Cerebro en una botella

Bryan Kolb y Ian Q. Whishaw nos cuentan en su libro Cerebro y conducta la ingenua interrogación de su amigo Harvey sobre lo que sucedería con su cerebro si lo depositasen, tras morir su cuerpo, en un frasco con los nutrientes adecuados. ¿Podría comunicarse con los demás a través de señales eléctricas? ¿Conservaría su ser, su consciencia, sus pensamientos, su inteligencia?

La respuesta, por muy dolorosa que sea, es no. Y no sólo por las dificultades técnicas del embotellamiento del órgano. Como Kolb y Whishaw señalan, su amigo pensaba en el cerebro no cómo un órgano ubicado dentro de un cráneo, sino como aquello que ejerce el control de la conducta. ¿Nos la podemos ingeniar –se preguntan- para conservar lo que ejerce el control sobre nosotros mismos dentro de una botella?
El cerebro está conectado al resto del cuerpo, del que recibe todas las aferencias sensoriales y al que envía todas sus eferencias motoras, no es independiente del cuerpo del mismo modo que el alma no está separada tampoco del mismo. El fantasma en la máquina quizá pudiera ser un cerebro en una botella, o en silicio, pero el cerebro humano, producto vivo de la evolución, adaptación compleja al medio externo pero también al medio interno del organismo, no.
Lo que Harvey quería probar en el experimento cerebro en una botella era si su cerebro podía mantener una conducta inteligente en ausencia de las sensaciones y los movimientos que aportan las conexiones del encéfalo con el resto del cuerpo.

Nos hablan Kolb y Wishaw de los estudios de Edmond Jacobson y Donald O.Hebb, en los años 20 y 50 del siglo pasado, respectivamente.
Jacobson se percató de que la ausencia de movimientos total es mentalmente imposible. Hay siempre movimientos, siquiera subliminales relacionados con nuestra actividad pensante: los músculos de la laringe se mueven cuando pensamos con palabras, y los ojos lo hacen cuando imaginamos una escena visual. Los sujetos a los que Jacobson entrenó en la relajación total experimentaron un “vacío mental”, como si el cerebro hubiese quedado en blanco. El nirvana, supongo.
Hebb deprivó sensorialmente a sujetos (voluntarios, claro), manteniéndoles en una cama en una habitación insonorizada, totalmente quietos y cubiertos sus brazos con cilindros que anulaban su tacto y los ojos con gafas translúcidas que les cegaban. Los voluntarios lo pasaron bastante mal, y muchos tuvieron alucinaciones, “como si sus cerebros estuvieran intentando crear de algún modo las experiencias sensoriales que habían perdido repentinamente”.
A partir de aquí Kolb y Wishaw concluyen que “el cerebro necesita una experiencia sensorial y motora continua para mantener su actividad inteligente”.
Pienso que las experiencias que se dan en las cercanías de la muerte, como la de flotar por encima del propio cuerpo o la de atravesar un túnel, quizá no sean más que alucinaciones producto de la deprivación sensorial progresiva.
La filósofa Manuela Lenzen nos expone en la revista Mente y Cerebro (Nº 10, Enero 2005) la idea de Holk Cruse, experto en biocibernética de la Universidad de Bielefeld, sobre el movimiento y el cerebro: Sólo en relación con el control de los movimientos se hace necesario el pensamiento en los organismos complejos, y a la vez, sólo con ello se hace también posible.

Cruse ha desarrollado una red neuronal artificial para imitar el comportamiento de acción-reacción de un hexápodo (un ejemplo es el insecto palo) con cierto éxito. Esto le ha servido para constatar la complejidad de elaborar una red que sea capaz de realizar movimientos complejos como los de las patas de un Jaguar o el brazo de un primate. Para estos últimos el cuerpo ha de adquirir una imagen interior de su propia geometría. Sólo entonces puede acometer tareas que admiten diversas soluciones, entre las cuales hay que decidirse por una…..los organismos complejos utilizan el modelo que tienen de su propio cuerpo para el control de los movimientos. Si pueden activarlos sin tener que obrar enseguida, entonces el sistema reactivo se convierte en cognoscente. En vez de ejecutar inmediatamente una acción –en respuesta a una percepción- un organismo de este tipo puede primero representársela en el cerebro y evaluar las consecuencias…..no tendría que aparecer ningún módulo nuevo, ninguna central mental nueva en el cerebro de los organismos, para que éstos pudieran por fin hallarse en condiciones de hacer un alto en sus movimientos y reflexionar. Para ello bastaría una pequeña modificación de los sistemas preexistentes. En apoyo de tal propuesta se aducen diversas pruebas. En el córtex prefrontal del cerebro humano se activan las mismas regiones en la planificación de las operaciones y en su ejecución.

