Cañas y barro (casi un resumen… libertario?)

No, no les voy a hablar de la obra de Vicente Blasco Ibañez. Hoy toca hablar de otras cañas y otros barros. Las cañas levantadas y amenazantes, izadas al cielo prolongando dedos amonestadores. El barro espeso de la prosa descuidada en todo menos en el insulto y el desprecio.

Pero también las cañas y el barro con que se hacen adobes, se construyen paredes para esconder rincones acogedores o una fachada al gusto, que todo el mundo sepa quien vive tras los ocres y la tierra reordenada. Han pasado ya algunos años desde que comencé a tapiar con lo mejor y lo peor que encontraba. Ora a nivel y minucioso, ora descuidado y pretencioso. El resultado es desigual, mezcla de estilos, reflejo del ánimo que vistió tantos momentos. Quizá por ello, por no haber pretendido nunca la coherencia absoluta, por haber decidido salir al mundo a preguntar sobre lo que no sabía y a equivocarme en lo que creía saber, es fácil para los portadores de cañas golpear en las esquinas más salientes y para los embarradores aficionados inventar manchas donde apenas existen sombras, agrandadas por la «luz» diagonal de su propio crepúsculo.

Como quiera que nací en España, apenas necesité pensar sobre en qué suelo construir la tapia. España, realidad histórica incontestable, sería el campo abierto sobre el que amontonar adobes. Los míos y los de otros. No fué una sorpresa comprobar cómo, desde un principio, resultaba más gratificante poner cimientos entre cien que a solas con mis dudas. Aparecían las respuestas y, cómo no, nuevos nudos gordianos, discusiones acaloradas sobre el ángulo ideal para iniciar una nueva hilada de adobes. La conclusión resultó ser menos sorpresiva aún: cómo saber quién tiene razón? Derrotado por la certeza de que apenas un puñado de otros amasaban el barro de manera similar a como lo hacía yo, paré el murete y me fui a casa. Casi un año y medio.

A la vuelta lo tenía más claro: las realidades históricas lo son mirando atrás, pero pierden algo de real si hoy nadie las sostiene, si nadie alimenta su mañana; jamás sería posible hacer un solo muro con tantas manos diferentes. Unos amasarían «a la castellana», otros no querrían amasar y preferirían el hormigón, otros necesitaban probar materiales nuevos … la idea que me vino a la cabeza resultó ser motivadora: y si cada grupo hace su muro y son los diferentes muros los que forman un conjunto? Uno de hoy para mañana, sobre el suelo que nos dejó ayer? Y surgieron nuevas preguntas: cuántos muros? cómo de grandes? quién distribuye a los voluntarios? son todos voluntarios? cómo pagar a los jornaleros?

Yo decidí seguir a lo mío, tomando de aquí y acullá lo que me parecía más acorde con mi idea de muro. Iba apareciendo un mosaico diverso y apasionante. Se adivinaban formas, pero no eran del todo identificables. Puro estímulo para seguir obrando, nada más. Se necesita mucho arrojo y bastante temeridad para juzgar este murete por los cantos dispersos en él. O por los huecos, o las maderas dispuestas al azar, sin motivo aparente. De vez en cuando un  hierro saliente amenaza con herirnos al pasar demasiado cerca (alguno se sintió leso y gritó su dolor en su momento, otros me lo advirtieron e intenté cubrirlos de sincero pesar) Nada de ello es, por sí solo, característico del muro.

El muro es la suma de errores y aciertos:

– el hombre lo es per se, y no por formar parte de un colectivo.

– la realización personal es más sencilla y gratificante dentro de un colectivo: corrección de errores y reconocimiento.

– dudo que un colectivo humano pueda tener más señas de identidad que aquellas en las que estén de acuerdo sus miembros.

– la defensa de uno mismo (su vida) y lo que se tiene es más efectiva si se comparte con un grupo.

– la dinámica del grupo genera intereses grupales, en ocasiones contrarios a los intereses de uno o varios de sus miembros. Éstos pueden defenderse, haciendo uso de su derecho de secesión (se van del grupo) pero el grupo también puede defenderse, haciendo uso de su derecho de expulsión. Ambas posturas deben tener cabida en un sistema democrático. La primera protege al individuo o minoría de un error mayoritario, la segunda a la mayoría de un abuso individual o minoritario.

– No es lo mismo «derechos» que «derecho» que «justicia». Los derechos son individuales, de las personas: garantizan su vida y su propiedad. Son los intereses grupales y su conservación los que determinan qué es justo y qué no lo es. Para alcanzarlos y mantenerlos se articulan leyes -el derecho-.

– Por eso, es legítimo poner en duda un concepto de justicia y unas leyes que atenten contra los derechos individuales. Éstos son inherentes al ser humano, derecho y justicia no lo son. La noción de justicia y lo justo es asombrosamente diferente no sólo entre individuos, también entre grupos (culturas). De ahí la diversidad de leyes y reglamentos.

– Es perfectamente legítimo, desde la defensa de los derechos individuales, denunciar aquellos sistemas (conceptos) de justicia y leyes que atenten contra aquellos. Es un acto perfectamente libre (aunque fuese irresponsable) someterse a pesar de todo. La sumisión de un tercero no me impide la denuncia, pero.

– Es perfectamente legítimo, desde la defensa de los intereses de un grupo, denunciar aquellos sistemas (conceptos) judiciales y leyes que atenten contra el grupo.

