La corta historia de mi contrato con un editor

Erase una vez…..y este cuento se acabó. Algo así como un holadiós, un suspiro, un instante en el tiempo que aspirara a hacerse eterno en su inherente vacuidad. Sucedió cuando yo estaba parado, literal y literariamente parado. La expresión paro no se corresponde con la realidad, nadie está quieto, la quietud es imposible, salvo para las rocas, previamente a la acción de la erosión sobre ellas. Lo que se da, en el llamado paro, es un movimiento parecido al de una marea, de subida y bajada, sobre todo en el ánimo, con grandes oscilaciones, aunque en general la marea esté baja y, cuando sube, produzca desbordamientos. Igual que no estamos hechos para estar solos tampoco lo estamos para estar inactivos. La zozobra nos corroe. Nos sucede a todos lo que a aquel que se le caen las paredes encima cuando se encuentra en un habitáculo cerrado: queremos salir fuera. Preferimos la agorafobia a la claustrofobia, el Ágora al Claustro, la toga al hábito. Como decía Pascal, en uno de sus célebres aforismos, el ser humano es incapaz de simplemente estar, en una habitación, sentado en una silla, sin hacer nada, dejando pasar las horas de un tiempo absoluto. El ser humano necesita llenar su tiempo, crear su tiempo, marcar su tiempo.

Postrado estaba, yo, pero borboteando como un jacuzzi de ideas peregrinas, cuando apareció él -llamémosle “mi” editor, o mejor, llamémosle AS- para salvarme, para sacarme del atolladero. AS era (y supongo sigue siendo) un tipo desgarbado y apasionado, un sabio loco, una persona experimentada pero con ilusiones de niño (esto último en el mejor sentido). Me proponía, AS, algo de lo que no puedo hablar en detalle, pero a lo que podemos llamar, sin perjuicio para nadie, un GRAN PROYECTO. Yo sería una pieza clave en el rompecabezas que tenía en su mente llena de ideas, borboteante como la mía, como mi jacuzzi, de ideas más o menos peregrinas. Su GRAN PROYECTO era en verdad una empresa menor, tanto por capital como por –creo yo- perspectivas de éxito. Pero su entusiasmo era, lo que suele decirse, contagioso. Yo me dejé contagiar porque no tenía nada a lo que aferrarme, y en el vacío abismal un asidero, por pequeño que sea, es algo a lo que por instinto nos agarramos.

Me reuní con él en la gran metrópoli, a la que bajé desde mi pueblo de montaña, en un lugar céntrico, una mañana. Al principio me pareció un demente sin solución, pero según conversábamos comprendí que mi primera impresión era errónea. De falsas primeras impresiones está lleno el mundo, pero la mayoría de la gente se queda con ellas, y las coloca en su cajón de prejuicios. Yo hice un esfuerzo por sobreponerme a esa impresión y entonces vi la luz que irradiaba nuestro personaje. En efecto era un Editor, y tenía realmente un GRAN PROYECTO (al menos por lo que se refiere a sus pretensiones).

Me ofreció, lo diré, 1.500 euros como anticipo a fondo perdido para colaborar con él escribiendo lo que él quería que escribiese y yo, ingenuo y desesperado de mí, acepté. Era un sueldo para medio, uno o dos meses, según la categoría profesional. Era un dinero contante y sonante , era algo enormemente REAL, y, a pesar de consistir en una simple anotación en cuenta, tangible, cosa que no podía decirse de lo que se esperaba que yo diese a cambio del mismo. Un flujo monetario real debía ser compensado con un flujo de ideas más o menos peregrinas enmarcadas dentro de un formato peculiar no del todo especificado. Pero lo más tranquilizador era que la entrega del dinero parecía por completo altruista: me era dado a fondo perdido, es decir, que si yo, por cualquier causa, no pudiera corresponder el flujo monetario con otro de ideas que encajasen en su formato, que estaba en su mente, no tendría que devolverlo, y cada uno de los participantes en el intercambio seguiría su camino sin pena ni gloria por un GRAN PROYECTO fallido. En caso de prosperar la idea y traducirse en flujos reales de caja, en negocio, en una empresa, tendría entonces mis honorarios, o mi nómina o lo que fuere, habiendo sido los 1.500 euros un anticipo a cuenta. Perfecto. Ahora quedaba por desentrañar qué era exactamente lo que tenía en mente AS, para poder escribir algo que encajase en ello. Pero ahí radicó el gran fracaso, aquello que con el tiempo nos llevaría a desvincularnos, a maltratarnos de palabra y omisión, a no ser capaces de llegar a un acuerdo razonable. El GRAN PROYECTO tenía grandes oscilaciones en el mar de la mente de AS, ciertamente no estoy del todo seguro de que supiera lo que realmente quería. Yo le ofrecí los contenidos de mi blog (cuando digo mi blog no digo verdad completa, hablo de La Nueva Ilustración Evolucionista, que era mío y de Memetic Warrior, su fundador). Obviamente eran los contenidos de mi blog los que le habían hecho llegar hasta mí, así que mejor ofrecimiento no podía hacer, y menos por 1.500 euros. Él quería algo ex-novo, rompedor, directo al lector, sencillo pero a un tiempo complejo, profundo pero a un tiempo superficial, extenso pero a un tiempo muy concentrado. En fin, les puedo asegurar, señores y señoras, que, a día de hoy todavía no sé exactamente lo que quería (y, supongo,sigue queriendo). Yo propuse sumar al proyecto a Memetic Warrior por diversos motivos que no voy a entrar a relatar, pero que podrían resumirse en que daba un perfil necesario para llevar a buen puerto a ese barco que iba a la deriva. Y AS le sumó entusiasta. Creo que, de hecho, aún siguen juntos en el asunto.