También nuestras emociones, cimiento de nuestro sentir y por tanto en gran medida de nuestro pensar, se transmiten, se comunican, a través de movimientos del rostro y del cuerpo en general, que se reflejan en las neuronas especulares de los otros. Y así lo sensorial y lo motor se funden en un abrazo que une a las personas al tiempo que se unen en el cerebro de cada una de ellas.
El modelo del cuerpo interviene también en la percepción y probablemente en a comprensión de los movimientos de los demás.
¿Podemos meter un cerebro en una botella y esperar que se comunique con los demás, que sea una especie de mensaje con mensajero, de genio, en la botella?…¿podemos esperar que sienta algo, si no tiene cuerpo que sentir, y que piense algo, si no tiene laringe que articular, que vea algo si no tiene ojos que mover, en definitiva que haga algo si no tiene nada que mover? La respuesta, ante lo expuesto, es no.

En la película Despertares, unos enfermos de una forma extrema de parkinson suscitada por un microbio patógeno, llevados a la parálisis total, despiertan muchos años después al tratarles un doctor (Oliver Sacks) con L-Dopa, un precursor de la dopamina. Recuerdo vagamente una escena: Robin Williams preguntaba a De Niro, después de salir este de su letargo, si había sentido algo. De Niro decía haber estado atrapado en una prisión. En dicha prisión tampoco podía pensar, solo sentir la claustrofobia. Pero algo de cuerpo le quedaba, no era un cerebro en una botella.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

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6 comentarios

  1. Vale, disculpa mi arrebato, que veo no era justificado….

    Además lo que dices de Dennett sirve de ampliación y profundización del tema.

  2. No te enojes, Germánico, no pretendo hacerme pasar por sabio ni tampoco reprocharte nada a ti, sino a ese hábito moderno de ocultar referencias clásicas. 🙂 Conozco (de referencias) el libro de Wishaw y Kolb y es posterior al de Dennett al menos en una década. Sé que es un libro serio de referencia, solo me refería a ese pasaje del «amigo ingenuo», no era una crítica hacia ti y tu interesante comentario. El propio Dennett indica que se trata de un experimento mental ya habitual por entonces (1990) entre los filósofos de la mente, por lo tanto tampoco se le ocurrió a él (ni tampoco intenta atribuírselo a un su amigo «ingenuo»). De hecho, como bien sabes si has leído su Preludio, es Dennett quien remonta esa idea a Descartes (aunque en lugar de «malvados científicos» son «malvados demonios» los que podrían estar creando para él una percepción ilusoria).

    Felicidades por este interesante blog y gracias por la recomendación aristotélica (aunque prefiero a Platón). 🙂

  3. Rojirigo, por mucho que lo intento no consigo imaginar una mente (que no un cerebro, que al final no es más que la parte más importante de la estructura de -esa función) sin su cuerpo.
    Pero no puedo afirmar que sea imposible. Sencillamente si lo es, lo será de una forma muy complicada que no podemos entender ni comprobar, de momento.

    Morigerado, precisamente el otro día leí la intro al libro de Dennett, donde habla del cerebro en una botella. Es importante eso que dices: saber de dónde vienen las ideas. A veces es difícil, si no se citan las fuentes. Pero el libro de Wishaw y Kolb tiene ya una larga trayectoria de sucesivas publicaciones. No sé si anterior o no al desarrollo de ideas de Dennett, pero sí es un desarrollo estrictamente neurocientífico (es, de hecho, el libro, un tratado de neurociencia), y responde a una pregunta que se les formuló hace muuuuuucho tiempo, y de forma muy distinta a como lo hubiera hecho Dennett (cuyos grandísimos méritos nadie se atrevería a discutir aquí). Si quieres lo buscas en una biblioteca y lo lees. Está también al principio (casi). A lo mejor descubrimos que la fuente no es Dennett, sino que son ellos, o un tercero. No pretendas hacerte pasar por sabio ni hacer pasar a los demás por ignorantes. Si quieres clásicos léete a Aristóteles.

