Tonto es el que hace tonterías

Decía Forrest Gump que «tonto es el que hace tonterías». Siendo esto cierto también lo sería la afirmación de Einstein de que la estupidez humana es infinita. Pues no se trata de que tropecemos dos veces en la misma piedra -cosa que hacemos con frecuencia, superando la cifra de dos tanto más cuanto menos memoria guardemos del suceso o más excitante sea el objetivo que nos lleva a tropezar- sino de que padecemos ilusiones cognitivas congénitas, que la psicología social está desvelando igual que previamente desveló las ilusiones visuales la psicología de la percepción.

Una de ellas es el denominado error de atribución. Si en la carretera un «tonto» nos adelanta de forma poco ortodoxa no nos cabe duda de que el calificativo «tonto» le viene como anillo al dedo. Desconocemos las prisas que llevaba ni, de ser así, lo que había en juego por llegar tarde, si había discutido con su pareja poco antes, si estaba completamente despistado por algún estímulo visual, sonoro, táctil, que le había distraído por un momento de la conducción y le había hecho cambiar de carril antes de la cuenta…etc. Concretamente este error de atribución se denomina error fundamental de atribución, que es considerar una acción como debida a la personalidad de quien la realiza más que a sus particulares circunstancias del momento.

Basándose en dicho error quizás muchos psicólogos bienintencionados y creyentes de la bondad humana innata hayan tendido a creer que el comportamiento de un psicópata, un esquizofrénico o un drogado hasta las cejas podría explicarse no por sus rasgos de personalidad o por una patología o adicción, sino por las circunstancias. Muchos hechos delictivos, al ser juzgados, son explicados por la defensa como debidos a un mal barrio, unas malas compañías, o a las desigualdades provocadas por la perversidad del capitalismo.

Evidentemente se trataría en este caso de la segunda derivada del error de atribución, o error de atribución al atribuir error de atribución. Las cosas podrían haber ocurrido de otra forma, pero el delito, con la personalidad y/0  características mentales de ese individuo, en esas u otras circunstancias, resultaba inevitable.

Pero es cierto que tendemos a juzgar a los demás con un patrón mucho menos benevolente que aquel con el que nos juzgamos a nosotros mismos. Y más aún si esos forman parte de lo que se denomina exogrupo, esto es, las personas que están fuera de nuestros círculos de amistades, familiares, de grupos de presión e interés…A los del endogrupo, a los que consideramos miembros de nuestro club, incluso si este ha sido creado arbitrariamente -sobre esto Tajfel hizo unos experimentos interesantes, que se han reproducido hasta la náusea- los consideramos más inteligentes, hábiles, sociables, etc, pero sobre todo les consideramos más variados. El exogrupo es algo homogéneo, una masa informe de carne humana a la que habría que uniformar debidamente para distinguirlos de los nuestros. El endogrupo está lleno de excepciones a la norma, de originalidades, de personalidades diversas, de individuos.

Cuando a uno le despiden de un trabajo, o no le cogen en una entrevista, o le rechazan en la entrada de un local, siente que se han equivocado. Nos resulta difícil creer que nosotros hayamos podido tener parte o toda la culpa de ello. En cierto sentido consideramos, sea como psicólogos ingenuos, sea como avezados pensadores de la psicología social, que aquellos que nos ha rechazado o expulsado de un grupo, aquellos malditos INSIDERS que nos convierten en OUTSIDERS, son unos manifiestos estúpidos, unos «tontos» que padecen de una recalcitrante tendencia a cometer el error de atribución fundamental. Se han figurado que hemos cometido errores dónde no lo hemos hecho, o, en caso de que se haya producido alguno nos lo han atribuido a nosotros o, habiéndolo cometido nosotros sin ningún lugar para la duda lo han atribuido a nuestra personalidad, a nuestra manera de ser y estar en el mundo de forma permanente, y no al conjunto de circunstancias que nos distrajeron, perturbaron, a la complejidad de la tarea o a algún otro factor externo a nosotros.

Yo he abandonado una empresa, en cierto modo, por la puerta grande. No voy a decir que me hayan subido a hombros y me hayan vitoreado, pero al menos me han reconocido un despido improcedente, dándome los días por año trabajado que hemos acordado. La empresa se va a ir a pique, y la matriz absorberá los restos como los ameboides glóbulos blancos se tragan a los parásitos. Entonces los que queden serán EREcutados, y se llevarán sus 20 días.