Tuvimos una reunión, y luego otra, a la que asistió una cuarta persona misteriosa venida de tierras nubladas, y luego pues…encontré trabajo. En el tiempo que pasó desde nuestro primer contacto hasta mi entrada a trabajar había intentado sin éxito escribir algo que le encajase. Trabajar podría decirse que trabajé, eso sí, si consideramos el trabajo desde la perspectiva mecanicista no lo hice, pues apliqué fuerza contra una gran piedra cuadrada y esta no avanzó un ápice. Pero el caso es que él debió considerar todas mis tentativas desde esa perspectiva mecanicista, porque no las consideró trabajo, movimiento de su GRAN PROYECTO, de su GRAN PIEDRA CUADRADA. Lo mío –no le cuadraba, no encajaba en su cuadrangular marco, en su “formato”. Mis fracasos contra su roca darían para contar muchas cosas, cosas que seguramente no interesen en absoluto al lector que haya llegado hasta aquí. Lo que debo destacar es que mi sudor no le sirvió de mucho. Si mis palabras eran de aire y sudor, las de él resultaron ser de aire y roca. Su GRAN PROYECTO, su GRAN ROCA, permanecía inconmovible mientras nuestras mareas anímicas y mentales subían y bajaban golpeándola. Pero las palabras primeras fueron llevadas por su aire, por el viento cambiante de su ambición silenciosa. A bote pronto me exigió la devolución de los 1.500 euros, dado que ni había cumplido con sus inasibles expectativas ni, seguramente, pudiera nunca cumplir con ellas. Ya no quedaba nada de ese “fondo perdido”, ciertamente se había “perdido el fondo” del asunto y ahora nos movíamos en la dura superficie de su roca, luchando por entendernos sin éxito.

Ahora no sé si empleará los próximos 1.500 euros de su dinero en alguna nueva ideación, acaso enviar a alguien a que me dé una torta o dos, pasando de las palabras y la omisión a –a través de un intermediario- las obras.

Sea como fuere yo no le proporcioné ninguna OBRA. Y sí, este cuento se ha acabado, porque con la crisis y el trabajo de mi mujer a punto de caducar, así como la empresa dentro de la cual lo desarrolla, mi economía doméstica va a quemar recursos en consumo, recursos que, de otra forma hubieran sido inversión, y vamos a vivir al día, cada vez más al día. No voy a devolver nada, puesto que nada debo, y además tampoco puedo.

Me hubiera encantado nadar en la abundancia, o al menos en una piscina con “fondo”, para hacerle un desprecio elegante devolviéndole el dinero contra lo acordado de palabra. Pero eso no ocurrirá, me temo. Y eso, en fin, y por fin: que este cuento se ha acabado…creo. ¿Punto y final? No lo sé, porque la parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la primera parte, y la parte contratante de la segunda parte es igual  a la parte contratante de la segunda parte, y la parte contratante de la tercera parte…….

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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4 comentarios

  1. ¡Como me gusta esta historia!

    Debería poderse bajar los contenidos de los blogs, en forma de libro digital (para kindle, por ejemplo ), con un DVD adjunto, (este se compraría contra reembolso) , por un precio justo, que fuera mayoritariamente al autor, con un tanto para quien lo pasara al formato adecuado, y otro pequeño porcentaje para la tienda virtual. No comprendo por qué esto no es el pan nuestro de cada día.
    Que varios blogs que me encantaban han desaparecido, a veces por voluntad de sus dueños, y si una tuviese el libro, no resultaría tan duro…

    • Quizás bajarse un blog y convertirlo a PDF no sea demasiado complicado. Hay programas que se bajan todo el contenido sin problemas.

      • Creo que el Maestro de Ceremonias, Luis Gómez, tiene algo en mente. Lo de menos es pasarlo a «pasta» de ebook. Eso se hace en un periquete sin demasiadas complexness. Y en cuanto a obtener rédito de ello, yo, al menos, no lo espero, al menos en forma de dinero: mientras tenga de lo que vivir razonablemente y tenga amor y buenos amigos no aspiro a más. Ups, creo que estoy emulando a Epicuro.

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