Feminist Myths and Magic Medicine

Es el título de un magnífico ensayo escrito por Catherine Hakim, socióloga en la London School of Economics, y que he tenido el placer de leer este fin de semana.

Podríamos traducirlo como «Mitos feministas y las recetas mágicas» y he de decirles que es uno de los trabajos mejor documentados que he leído últimamente.

Contínuamente sufrimos un bombardeo mediático y político mediante el que se nos aclara que hay un gran número de investigaciones y estudios que muestran cómo la dirección de las empresas funciona muchísimo mejor si cuenta cuenta con mujeres en su seno.  Catherine Hakim se puso en su día a buscar esos estudios e informes y no consiguió encontrar ni uno solo. Se trata, dice Hakim, de una de esas mentiras que quiere convertirse en realidad a base de ser repetida una y otra vez. Una fantasía que se ha convertido en hecho. Parece como si los humanos quisiéramos creer que lo que nos cuentan es cierto.

Un campo en el que la autora sí encuentra numerosos estudios científicos es el del «escalón en el cuadro directivo»: las mujeres han alcanzado a los hombres en todos los aspectos del mundo laboral, de forma que la poca presencia de directivos femeninos sólo podría deberse a la discriminación. Pero resulta que todos estos estudios científicos muestran cómo el grado de implicación  laboral en puestos igual remunerados es en las mujeres menor que en los hombres, y además las mujeres trabajadoras tienen objetivos diferentes a los hombres. No es una prueba de cobardía femenina al estilo de la descrita por Bascha Mika en su libro «Die Feigheit der Frauen» (la cobardía de las mujeres) nos cuenta Hakim. Simplemente los estudios muestran cómo  las mujeres tienen  prioridades y metas diferentes a las de los hombres.

En su breve trabajo nos  cuenta cómo las medidas de discriminación positiva de las mujeres en los países escandinavos no han dado los resultados esperados: ni la cuota de mujeres-directivos es la que promociona la ley, ni las empresas escandinavas han mejorado sus resultados desde la incorporación de mujeres en los cuadros directivos más altos. Es más, nos muestra cómo en las sociedades meritocráticas como la norteamericana o la británica, la situación de las mujeres en altos cargos directivos es claramente mejor que en ninguna otra parte.

No dejen de leer su informe, merece la pena: Feminist Myths and Magic Medicine

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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3 comentarios

  1. Me alegro Luís que traigas a colación este tema. En mi experiencia empresarial no encontrado hasta el momento prueba alguna al respecto de la verdad de los mitos feministas (entre ellos este que nos relatas hoy). El feminismo por desgracia pasará a la historia como una de las ideologías más míticas. Mito tras mito hasta su autoderrota final (ya queda menos para ello).
    Uno de mis trabajos de investigación superior universitaria, en concreto en el campo de sociología del trabajo directivo, me permitió ver como en la realidad de las empresas los mitos feministas, eran eso, sólo mitos. Mitos tales como que las mujeres comparten más el poder; que las mujeres trabajan mejor la comunicación interpersonal; que las mujeres consiguen mejores climas laborales; que la media de productividad de las mujeres es mayor que las de los varones; que las mujeres…. mitos, cuando no claramente manipulaciones ideológicas de carácter mediático.
    En mi investigación pude comprobar que las mujeres en el mundo del trabajo las cosas que hacen mejor que los hombres son aquellas que refieren a sus intereses de género, que por lo general no coinciden en absoluto con las de los varones. En todo lo demás, o no les interesa competir o sus competencias son claramente inferiores, por más igualdad que afirme el hembrismo de turno. Al final los hombres y mujeres, como en todo, eligen actividades y carreras profesionales en función de su atractivo de género. En otras palabras, en términos generales, en los ámbitos laborales más atractivos para los hombres, difícilmente ganan las mujeres, y en aquellos que les son más atractivos a las mujeres difícilmente les interesan a los varones… y mucho menos a estos competir con las mujeres.
    Al final las políticas laborales de género, como siempre pasa con las reingenierías sociales de carácter totalitario (como es el feminismo) lo que están consiguiendo no es que los hombres entren en las profesiones de mayor atractivo femenino, sino que las mujeres, por más discriminación positiva que les otorguen, no puedan competir en las profesiones de mayor atractivo masculino.
    En el mundo del trabajo por mucha paridad totalitaria que quiera imponer el feminismo, más pronto que tarde lo que impera son los resultados. Y las empresas contratan a hombres para determinadas actividades y a mujeres para otras en función de dichos resultados… y las mujeres y hombres eligen profesiones en función de las competencias que creen tener para generar mejores resultados. Lo demás es pura demagogia, cuando no, por su clara imposición gubernativa, puro totalitarismo hembrista (como es el caso del feminismo).
    Si tan buenas fueran las mujeres como lo son los hombres para determinadas tareas, las empresarias no contratarían varones… y a la inversa. Las políticas paritarias de carácter hembrista sólo se sostienen en entornos donde impera la demagogia, los resultados no se miden y los costes los pagan otros.
    Mis reconocimientos a Catherine Hakim, no dice nada que no supiéramos, pero se agradece que lo diga.
    Pablo el herrero

  2. Esta es una cuestión que puede y debe estudiarse en relación con la psicología evolutiva y el tema de la selección sexual desde esa perspectiva. El macho busca un buen estatus para poder tener acceso a las mejores hembras, ya que éstas valoran mucho el estatus social del macho,  mientras que el estatus de la hembra vale menos que sus atributos físicos, de ahí que las prioridades sean diferentes y el grado de ambición profesional y económica también.
    Un ejemplo: las mujeres, en las sociedades ricas, están más preocupadas por su línea que por su carrera profesional, y les da muchos más quebraderos de cabeza.
    Todo esto se supo siempre, antes y después de que las tesis de Simone de Beauvoir se convirtieran en dogma de fe; pero, después de que esto sucediera, ya no se podía decir en voz alta, hasta que llegó la moda de la psicología evolutiva y la avalancha de estudios relacionados que contradicen las tesis de la ideología de género. No obstante, en el mundo de la política y los mass media, el viejo dogma feminista sigue imperando, en forma de dictadura de lo políticamente correcto.

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