Exclusión laboral: Una explicación jurídica y gráfica del fracaso de la negociación colectiva

Da pereza leer las excusas de las partes sobre el fracaso en las negociaciones entre patronal y sindicatos. Que los sindicalistas echen la culpa a la patronal de la falta de acuerdo entra dentro de lo normal. Que el Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, además, meta al PP, es un poco más raro. Y tengo la sensación de que, por mucho que proponga ahora Rosell, los cambios tendrán que realizarse por decreto. Se le veló la foto a ZP.

También aburren los comentarios de Toxo y Méndez sobre las probabilidades de éxito de un decreto. Podemos apostar a que el Gobierno no va a reformar significativamente la legislación laboral. Da igual lo dura que se ponga la patronal.

No me extraña que MILL tenga tantos reparos hacia la negociación colectiva.  El problema está en nuestra legislación. Y más concretamente, en nuestra Constitución y sus nobles intenciones de solidaridad y no discriminación:

  • El artículo 2 establece un vínculo entre las nacionalidades y regiones que integran España mediante el principio de solidaridad.
  • El artículo 138.1 garantiza el principio de solidaridad del artículo 2 mediante un equilibrio económico adecuado y justo.
  • El artículo 138.2 establece el principio de no discriminación, evitando privilegios económicos o sociales.
  • Y el artículo 139.1, el artículo clave, afirma que los españoles tienen los mismos derechos en cualquier parte del territorio español.
  • Para colmo, de acuerdo con la Sentencia del Tribunal Constitucional de 28 de enero de 1982, el orden económico ha de ser uno en todo el Estado, debiendo aplicarse las medidas con carácter unitario, y sin discriminaciones.

Es decir, legalmente, la legislación básica de las políticas económicas debe ser para todos igual. Luego están los artículos 130 y 131, que parecen sacadas de la Constitución de la antigua Unión Soviética, pero no afectan especialmente al problema porque son (a falta de una expresión mejor) «intervenciones puntuales de corrección».

Podemos así concluir que la legislación básica a nivel económico debe ser igual en toda España. Hasta ahí, todo normal. Luego, tenemos el artículo 7 de la Constitución, que es para mirarlo con lupa:

«Los sindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios.»

¿Y qué interés económico y social le es propio al sindicato? El Estatuto de los Trabajadores (ET). Por ejemplo, si la patronal quiere eliminar el derecho de mantener el sueldo aunque te bajen de categoría, estamos hablando del artículo 39.3 del ET.

Con esto, pretendo demostrar que nos guste o no, tenemos que tragarnos la negociación colectiva. Y si el gobierno quiere cambiar cualquier cosa por su cuenta, primero debe esperar sentado a que patronal y sindicatos acaben de tirarse los trastos a la cabeza.

Pero una cosa es que los sindicatos y la patronal discutan sobre  cuestiones que afecten a las empresas y a los trabajadores que tienen afiliados, y otra cosa muy distinta que pretendan resolver los problemas reales de la sociedad.

Uno de los factores que más influye en el desempleo es el tiempo que lleva desempleado. De acuerdo con Cáritas, el 46% de los parados llevan así más de un año. Y somos casi cinco millones de parados. Es decir, 2.400.000 personas en España corren riesgo de caer en la exclusión social. Y a medida que pase el tiempo, no se produzca un cambio profundo en la legislación laboral y no se produzca una recuperación económica sólida, el número de personas en riesgo de exclusión social aumentará.

¿Alguien de la patronal, de los sindicatos o del gobierno se ha planteado este problema? A mí, junto con lo de Andalucía, me parece lo más grave que está ocurriendo en España. Y sabemos que debe producirse un cambio en la legislación laboral desde que a Zapatero le cambiaron los presupuestos desde la Unión Europea (hace un año).

Me he tomado la libertad de crear una gráfica indicando la diferencia entre los más necesitados de la sociedad en base a los 500 euros que cobra un teleoperador trabajando en negro en Andalucía; y el Salario Mínimo Interprofesional impuesto por el Gobierno. Y los márgenes de negociación de cada una de las partes (los de la sociedad, en azul -el margen derecho sería el límite máximo de lo que podrían ofrecer-; y los resultantes de la interacción entre sindicatos y patronal, en fuxia), no se tocan.

