La vida regalada

Todos sabemos que a nuestros políticos les va la vida regalada, que no les agrada madrugar, que obtienen sinecuras bienpagás para sus allegados. que disfrutan gastando a manos llenas el dinero de todos para lucirse en foros internacionales, que se alojan en los mejores hoteles y comen en los mejores restaurantes, que cobran sumas astronómicas por su exiguo trabajo, e incluso que el café les cuesta menos que al resto de la gente.

Pero a esto parece ser que debemos sumar los regalos propiamente dichos. Reciben tantos, tan caros y tan grandes que la cosa pasa paradojicamente desapercibida

Ahora bien, si de atacar al principal partido de la oposición se trata, cualquier regalo, por pequeño que sea, adquiere unas proporciones desmesuradas, pasa de lo cómico a lo cósmico en dos telediarios,  y se convierte en una prueba irrefutable de corrupción política.

En Libertad Digital reflexiono sobre los regalos en general y los regalos a los políticos en particular.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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5 comentarios

  1. Para que un partido «liberal» recuperase la confianza de los ciudadanos sería necesario que se construyese desde abajo y no desde espurios intereses supranacionales -operaciones roca, punset, garrigues…- y para eso se necesita una masa crítica de gente dispuesta a patearse la calle. Cuando haya 500 concejales y 100 alcaldes liberales -me da que no hay tantos liberales, siquiera-, hablamos. Entretanto, el mundo es como es, y lo demás sale como sale (ánimo: el hermano de Fritz escribe perogrulladas aun mayores).

  2. Yo no soy muy partidario de las regulaciones, porque los leguleyos tejen unas redes tan retorcidas que al final sirven a aquello que pretendían evitar, en este caso la corrupción. En general lo que hacen es crear la trampa para el ciudadano que aspira a volar libre, para que la araña estatal pueda comérselo mejor.

    Pero algo tan sencillo como una lista de acceso público de los regalos recibidos no vendría mal, a título informativo.

  3. Lo que debe de estar penado con o sin regalo es el emplear el cargo público para favorecer a alguien saltándose la ley. El que alguien quiera regalarle algo a otra persona porque le sale del ombligo no tiene que estar regulado bajo ninguna circunstancia.
    Lo que hace falta son buenos políticos, buenos gestores. No hace falta que sean santos ni ascetas.

    Conocí hace tiempo a un empresario de la vieja escuela que tenía un encargado que le robaba, pero no lo despedía. Le pregunté por el motivo para mantenerlo. Su respuesta fue que tenía controlado cuanto le robaba y que aún así le reportaba más beneficio que ningún otro encargado. Que prefería eso a estar negociando con todos una política de bonus…, pues con la vaina de los convenios colectivos y la amalgama de derechos le era más cómoda esta situación…

    Si un mandatario hace un gran trabajo y con él todos se benefician y ganan dinero, ¿qué hay de malo en que los beneficiados limpiamente le agradezcan con riqueza su buena labor? El problema es la corrupción, el utilizar el dinero de todos para enriquecerse empobreciendo a los demás. Pero no veo motivo de sanción que alguien se enriquezca enriqueciendo a los demás…

    Spartan, lo que hay que hacer no es regular más, sino menos. Si las administraciones públicas tuvieran limitadas sus funciones a las cuatro cosas que deberían hacer no habría campo para tanta corrupción y la vigilancia sería más sencilla…

  4. Yo abogaría por regular bien el asunto y no permitir que se acepten regalos de mas de 50-100 euros. Aquí entran de sobra los regalos de cortesía (se puede regalar una pluma Montblac en vez de otras marcas mas estratosféricas) y las anchoas de Revilla.

    En general, creo que hay que vigilar mucho mas de lo que hacemos a los políticos, en todos los sentidos. Cada vez que veo el hemiciclo vacío se me llevan los siete males. Lo de que vivan de los regalos, a parte de los sueldazos que cobran, es para emplumarlos a todos.

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