Durante el proceso me he sentido tentado de hacer atribuciones, y de imaginar las atribuciones que han podido hacerse conmigo, erradas o no, las mías o las otras. Las relaciones humanas son complicadas. Este miércoles me dispongo a afrontar algo que a algunos les da más miedo que ir de visita al dentista y que, al final, se reduce a un intercambio más o menos elegante de atribuciones. El entrevistador tiene que formarse un juicio sobre tu persona, personalidad y capacidad profesional. No es fácil. Se siguen unos criterios estándar. Las entrevistas vienen a ser todas iguales y todas distintas. El elemento de relación interpersonal que surge durante la entrevista no puede encajar en ningún plan previo. Dos personas distintas se encuentran frente a frente y en un corto espacio de tiempo surge entre ellas un buen o mal «feeling». Esto es independiente de la capacidad objetiva, tanto real como potencial, del candidato de realizar las labores asignadas al puesto vacante. Las dos personas entran en sintonía o no logran alcanzarla. En el último caso puede que el descarte se produzca apoyándose la mente de quien lo ejecuta en algún error atributivo que fácilmente le venga a la mente a través de algún heurístico de disponibilidad (vamos, de un atajo mental tomando la primera información que le pase por la cabeza, que esté «disponible», para atribuir al otro un defecto que le hace incompatible con el trabajo).

Pero ¿cómo lograr dicha sintonía? No merece la pena esforzarse en ello. Surge o no surge. La suerte está echada antes de que uno cruce el umbral de la puerta del despacho dónde va a ser juzgado y acaso sentenciado a continuar en el destierro del mundo laboral. Se sabe, eso sí, que se ha logrado, cuando la conversación es fluida,  los gestos y movimientos de ambos participantes en el encuentro parecen más una danza que un tropiezo permanente del uno con el otro. Pero un danzante puede confiarse y….¡¡tropezar!!!, así que lo mejor es mantener la calma. Si uno tropieza, ya se sabe, es que ha dado con una piedra, y si así es, sabe que podrá volver a tropezar una y mil veces. «¡¡Tonto!! te dices….¡¡Mil veces tonto!!!»….si eres el candidato, claro, porque al otro, al  que selecciona, le dará un poco más igual al tener otros cientos de idiotas haciendo cola entre los que elegir.

Si, Forrest. tonto es el que hace tonterías, pero según ese criterio todos lo somos. Y algunos no parecen percatarse. Y tengo la sensación de que viven más felices.

En eso de las personalidades hay dos grandes tipos: el neurótico y el extravertido. El último parece más divertido, se lanza a vivir más aventuras, y se tropieza mil veces, pero se levanta una tras otra para seguir avanzando, y a base de locuras de ese tipo pues aprende. Ensayo y error. El neurótico en cambio mide muy bien sus pasos, teme, en cada vuelta del camino de la vida, un pedrusco. Esto le impide aprender y descubrir muchas cosas. Verdaderamente ambos tipos resultan bastante «tontos».

Le decía ayer Svante Paäbo a Punset que los denominados humanos anatómicamente modernos hicieron algo que no hicieron los neanderthales: cruzar el mar cuando no veían tierra al otro lado. Ciertamente eso es una locura. Paäbo dijo: sin duda nos debe de faltar un tornillo. Y efectivamente así es.

Nuestra mente, argumenta Daniel Gilbert, un Psicólogo de Harvard, al desarrollar el lóbulo frontal, desarrolló la capacidad de mirar en el futuro más allá de lo inmediato. Así surgieron cosas como la imaginación, y el arte, la fabricación de utensilios cada vez más complejos, la religión….y todo eso que consiste en representarse la realidad como una concatenación de sucesos que van del pasado al futuro pasando por el presente, y la causalidad, que vincula unos hechos pasados con otros presentes o potenciales futuros basándose en correlaciones. El error de atribución es algo así. Si un agente hace o dice (comportamiento verbal) algo, lo que sea, inmediatamente le atribuimos una causa, una causa que le es interna. Surge entonces el error de atribución.

