Desmemoria histórica para repetir la Historia

57559705_391776d4a1.jpgLa economía se hunde, pero lo importante siempre fue la desmemoria histórica. A mayor desmemoria menos comprensión de las causas de los fenómenos sociales, entre ellos, cómo no, los económicos. La complejidad de los mismos es grande, lo que permite que algunos se cuelen por en medio de las múltiples relaciones causales y desvíen la atención de las líneas y tendencias principales para señalar otras espurias, pero plausibles a la luz de un entendimiento cegado por la frustración, la envidia o el rencor. Esto pone de manifiesto el importante papel que juegan las emociones en el análisis de los hechos sociales.

Si no fuera por nuestra capacidad de síntesis, de resumen, de creación de leyes generales para explicar los fenómenos, estos nos resultarían incomprensibles. Pero esta capacidad es, en gran medida, innata. Ya categorizamos desde la cuna. El mayor riesgo de la categorización es siempre la simplificación: agrupar a individuos diversos en grupos a los que se etiqueta como homogéneos, tachar de diabólicas o santas a las personas en función de su pertenencia a ciertos grupos de interés, o culturales. Por ello siempre debe hallarse un equilibrio entre la categorización y los hechos, que supuestamente debe lograr la razón. La ciencia, paradigma de la racionalidad, propone su método para hallar dicho equilibrio, pero este resulta imperfecto para los hechos sociales. Como decía, se establecen muchas relaciones causales demenciales a partir de correlaciones vagas o se suspende el juicio y se relativiza hasta el punto de confundir lo correcto con lo incorrecto, lo cierto con lo falso, lo bueno con lo malo. Con ambas psicologías triunfa el socialismo: con la primera se cree en la ingeniería social, en hacer de la política una ciencia exacta para dirigir todas las cosas, y en el segundo se posterga el escéptico ante el primer bárbaro que tenga claras sus ideas, por muy estúpidas e infundadas que resulten. Pensemos en los tecnócratas burócratas de Bruselas para lo primero y en los musulmanes filoyihadistas en el segundo.

Debe renunciarse pues a un conocimiento científico exacto para lo social y hemos de guiar nuestros pasos por intuiciones ciertas, puesto que nuestra sociedad debe sobrevivir a las catástrofes y a las decadencias. Si, por ejemplo, el socialismo llevó a masacres y a miserias, hay que descartar el socialismo. Si, por ejemplo, el intervencionismo hace que las sociedades se vuelvan menos competitivas, y con ello más pobres e inseguras, tendrá que eliminarse el intervencionismo. Si las sociedades islámicas son esencialmente violentas, así debe considerárselas y tratárselas en el plano internacional. La experiencia debe guiar la acción política. Pero ahí es donde entran los intereses espurios. El ser humano justifica cualquier situación o circunstancia mala para su sociedad amplia si con ello perpetúa una posición buena para su sociedad íntima, y también sacrifica el interés a largo plazo del grupo amplio por el de corto plazo del más cercano. La familia, los amigos, y aquellos a los que nos sentimos vinculados por algún ideal difuso y, por supuesto, nosotros mismos, somos prioritarios. Podemos, en un momento de plenitud, bienestar y tras una buena digestión, sentir un amor por la humanidad o por otras especies, desear contribuir con nuestra acción altruistamente a una armonía universal, pero el hechizo se deshace en cuanto estamos cansados, desganados, incómodos, inseguros….o en cuanto el objeto de nuestro altruismo decide pensar diferente y llevarnos la contraria con su palabra u obra; y esto ocurre demasiado a menudo para que nuestra naturaleza no lo explique. El Estado nos brinda una vía de escape para nuestros ambiguos sentimientos para con los otros. Nos puede proporcionar una sinecura o algún otro privilegio si tenemos suerte o empeño en su búsqueda, y a un tiempo nos crea la gratificante sensación de participar en un proyecto global y benéfico para el conjunto de los hombres de buena voluntad. Claro está que pagamos un precio: jugar el boleto del Estado, o de la izquierda ultra y la derecha rancia, si se prefiere, es una lotería en la que lo más probable es que no nos llevemos nada: paro e inflación, y un duro bregar con la adversidad recurrente. Ahora, si nos toca es una prebenda de por vida.

La economía se hunde, pero lo importante siempre fue la desmemoria histórica. Si uno dice que desenterrar unos muertos y pasar por alto otros es algo MALO, o que priorizar estos asuntos supone dejar de lado otros más importantes, llegan los relativistas y los maniqueos progres, cada uno con su discurso, para justificar ese doble rasero. Los relativistas dirán que qué importancia tiene eso, después de todo. Dirán que si alguien quiere saber dónde está enterrado su abuelo está en su legítimo derecho. Y que además los muertos franquistas ya tuvieron su recuerdo. Los maniqueos se encolerizarán con quien no denuncia esas injusticias, y dirán que las justifica, y que es un facha.

Si uno señala que la causa de las crisis siempre es el Estado y sus visibles y torpes manos, los relativistas se sumergirán el la complejidad de la sociedad y de la economía para desvirtuarlo todo, mientras que los maniqueos acusarán a las grandes corporaciones internacionales y al capitalismo global, por ejemplo.

Estamos condenados a repetir la Historia.

Germanico
Germanico

No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y jucios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las fes de moda, los ostracismos a quién sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo -nos está sucediendo.

Artículos: 465

2 comentarios

  1. Mi padre me dice que hay que colaborar con lo inevitable. Quizás las próximas elecciones, en lugar de no votar, vote a ZP.

  2. Así parece: la vuelta una y otra vez al pasado es cosa de humanos. Y es que el tiempo transcurrido desde el Holoceno no es suficiente como para que se hayan alcanzado mínimos niveles de sensatez y lógica. Ya lo decía el gran pensador Hiel:

    – «Darwin era un adelantado a su tiempo; incluso al nuestro: el ser humano es aún bastante simio.»

    Saludos.

    YO NO LE VOTÉ: ^^

Los comentarios están cerrados.