Mi voto en un pozo

Atiende, imbécil, no dejes de prestar atención ¿vale? Este juego de manos es muy sencillo, hasta un niño lo aprendería con un poco de entrenamiento. Metes una papeleta en el sobre,  la que sea, y la introduces en la urna. Da igual la papeleta que metas. Hay varios montones sobre las mesas. Todas tienen una lista de nombres y un símbolo. Se supone que representan ideas, proyectos, valores. Pero no tienes que dejarte obnubilar por esas cosas. Ya, ya sé que eres un imbécil, pero estoy tratando de enseñarte cómo hacer las cosas. Coges una papeleta al azar. De hecho, el mejor modo de hacerlo, ya que a saber cómo las colocan en las mesas, es coger una de cada y dejar a un tercero imparcial que las baraje. De ellas tomas una y la metes en el sobre. Luego vas a la llamada Mesa, que vienen a ser como tres mesas puestas de tal forma que parecen una U cuadrada. Entras por la parte de arriba de la U y te encuentras frente a la urna, detrás una persona elegida al azar, como tus papeletas, representa la pantomima de tomarte los datos, decir tu nombre y pronunciar una palabra abstracta, pero que no significa nada: «vota». Estadísticamente hablando tu voto es una ilusión. Por eso te digo lo de votar al azar. En realidad tu voto no cambia nada. Los flujos y reflujos, subidas y bajadas de las mareas políticas están motivados por la gravedad de la masa de votantes igual que los flujos y reflujos de las mareas del mar lo están por la gravedad de la masa de la luna. Existen unas oligarquías políticas institucionalizadas como partidos. Tienen sus bufones y sus voceros, sus aplaudidores y sus plañideros, sus corifantes y coreógrafos de escena. Pelean incruentamente por el poder, pero dejan muchos cadáveres morales en el camino. Puede que destruyan tu vida, pero en teoría lo hacen por tu bien. La fórmula de los monarcas absolutos «todo para el pueblo pero sin el pueblo» es ahora maldecida, lo que se escucha, entre las líneas de los discursos políticos, es algo así como «todo en nombre del pueblo pero sin el pueblo«. Así es. Ya no hay un «para el pueblo«. Eso es demasiado costoso en términos políticos, tal y cómo debe repartirse el poder. Hay que alcanzar acuerdos para repartirse todo el pastel, y lo que le caen al pueblo, es decir, a todo aquel que no se haya asociado a alguno de los grupos de presión o poder instituidos, son migajas, esas que se les escapan entre los dedos de las manos mientras se deleitan con el dulce sabor de su cuota de poder, de su ración de dulce tarta.

Sé que te has dejado engañar durante mucho tiempo: primero con las promesas siempre incumplidas de algunos de todos los bienes y parabienes del mundo. Después con las promesas de otros de dejarte un poco de libertad para que pudieras desenvolverte a tus anchas y desarrollarte como persona. Estás desencantado. «Mi voto en un pozo»: te dices. Es verdad. Tu voto, por sí solo, no ha servido de nada, y nadie te está representando. Representan, antes bien, la farsa de la democracia, que ha sucedido a otras formas acaso menos hipócritas de poder, pero más violentas. Es preferible mirar a los payasos pegarse sobre la escena pública bofetones y luego dejar que entre bastidores se repartan la recaudación. Porque eso es lo que hay. Echa ese voto en la urna, el voto con una papeleta misteriosa. Al menos así no podrás sentirte responsable de algo de lo que realmente nunca lo has sido.

¡LIBERTAD REAL YA!

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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5 comentarios

  1. Pues si tienes 38 años no se de que te extrañas.¿Acaso no te acuerdas de la reforma laboral que intentaron los del PP hace ahora 10 años?Si, la presentaron en mayo y en octubre la retiraron por miedo alos sindicatos.Aparicio se fue y Zapalana pacto una nueva con los sindicatos.Los del Tribunal Constitucional se la echaron abajo 5 años despues con el argumento de que la formuladel decreto no estaba justificada ya que no era urgente.
    Esto es ESPAAAAAAÑAAAAAAA!
     

  2. Una observación: el lema «todo para el pueblo pero sin el pueblo” corresponde al despotismo ilustrado, que era una forma específica y tardía del absolutismo. Desde luego, no era el lema del Rey Sol, por poner un ejemplo.
     
    Por cierto, esta reflexión me ha recordado mucho, por momentos, al discurso de los mal llamados «indignados» (asunto del que tanto se habló aquí en su momento). Naturalmente, la postura de fondo es muy distinta; no obstante, con algún retoque, esta reflexión podría publicarse en algún medio de comunicación de la izquierda radical y colaría perfectamente. Esto me recuerda que algún liberal incauto simpatizó en un primer momento con aquel sarao del 15M; la ilusión no duró mucho, claro.
     
     
     
     

    • Es cierto, Cara de Palo, lo que dices de la fórmula «todo para el pueblo pero sin el pueblo». Implicitamente la presentaba como la última solución de los monarcas absolutos al cambio de régimen. Jerjes el Persa se reiría a mandíbula batiente de la misma idea de «pueblo».

      Lo del 15M fue una campaña de la izquierda a la izquierda de la izquierda, o eso me pareció a mi en su momento -y la perspectiva histórica le va dando cada vez más esa forma frente a mis ojos. Yo no simpaticé con aquella protesta desde el principio (qué decir del final lleno de piojos, fumatas y vagabundos).

      Lo que me hizo escribir este post ayer fue el desencanto con la reforma laboral, que creo que quien mejor expresa en este blog es Burrhus. Quizás en parte contagiado por el desencanto de él, lo cierto es que me siento como un paria de la nueva era, con 38 años y viendo que en lugar de derribar un muro quitan unos pocos ladrillos.

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