El psicólogo de Yale Paul Bloom habla del esencialismo de la mente humana. Es decir, de la tendencia de nuestra mente a otorgar a seres y objetos una esencia, un algo interno que se manifiesta externamente en formas y comportamientos pero que es único y específico de cada individuo o grupo de individuos similares (especies, skin-heads….etc). Nuestra mente causalista nos vuelve esencialistas. Si algo ocurre, hay una causa detrás, y esa causa, que es un primer movimiento, parte del objeto o sujeto en cuestión y se debe a cualidades (virtudes, defectos, naturaleza) propios del mismo.

Es imposible desembarazarse de esas ilusiones cognitivas. No, al menos, con este cerebro del que nos ha dotado la evolución biológica. Pensamos así porque nuestros antepasados sobrevivieron y se reprodujeron pensando así. No hay  que darle más vueltas. Y la realidad es una objetividad teñida de subjetividad, a veces neurótica, porque uno tiene una amígdala pequeña y muy activa en su lóbulo frontal derecho, y a veces extrovertida, cuando no sucede eso y ciertas inhibiciones no se hipertrofian.

Esos dos temperamentos han evolucionado porque en la vida en grupo de nuestros ancestros eran necesarios ambos tipos (y sus diversas variantes). Algunos debían estar especialmente alerta al entorno, aunque eso les produjera un gran estrés, y otros ser muy lanzados, aunque la curiosidad matase al gato -en este caso al ancestro. Unos estamos preparados para detectar peligros, otros oportunidades. Somos todos tontos, pero a un tiempo, y trabajando en grupo, resultamos ser la especie más inteligente de todas. O al menos la más próspera.

Lo que yo me temo es que la entrevista que me van a hacer este miércoles nada va a tener que ver con la que les tengo acostumbrados en este sitio web. Además de que el entrevistado sea yo.

Espero no hacer ninguna tontería, y confío en que no haya errores de atribución en el juicio de mi entrevistadora.

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Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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16 comentarios

  1. Por supuesto, PVL, hay que ser psicólogo en todas las circunstancias de la vida que impliquen relacionarse con otros, y eso implica tener en cuenta lo que comunicamos y lo que nos comunican, un proceso en el que lo más importante no se transmite de forma expresa y consciente. De mismo modo que el juego del espionaje incluye el contraespionaje, tenemos que aprender a dominar esas dos facetas al mismo tiempo.
     
    Hay una cosa llamada Programación Neurolingüística (PNL), tachada por algunos de pseudocientífica por su metodología, que puede servir de base teórica para aplicaciones prácticas consistentes, básicamente, en la manipulación del prójimo, a un nivel emocional. Su principal utilidad es la psicoterapia, pero un pájaro de cuenta llamado Ross Jeffries utilizó esa teoría y una serie de técnicas derivadas de ella para desarrollar un método de seducción que le ha dado mucho éxito en la vida. Esa es una forma de controlar la comunicación en un sentido: la comunicación «saliente», podríamos decir. Esta faceta se aprende. La capacidad para leer al otro (la comunicación «entrante») es, tal vez, una habilidad más innata, pero no viene mal adquirir conocimientos teóricos y prácticos basados en las aportaciones de la comunidad científica.
     
    Insisto en que esto de la psicología en la comunicación del día a día es un poco como el mundo del espionaje y contraespionaje, pero adaptado a la vida individual. Un buen servicio secreto de inteligencia nos ayudará a conseguir nuestros propósitos. Recuerden a la Marquesa de Merteuil.
     
    Todo esto tiene mucha relación con las entrevistas de trabajo, porque es uno de esos momentos en que resulta más útil poseer este tipo de conocimientos y habilidades.
     
     
     

  2. En otras palabras: si lo que busca el que decide, más allá de las palabras, es un «pringao» será fatal aparentar no serlo y viceversa: si lo que buscan más allá de lo que se exponga abiertamente es un «tiburón», de nada valdrá mostrarse tranquilo, controlado,  educado y demostrar nuestros extensos conocimientos de la materia.

