Psicología Social de la Salud VI (Andando el camino de la vida)

La psicología social importa. No se trata de tener una habilidad instintiva para detectar las habilidades de los demás, ni de conocer trucos que nadie más conoce, ni de mentir de forma que hasta uno mismo se convenza de la verdad y la veracidad del aserto y quién lo emite. Mentir mentimos todos. Yo he llegado a la conclusión de que evolutivamente la mentira es mimetismo social, dentro de sociedades jerárquicas, claro está.

Hago unas breves reflexiones sobre las últimas cosas escritas en esta serie sobre Psicología Social de la Salud (vean capítulos previos en los enlaces, contengan los bostezos y piensen en su salud). Quizás, me digo, fui duro en exceso con Albert Bandura -a fin de cuentas un gran psicólogo al que yo, humilde Don Nadie, no le llega a la suela del zapato- en mi anterior entrega de esta serie a cuyo final nos aproximamos, no sin cierto alivio. Pero, desde mi humildad reconocida humildemente, procuro analizar las cosas sin dejarme cegar por la toga del juez, la bata del médico, el hábito del monje, la cátedra del catedrático (en ocasiones catetodramático) o cualquier otro atributo externo de autoridad moral y/o intelectual de quien me presenta una proposición.

En mí mismo he notado, en las últimas semanas, algo así como una mejora que podría atribuir a la autoeficacia: en el desempeño de mi nuevo puesto de trabajo no he tenido todas las facilidades que hubiera deseado para aprender, no se me han abierto todas las puertas a las que he llamado tímidamente, invitándoseme a entrar. He tenido que darme de cabezazos (en sentido figurado, afortunadamente) contra esas puertas, o las paredes aledañas, o, para ser más precisos dentro de la metáfora, pero sin abandonarla, contra mi PC y los softwares y sistemas que contiene dentro. Para colmo he descubierto, con gran pesar, por un lado, y sorpresa por otro, que en el trabajo la psicología representa el 80% del trabajo mismo. Tanto en las grandes como en las pequeñas empresas es importante sacar adelante la producción y planificar el futuro, pero todo requiere de la toma de pequeñas y grandes decisiones, respectivamente, que han de ser tomadas dentro, por lo general, de grupos de trabajo, que operan o bien en cadena o bien en paralelo pero sincronizadamente. La psicología importa. La psicología social importa. No se trata de tener una habilidad instintiva para detectar las habilidades de los demás, ni de conocer trucos que nadie más conoce, ni de mentir de forma que hasta uno mismo se convenza de la verdad y la veracidad del aserto y quién lo emite. Mentir mentimos todos. Yo he llegado a la conclusión de que evolutivamente la mentira es mimetismo social, dentro de sociedades jerárquicas, claro está. Uno trata de pasar por. Está en juego la posición de tu ficha en el tablero de ajedrez de la sociedad humana, y si será o no comida. Y cómo uno no quiere ser comido porque quiere él a su vez comer (no necesariamente metafóricamente a otros humanos, pero sí en un sentido muy literal alimentos, así como obtener los recursos que le permitan obtener el acceso a estos de forma segura y estable para sí mismo y para las copias de sus genes esparcidas por su entorno social), pues eso…hay que matar para vivir. Eso no nos extraña cuando hablamos de las matanzas de cerdos, ni nos extraña la economía del “se aprovecha todo”. Pero sí cuando nuestras angelicales concepciones sobre la condición humana son puestas en entredicho por la realidad de los enemigos hostiles que no obran por maldad –entendida esta cómo una especie de absoluto maniqueo- sino por puro y duro egoísmo, tan válido o tan poco válido como el nuestro.

Decía que la Psicología Social importa y me perdía por los cerros de Úbeda. Pues bien, importa porque es el tejido que vertebra la organización, el tejido del organismo vivo –aunque dudo que consciente- que es toda empresa o emprendimiento no llamado empresa (por eso de que empresa se asocia al ánimo de lucro y a las cuentas de resultados).

Mi autoeficacia no ha mejorado en competencias sociales. No soy mejor psicólogo social, ni mejor pieza en el tablero. La naturaleza también importa, en particular en psicología, y creo que mi personalidad no es compatible con cierto tipo de guerras, y que las personalidades son como las piezas del ajedrez, si eres peón no te conviertes en Reina (aunque puedas mimetizarte durante un tiempo, con algunas personas concretas en algunas circunstancias particulares). He procurado canalizar mis esfuerzos cognitivos por derroteros que no me condujeran –a la derrota. Y he mejorado mi autoeficacia, es decir, me he ido sintiendo más seguro según iba mejorando por mí mismo, superando los obstáculos, y esto me ha llevado a sentirme capaz de superar otros mayores, es decir, a sentirme más capaz. Pero el constructo “Autoeficacia” no aporta nada nuevo a la cuestión, igual que en el pasado tampoco lo hizo el más genérico y enérgico de “Voluntad”. Digámoslo llanamente, para mentes romas como la mía propia, digámonoslo a nosotros mismos: si a uno le va mejor, hace cosas que le hacen estar mejor, percibe esos logros, y se siente capaz de mejorar aún más, por la escalera que asciende hacia un mayor prestigio social y seguridad psicológica y económica (en este caso “recursos propios y ajenos”), no es necesario explicarlo con ningún palabro concreto. Simplemente el éxito nos vuelve más seguros (y a veces más osados, ojo).

Hago esta pequeña parada en el camino de la Psicología Social de la Salud para mejor introducir los siguientes modelos, que empiezan a considerar algo más que las intenciones, y se fijan en su implementación. Cómo se desarrollan a lo largo del tiempo nuestros intentos de mejorar, de crecer, de construir….Porque el simple homo economicus, esto es, el Hombre puramente racional dotado de intenciones y voluntad perfectamente discernibles que opera en un entorno de certidumbres con un instinto domeñado al servicio de objetivos prístinos no existe, y la ciencia, cumbre de la razón, comienza a conocer los límites de sí misma, conociendo no pocas paradojas de nuestro entendimiento. Tenemos nuestra colección de razones y argumentos, y nuestros deseos conscientes, pero llegado un punto, tenemos que pasar a la acción, poner en práctica nuestras ideaciones, e intentar, realmente, nuestras intenciones.

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 Capítulos anteriores de este culebrón infumable (ya saben que está prohibido fumar porque es malo para la salud):

Psicología Social de la Salud I: Introducción.

Psicología Social de la Salud II: El Modelo Biopsicosocial.

Psicología Social de la Salud III (Aproximaciones al Comportamiento de Salud).

 Psicología Social de la Salud IV: La Racionalidad Ingenua.

 Psicología Social de la Salud V: Autoeficacia y Voluntad

 

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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