    Maestro, yo una vez caí inconsciente. Recuerdo perfectamente la vuelta a la consciencia. Parecía salir de un pozo muy muy profundo. Creo que no estuve, esos instantes, en ninguna parte. Me horroriza recordarlo.

  4. Se me ocurre un símil para dar aún más claridad a la idea. ¿Puede una CPU de un ordenador «pensar» desconectada de sus periféricos y su fuente de alimentación? ¿Funcionaría sólo?

    El cerebro sin sus «periféricos» sentidos no es más que una masa de «carne».

    Yo he experimentado un par de veces un estado de deprivación sensorial absoluta mediante meditaciones prolongadas. Al cabo de cierto tiempo, si ha habido una buena preparación previa, uno se siente muy bien porque no existe ninguna aferencia sensible. Llega un momento, como ocurre mediante algunos trances hipnóticos, en que uno realmente no puede moverse en absoluto. El cuerpo se ha «desconectado» de la voluntad, de la mente, llegando a no sentir absolutamente nada (o sólo una difusa sensación de corporalidad en el cerebro: el esquema de sí mismo) pese a estar en una torturadora postureja de esas de yoga.

    Después, si continúa la inmovilidad, el cerebro desarrolla una conducta curiosa: comienza a mover alguna parte del cuerpo para reubicarse sensorialmente y en el espacio, porque necesita volver a tener consciencia de sí, empezando normalmente a moverse la cabeza sin intervención de la voluntad (como hemos visto todos en los trances con alucinógenos y tal). Yo me quedé alucinado con la experiencia. Afortunadamente me explicaron qué pasaba con mi Sistema Nervioso, porque podría perfectamente haberme enganchado a la sensación «espiritual».

  5. Lo del cerebro en un tarro es un conocido experimento mental muy usado por los filósofos cognitivistas. Por ejemplo Daniel Dennett la usó hace casi 20 años en su magnífico ensayo «La conciencia explicada». Así que no es ninguna «ingenua interrogación» de un tal Harvey, sino la versión moderna del «demonio malvado» de Descartes, un malvado ilusionista que hace lo imposible por distraer al filósofo ante cualquier situación. Así que filosóficamente ha sido siempre una parábola bastante ingeniosa e interesante, porque a veces las situaciones imposibles de hecho dan mucho juego.

    En fin, una pena que en estos tiempos se hayan perdido las referencias culturales más clásicas y todo parezca que se le acaba de ocurrir al último autor que hemos leído…

  6. Creo que precisamente el cerebro apareció para interpretar la información, recogida por el sistema nervioso, pero no solo para esto sino ademas como un mecanismo «tomador de decisiones» depurado, y reciproco pues al tomar decisiones el movimiento, el verbo, las acciones de esta decision sean, palabras o hasta gestos, realizan una verificacion reciproca con las sensaciones otorgando información asi sea propia de la accion de nuestras propias ideas, al analizar la información actuando conjuntamente con el resto del organismo se regula su trabajo y por decirlo de cierta manera se envian continuamente ordenes de trabajo al cerebro.
    Sin recibir información, ni reciprocidad en toma de decisiones, puede continuar interpretando información coherente(trabajando), despues de acabadas las primeras alucinaciones producto de la inercia?
    Lo primero que pense al pensar en ello fue la segunda ley de termodinamica, observandola en un contenedor con gases en movimiento y cerrando el sistema y esperar, tendiendo naturalmente al equilibrio termico, a mantener un estado constante por decirlo de alguna forma, y a simple vista es lo que parece. Pero tambien me pregunte, si colocamos miles y miles de cerebros en botellas, seria posible que alguno de ellos se sintiera a si mismo y continuara trabajando siendo un sistema cerrado, aunque la tendencia que conocemos apunte hacia un no, como seria un trabajo de cerebro en un sistema asensorial
    (siento luego existo vs pienso luego existo) seria posible? no parece tener sentido con lo que conozco o creo saber, pero si se puede pensar en algo asi me gustaria saber como serian las hipotesis de ese cerebro asensorial.

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