  3. Personalmente solo he tenido éxito en una entrevista de trabajo (precisamente la última que es la que dio la entrada al puesto de trabajo que ahora ocupo y toco madera). En su momento no comprendí las razones de que esa entrevista hubiera funcionado: sin embrago con el tiempo y la perspectiva y sobre todo la experiencia creo haber desentrañado el misterio: básicamente el entrevistador que a la postre sería mi jefe directo vió en mí por debajo de lo que se aparentaba en la insulsa entrevista, justo el perfil de lo que estaba realemente buscando, aunque evidentemente no lo verbalizara: alguien a quien poder manejar y dirigir sin oposición a su antojo: ni más ni menos que alguien lo suficientemente desesperado como para aceptar un puesto de trabajo con una titulación media, teniendo titulación superior y lo suficientemente inexperto como para que no recelara de mis posibles e inesistentes recursos. Por supuesto también influyó de manera decisiva que llevaran bastante tiempo intentando infrustuosamente cubrir ese puesto, y  por el que ya habían pasado incontables víctimas que no resistieron  las dentelladas del tiburón de mi actualmente ex (afortunadamente para mí)  jefe. Conclusión: visto lo visto, creo que lo más importante en una entrevista de trabajo sería, conseguir por los medios que fueran (a través de la propia conversación de la entrevista, por confidencias de otros empleados conocidos,  etc) averiguar más allá de las palabras, qué es lo que realmente quiere conseguir el empleador del empleado, y a partir de ello interpretar de la mejor manera posible (lo ideal como fue en mi caso es que fuera totalmente incosciente) justo ese papel.
    pdata: como conseguir esa información «reservada» eso en la práctica es muy díficil, el componente de azar en estos temas está garantizado.
     

  4. Ay de ese pragmatismo despiadado.

    Yo nunca escribiré el Diario de un Suicida. En todo caso una carta, o una breve nota. Pero esperaré algunos fracasos más antes de decidirme. Definitivamente la medicación me sienta bien.

  5. Germánico, convence a esa entrevistadora de que eres su hombre. No quiero que el Diario de un parado se convierta en el Diario de un suicida.
     
    El libro de Greene se puede descargar en varios URLs, pero he visto que circulan por ahí versiones resumidas. La versión que he encontrado en Scribd es un resumen, y además está mal codificada (faltan caracteres). Yo he encontrado esta dirección donde se puede descargar el libro completo en formato DOC. Lo he convertido a PDF y he comenzado a leerlo. Es el manual más exhaustivo que he visto en su género, el oráculo definitivo, con aportes de Baltasar Gracián, Maquiavelo, Sun Tzu, La Rochefoucauld y otros.
     
    No obstante, para ser de los que se salen con la suya hay que poseer un talento innato; si careces de él, de poco te servirá leer docenas de manuales y oráculos sobre el poder. Como mucho, podrá servirte para aprender a identificar a los que poseen ese talento, lo cual es un triste consuelo. Hago notar también que muchos de los consejos que da el autor de ese manual son más fáciles de seguir por alguien con personalidad antisocial, es decir, por un psicópata; por ejemplo, la habilidad para manipular a los demás en beneficio propio y otros que requieren ausencia de escrúpulos. Hay dos que son brutales: «Muerto el perro, se acabó la rabia» y «Aplaste por completo a su enemigo». A ratos, parece un manual escrito por Stalin.
     
     

  6. Entonces tu experiencia te sirve para hacer menos tonterías que la media. Algunas «ya te las sabes»!!

    😉

  7. Por eso hay 48 Leyes del Poder y no sólo una.Otra dice: No eclipsar jamás a los superiores. Y, como tú dices, cada puesto-y , sobre todo, cada «casa» tiene su «estilo» fundamental. Saber el estilo de la casa general y para los puestos es clave. Ej: Si voy a una entrevista para la Asesoría Jurídica de Price Water House me visto, hablo, omito y destaco de forma completamente diferente a si voy al mismo puesto en la Asesoría de Lazard.
    Pero el principio de «ser un tranquilo jefe indio» vale siempre.Si hay una organización tarada que sólo quiere neuróticos serviles y se asusta de los que se calzan tranquilamente por los pies, mejor saberlo y evitarla a toda costa. Por muy bien que paguen, nunca compensará ser devorado por semejante organización. Te costará, en un sentido muy literal, «el alma» y todas las fuerzas y energías que tiene para afrontar la vida.

  8. Recuerdo unas entrevistas que se hicieron en mi oficina. El entrevistador era un Jefe de Departamento que necesitaba una incorporación a un puesto administrativo-comercial. Debo añadir que el carácter de ese jefe-entrevistador era bastante fuerte. A muchos les resultaba incluso desagradable, despótico, prepotente. Eso sí, siempre guardando las formas.

