El cuento de Caperucita Loba.

Caperucita Loba estaba muy preocupada. En esta vida cruel, se sabe que no siempre ganan los buenos. Pero es imprescindible que lo hagan, si queremos que triunfe la justicia, el bien, Gaia, y todas las cosas que deben ser. Y, para colmo, Caperucita acababa de tener tratos con El Maligno. Le habían propuesto, nada menos que tener un debate público con él, en igualdad de condiciones. Argumento contra argumento, y un árbitro neutral. ¡Como si los malos y los buenos fueran lo mismo! Eso sería dar a entender que a los otros se les puede escuchar; admitir que hay algo que discutir.

La respuesta fue negativa, huelga decirlo. No habría debate. Pero como no se le puede decir al malo que no discutes con él, por malo, (no lo entiende), doña Loba se buscó la idea de exigirles como condición una lista de toda le gente que les dona dinero. – Es porque yo soy campeona de la transparencia -explicó.

Le contestaron que era imposible. Habían empezado haciendo públicos los nombres de sus donantes, pero hace unos años se vieron obligados a cambiar. Resulta que los que no estaban de acuerdo con sus opiniones se dedicaban a acosarles, como si estuvieran haciendo algo mal hecho por financiar la difusión de una opinión. O de unos estudios. Y no podían ponerles en ese brete.

Perfecto. Caperucita tuvo la idea de inmediato. Sabía los nombres de algunos de los miembros del Consejo de Dirección de la organización depravada, y se le ocurrió el sistema de conseguir la lista de los que se atrevían a darles dinero, para sacarles los colores. Y tal vez cayera otra documentación que les dejara en mal lugar.

Bien fácil. Imagina que sabes que hay un Wilbur Smith entre los consejeros. Abres una cuenta en Gmail, con el nombre de Wilbur Smith, y de dirección del buzón <[email protected]>. Es gratis, y se hace en cinco minutos. Y desde ese email escribes a la secretaria de los malos:

Querida Caty.

¿Puedes por favor añadir (o hacer que el miembro adecuado del equipo añada) esta dirección personal de email a la lista de distribución de los Miembros del Consejo, para todas las comunicaciones futuras? No borres mi otra dirección — solo añade esta como un duplicado. Y, por favor, contesta aquí, confirmando.

Wilbur Smith

Miembro del Consejo del Heartland Institute.

Que, en pantalla queda así:

Luego las cosas no siempre son tan fáciles como parecen al principio. Recibió documentos, y tenían la lista de donantes. Pero antes de repartirlos por el mundo se dio cuenta de que, aparte del incordio para los nombrados en la lista, en la documentación recibida no había nada que no se supiera públicamente, ni nada que resultara vagamente comprometedor. Sin embargo, siendo tan buena la causa, sería una pena quedarse atascado por una minucia así. Doña Loba sabe que los malos son malos; ¿qué daño hay en adornar un poco las pruebas cuando sabemos que reflejan La Verdad?

Dicho y hecho. Aunque esta parte todavía no la ha confesado, por el estilo y muchos otros detalles nadie duda ya de que fue la misma Caperucita Loba la que creó un documento,2012 Climate Strategy, falsificándolo como si fuera del Heartland Institute. Con todo lujo de detalles que ponían “contexto” a la información  – que sin ese añadido no decía nada. Del tipo de que estaban “embarrando” a propósito la discusión del clima, y haciendo estrategias para crear confusión. Vamos, los malos hablando entre sí de lo malos que son, y por escrito. La lotería, pero … con un billete falso. En todo caso Caperucita si ha confesado la diseminación de los documentos robados y del falsificado. Incluyen los datos de los donantes — por ejemplo Microsoft, a quien ya están molestando por ello.

Por si alguien no se ha dado cuenta, el cuento de Caperucita Loba no es un cuento, sino la vida misma. La vida, por ejemplo, del alarmismo climático y los defensores del IPCC.  Doña Loba se llama Peter Gleick, del Pacific Institute, en Oakland, y es experto en medio ambiente, cambio climático, y ética científica. Y no, no es una broma; hasta ahora era, además:

  • Un autor especializado en escribir sobre la ética en la ciencia.
  • Jefe de la Fuerza Operacional sobre Ética Científica de la AGU (American Geophysical Union)
  • Miembro destacado y consejero del NCSE (National Center for Science Education)
  • Miembro del Equipo de Respuesta Rápida sobre Cambio Climático (Climate Science Rapid Response Team)

Por cierto, ¿qué diablos puede ser un Climate Science Rapid Response Team. La respuesta oficial, tomada de su web, es:

The Climate Science Rapid Response Team is a match-making service to connect climate scientists with lawmakers and the media. The group is committed to providing rapid, high-quality information to media and government officials.

Otro miembro del equipo, el conocido activista Scott Mandia, lo explica en estos términos:

“The cavalry has arrived. NCSE, with its passion and experience defending science in our schools, will ensure that teachers can educate students about climate change without fear of reprisal.” [–>]

¿Miedo a las represalias por enseñar a los estudiantes alarmismo climático? ¿Hay alguno al que le enseñen otra cosa? La respuesta real tiene pinta diferente. Cualquiera diría que la caballería queda mejor retratada a través Peter Gleick. O Caperucita Loba. Se dedican a contrarrestar de una forma coordinada, así sea con billetes falsos de lotería, las informaciones que perjudican a su causa. O a crear informaciones convenientes. Justamente aquello de lo que acusan, en general falsamente, a los “escépticos”. Pero con pasta.

Fuente de la foto del email y del grueso de la información:

Y la historia paso a paso, también en WUWT;

plazaeme
plazaeme

Negacionista. Que no se sabe muy bien si quiere decir que niego que exista el clima; que niego que el clima cambie; que niego que el clima esté cambiando actualmente de forma que no se haya visto antes; o que niego que hayan mostrado que se trata de un problema real, y no imaginario. Nunca me lo explican, y sigo esperando.

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2 comentarios

  1. Y aquí los medios de desinformación masiva, encabezados por el panfleto de Pedro Jeta, dieron cancha a toda página a la basura de Gleick como si desvelaran una grandísima investigación periodística.

    Una vez que todo el mundo sabe que fue una patraña, los responsables de El Mundo siguen, que sepamos, sin decir nada al respecto.

    No es ni siquiera lo de «difama que algo queda», poniendo una trola en portada y una rectificación dos días después escondida en letra pequeña, no. Es largar la difamación y callar como putas cuando se hace evidente la mentira. Que asco de medios de desinformación masiva.   

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