencer que el camino propuesto es el que mejores resultados da a largo plazo para todos. Y aquí la batalla es dura y complicada, pues el mensaje que pretendemos transmitir, las expectativas que queremos generar, exigen del receptor un esfuerzo intelectual al que no está habituado más acabar rechazando la mayoría de planteamientos en los que ha sido educado hasta asimilarlos como intuitivos. Mientras tanto el socialismo usa eslóganes fáciles y buenrollistas que prometen un paraíso terrenal cercano.

Y eso sin entrar en el “todo vale” dialéctico al que nos enfrentamos.

Con este cuadro sólo tenemos dos recursos a nuestro favor: la razón y el tiempo. Es un panorama duro y que sólo cargándonos de paciencia –y hasta resignación- podemos hacer llevadero.

Sólo se me ocurre una manera de acelerar el proceso, que sería una emigración masiva de liberales a un entorno donde la coerción sea menor y se puedan generar éxitos. Pero supongo que mucho tiene que empeorar la crisis y mucho mejorar la organización de los liberales para poder plantear semejante revolución…

En fin, ánimo a todos y Feliz Navidad.

Juano

Firmas Invitadas
Firmas Invitadas
Artículos: 94

7 comentarios

  1. Como avanzadilla de la batalla de las ideas está la batalla del lenguaje. Y ahí la izaquierda gana por goleada.

    Por ejemplo, ¿No se han fijado que últimamente se ha redefinido el concepto de pobreza? Hay estadísticas sobre el número de pobres en la sociedad, aprox. un 25%. Pero llaman pobre al que gana menos del 60% del salario mediano aunque ello no signifique que le falte comida, vestido o casa. Al que es pobre de verdad lo llaman «privación material severa». E incluso en esta clasificación uno de los criterios es no poder pasar una semana de vacaciones fuera de casa.

    Pero en los titulares solo se lee «25% de la población en riesgo de pobreza» causando la consiguiente alarma y «obligando» a los políticos a «hacer algo».

  2. No sé muy bien qué es lo que asusta más, si el vocablo ‘batalla’ o el vocablo ‘ideas’, pero aquí no viene (casi) nadie a opinar. Lástima que tan importante asunto importe tan poco…

    Algunos seguiremos haciendo lo que podamos: pic.twitter.com/WP84livh

  3. La razón es no una batalla, sino una guerra perdida, por más que esté de nuestro lado. Y, salvo que demos un nimio valor al tiempo, de éste no hay apenas: no es ‘rentable’ dejar que pase mientras nos lamentamos por no ser libres.

    De hecho, esperar a que se intensifique la crisis impedirá a muchos lanzarse a la ‘mudanza’ y ‘fortalecerá’ la apatía y falta de arrestos para que los liberales se organicen de una vez, lo que bajo mi punto de vista es el mayor enemigo que tenemos.

    Entrado en los cuarenta, me he mudado dos veces y solo problemas de salud me han impedido ‘triunfar’, sin contar las trabas que el maldito estado de turno me ha impuesto, por ejemplo, a la hora de disfrutar del Free State Project en New Hampshire, EE.UU.

    Se puede, con poco o mucho dinero, con poca o mucha familia… y, eso sí, con verdadero amor por la libertad. ¿Para qué esperar más?

    ‘En nombre de lo mejor que hay en ti, no sacrifiques este mundo a quienes son lo peor de él.’

    • La norma es que tiene más poder el miedo a la pérdida que la expectativa de beneficio. Eso hace que las personas sean más activas cuando no tienen nada que perder, pues sólo actúa el segundo factor. Por eso mientras peor sea la crisis más maletas veremos hacerse…

      Hasta entonces la mayoría se aferrará a lo acumulado durante la bonanza pasada.

      En cuanto a la rentabilidad del tiempo estoy de acuerdo contigo en que mientras más se espera más se pierde, por eso hablo de revolución, pues sin que ese afán despierte entre los que deseen más libertad seguiremos siendo cuatro locos los que votamos con los pies.

      Ser congruente es un ejercicio estoico en estos tiempos para un liberal…

      • Así es, puede más el miedo; miedo que un liberal no debiera tener puesto que no pierde lo esencial, la libertad, sino que mueve ficha para alcanzarla.
        Por otro lado, me parece hasta buena la norma que citas, ya que a mí no me gustaría que los liberales ‘arrastrasen’ a los conformistas y pusilánimes que necesitan sentirse parte del ‘rebaño’. La oportunidad de emigrar para buscar y encontrar el espacio más libre posible es la oportunidad de disfrutar de derechos individuales, de libertad creativa, de respeto… de felicidad.
        Y el que se lanza a buscar sabe que necesitará esfuerzo y trabajo para encontrar, ‘aptitudes’ que -a la vista está- pocos están dispuestos a desarrollar porque prefieren el ‘exceso de celo’ de los reguladores y sus compinches, por ejemplo.

        Ahora es el momento, antes de que nos quiten hasta el último euro que utilizaríamos para salir de todo esto…

Los comentarios están cerrados.