    Pues bien, yo estaba estratégicamente colocado en un lugar de la oficina en el que venía llegar a todos los candidatos. Y fue, de todos ellos, la que vino con un claro aspecto de inseguridad y temor, la que se llevó el puesto.

    Cómo se desarrolló la entrevista lo ignoro, y si ella se sobrepuso a su temor. Pero pongo este ejemplo como representativo de algo contrario a lo que decís. Quizás es que este jefe buscase alguien fácilmente dominable (en estas relaciones de dominancia sado-maso no me meto) pero luego la chica, durante el desarrollo posterior de su trabajo, se mostró cada vez más segura y difícil de dominar.

  9. Bueno, Dhavar, dentro de los científicos cognitivos serán los que estudien la cognición social los que puedan comprobarlo experimentalmente o con algún otro de sus, por otro lado, limitados métodos, dada la complejidad del problema. 

    Pero si en una entrevista de trabajo te muestras timorato y apocado esto puede reflejar cómo lo harás en el trabajo -aunque no necesariamente- pero necesariamente el entrevistador sospechará, y la sospecha, habiendo muchos candidatos, creo que es suficiente para que te descarten y el puesto se lo lleva alguien que se muestre no ya seguro, sino aparentemente natural.   Que muestre que no tiene nada que ocultar, que las cartas están sobre la mesa (naturalmente como mínimo un trío de ases) y que está ahí para ofrecerse y postularse, no para demandar y mendigar.

    Por desgracia muchas personas pierden oportunidades de oro (y nunca mejor dicho) por no mostrarse un poco más seguras en este tipo de oportunidades.

    Pero al igual que le admitía a Daoiz que el rapport no lo es todo, tenemos también que admitir que los factores psicosociales pueden perder su peso frente a un conocimiento profundo de la materia-o al menos que cumpla los criterios de suficiencia del entrevistador- , que en trabajos sedentarios, de no demasiado trajín social y técnicos, es esencial.

  10. Lo que dice ljon es totalmente correcto, y sirve, especialmente, para ligar. Y en todo caso, al invertir los papeles, deshace los nervios y le vuelve a uno más agudo y tranquilo.
    En las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene, hay una que viene el pelo en estas y otras pruebas parecidas: Actuar como un Rey para ser tratado como tal.(Lo que excluye la arrogancia, signo de inseguridad).Y analiza en detalle el caso de Colón, como ejemplo de realización perfecta de la Ley, y el del bobo de Luis Felipe de Orleans, el «el Rey burgués», como ejemplo de transgresión – y claro, fracaso- de la misma.
    Seguro que el libro está en scrib. Y es enormemente divertido.Así que te distraerá pero al mismo tiempo te llevará al corazón de tu problema y de dejará centrado y tranquilo sin advertirlo.
    Yo lo he probado muchas veces – y aplicado varias leyes-, y lo siento por los teóricos cognitivos y demás gente sabia: Son implacables, axiomáticas y funcionan como una auténtica apisonadora.

  11. Gracias, Ijon. ¿Seguro que tendrán suerte? ¡¡Yo soy capaz de cargarme una empresa con 3 asientos contables!!

    Arrogancia no me nace, pero si interés por saber qué es lo que me ofrecen para valorar si me conviene o no, a estas alturas de la película, digo de El Diario (de un parado).

  12. ¿Un consejo? No vayas con mentalidad de estudiante que se examina y anda buscando el aprobadillo, sino más bien la de examinar tú si te conviene lo que te puedan ofrecer. Y que se note (naturalmente sin parecer arrogante).

    Suele ser buena receta, igual que para ligar (por lo que lejanamente recuerdo).

    Suerte para tus entrevistadores (la tendrán si te contratan).

  13. Tienes razón,  un poco de planificación siempre viene bien. Dejar todo a la improvisación y confiar en el rapport es ingenuo, pero lo he resaltado porque esas cosas no se deben subestimar.Seguiré informando en Diario de un Parado o cerraré ese chiringuito.

    Gracias.

  14. Suerte, amigo, y sin nervios. Aunque difiero de que la suerte esté totalmente echada antes de entrar….preparar bien las entrevistas, y al menos una docena de preguntas que salen en todas ellas, es importante independientemente del feeling.
    Un abrazo, ya nos contarás

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