Podría coincidir un margen si los que negociaran fueran la sociedad, o sus ciudadanos de modo libre con los empresarios. Pero ese margen no va a coincidir nunca porque los sindicatos no pueden defender una reducción tan grande de los «derechos sociales» ante sus afiliados o la sociedad. Tampoco lo permitiría un Gobierno como el presidido por Rodríguez Zapatero. Y dudo que vaya a hacerlo Rajoy si finalmente es elegido Presidente.

El paro juvenil, la exclusión social o la diferencia entre Comunidades Autónomas son los problemas más serios a los que debemos hacer frente, y la Constitución, las leyes y especialmente la negociación colectiva son las herramientas jurídicas que nos hemos dado para afrontarlas. Si los agentes sociales tardan tanto en conseguir acuerdos dentro de los márgenes que ellos mismos se imponen, podemos esperar sentados a que se pongan de acuerdo respecto de los márgenes de la sociedad. Así, una de las herramientas no sirven para nada. Y la Ley queda también como algo inútil si no hay políticos dispuestos a afrontar los problemas de frente, con lo que la Constitución se convierte otro papel inútil.

Burrhus el elefante neocon
Burrhus el elefante neocon

Manolo Millón.
Licenciado en Psicología.
Máster en Dirección de Recursos Humanos.
De vuelta cuasiobligada en Málaga

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4 comentarios

  1. Se tiende a creer que la formación es el requisito para que se consiga empleo. En mi opinión esto no es correcto. Cualquier sector económico necesita un cierto nº de trabajadores de una cierta cualificación: esto es tan válido para los ingenieros especialistas en centrales nucleares como para las mujeres de la limpieza del sector doméstico. Es cierto que en general a mayor formación, mayor probabilidad de encontrar empleo, pero esto únicamente se deriva de que por razones obvias, la oferta de trabajadores muy cualificados tiende a disminuir. Sin embargo en España tenemos una sobreoferta de titulados universitarios que obviamente el mercado de trabajo no puede asumir. Dicho de otra manera: hoy en día es mucho más fácil encontrar un trabajo de asistenta doméstica que de arquitecto. La frustración que esa situación crea en los afectados es comprensible (por el tiempo, esfuerzo y dinero gastados en una formación que el mercado laboral no demanda), pero en absoluto puede eliminar la responsabilidad que cada uno contrae debido a las propias decisiones. Pretender que cualquier negociación entre «agentes sociales» o cualquier Gobierno pueda cambiar eso es como pedirle peras al olmo.

    • Hola, PVL. Disculpa que haya tardado tanto en responder. No controlo mis horarios tanto como me gustaría.

      Lo de la desadaptación entre la cualificación de los trabajadores y las necesidades reales del mercado son ciertas. Yo prefiero fijarme en el número de empresas que han palmado desde el principio de la crisis: 450.000. No tenemos cultura empresarial. Y tenemos un porrón de historiadores, filósofos, expertos en filología hispánica, psicólogos…

      Al menos, se puede rezar para que el gobierno potencie asignaturas como las matemáticas o el inglés… Pero esto es muy a largo plazo, y no resuelve los problemas a corto. Va a haber un montón de licenciados sobrecualificados para sus puestos de trabajo.

  2. Desde mi ignorancia, ¿no se puede modificar el Estatuto del Trabajador?
    Al fin y al cabo, el gobierno tiene que gobernar, y no los sindicatos.

    • Claro que se puede, Heber. La cuestión es que previamente hay que esperar a ver qué dicen patronal y sindicatos. Una vez que se hayan tirado los trastos a la cabeza, el gobierno actúa. Se basa en la filosofía del «diálogo social». La variante española consiste en que si son los agentes sociales los que se ponen de acuerdo, mejor. El Gobierno no interviene, las partes deciden cuál es la solución, y todos contentos. Si no hay acuerdo, como es el caso, el Gobierno interviene (lo normal es que previamente escuche a las partes) y punto. Eso ocurrió con la reforma de las pensiones, y los sindicatos montaron una huelga general.

      La idea de la negociación de este tipo es buena. El problema no es el modelo en sí, sino que no están centrados en lo que tienen que estar, que es toda la gente que lleva más de un año en paro o que no tiene cualificación.

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