– No es lo mismo castigar una agresión que prevenirla limitando para ello al mismo tiempo la libertad y la capacidad de autodefensa de quienes pueden ser agredidos.

– Considero que esto es más factible en grupos reducidos que en grandes Estados. Considero que es más fácil llevarlo a cabo en colectivos donde los individuos tengan una participación directa y personal en la toma de decisiones, colectivos dotados de un aparato administrador de los intereses comunes fiscalizado en su acción -tan frecuentemente como fuera menester- por los administrados.

– La existencia de muchos grupos reducidos que comparten los principios fundamentales de respeto a la vida y la propiedad de los individuos fomenta además la libertad individual: no es necesario convertirse en delincuente o recurrir a la impunidad cuando no se acepta una norma grupal, basta con buscar un grupo en el que no exista esa norma.

– Repito, para que quede claro: en ninguno de esos grupos sería aceptable una norma, una legislación  o concepto de justicia que atentase directa o indirectamente contra los derechos individuales.

Pero, como todo «lo que es», esto que les acabo de contar es sujeto de percepción particular. Son ustedes libres de agitar las cañas y embarrar los huecos. Es a golpe de voluntad (la mía), sabios consejos (los de muchos lectores y los colaboradores de este blog), raspones de caña y pegotes de barro que crece este muro. Y cuantos más consejos, cañazos y pelotazos de barro mayor es la voluntad.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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4 comentarios

  1. En un escrito tuyo me llamaste sectario, es muy gracioso teniendo en cuenta lo que comentasaquí: «Es tan absurdo que no merece discusión».
    En realidad puede ser que sea muy absurdo, uno tan grande como calificar a Ernesto Guevara de asesino y terrorista.
    Empezás tu comentario con la siguiente frase: «Estimado Lino, me avergüenza no haber escrito nada para CIUDEM» ¡Qué notable! ¡A mi lo que me daría vergüenza es opinar lo mismo que suelen publicar en este blog!
    Como ya me aburrieron y calculo que yo a uds, me despido no sin antes llenarlos de improperios que por lo que he visto a lo largo del blog, seguro van a encontrar muy descalificantes: ¡¡¡Palestinos, manga de indigenas, musulmanes, campesinos y mineros!!! Y aquí va el peor de todos: ¡¡¡Pueeeeblooooo!!!

  2. Estimado Lino, me avergüenza no haber escrito nada para CIUDEM en los últimos meses. No te prometo nada, que ando bastante pillado.

    Sobre el tema, sí, por ahí van los tiros de lo que voy «cuajando» en la cabeza. Tocas el tema de las lenguas… tema que se resuelva por sí solo: el estado no puede imponer una … y yo en mi parcelita, probablemente tampoco. El estado no puede pues la lengua es la vía de comunicación de las personas, y éstas son las que eligen con qué lengua se comunican más eficazmente. Lo que está ocurriendo ahora en españa es un espejismo. Un aplique artificioso. Al final, el catalán que quiera comunicar de forma más universal su producto, o sus ideas, tendrá que hacerlo en inglés o en castellano. Tiempo al tiempo. En la esfera privada, más de lo mismo. Si yo decido que en mi casa sólo se habla leonés, estoy limitando mi campo social y por ello mis posibilidades de éxito. Es tan absurdo que no merece discusión. Otra cosa es que use el leonés cuando mi interlocutor lo entiende. Pero no puedo obligar a nadie ni a usarlo ni a aprenderlo.

    Un abrazo!

  3. Me parece un muy buen resumen de lo que deberían ser los principios de un sistema justo, en donde se pretenda dar cabida a lo que nos representa, el ser humano y el individuo, y la sociedad o grupo en donde habita y con la que en la mayoría de los casos, existe una relación de interdependencia.

    Estoy de acuerdo en que las leyes y la justicia son decisiones del grupo, que varían a lo largo del tiempo y en función de la evolución del mismo. Esto es necesario para no anquilosarse y seguir con los dogmas sociales a lo largo de los eones. Pero la esfera individual apenas puede cambiar, ya que puede definirse universalmente como:

    Todo aquello que el ser humano se concede a si mismo por su mera condición y sin ninguna otra distinción; y sin que sea necesaria para satisfacerlo una obligación solo al resto, que no incluya al propio individuo.

    Por ejemplo: en mi propiedad privada puedo obligar a los demás a tener una relación determinada con ella (no pisar el césped, no escupir en el suelo, respetar al resto de personas en ella arreglo a mis normas, etc). Y los demás en su propiedad privada podrán hacer lo mismo conmigo.

    Otro ejemplo: si para poder satisfacer un supuesto derecho de, escojamos al azar, «vivir en catalán», obligo a los demás a que me hablen en dicha lengua, sin que yo pueda obligarles a lo mismo, en mi lengua, entonces no se trata de ningún derecho, sino de imposición pura y dura.

    Lo mejor en este caso es no tener que imponer nada, y que cada persona decida como quiere hablar en función de las circunstancias. En cuanto al estado, está claro que no debería imponer nada al respecto y que deben poder satisfacerse los derechos de todos, limitado tan solo por cuestión de gestión de los recursos y supeditado siempre a decisión de los ciudadanos de las diferentes localidades, ayuntamientos o autonomías. Es decir, si solo hay recursos disponibles para una lengua (porque se ha decidido así) está tendrá que ser decidida por los ciudadanos de la localidad afectada.

    Es por esto que, la subdivisión del estado en entidades gobernadas por algún tipo de democracia directa es positiva para lograr este tipo de cosas, pero no excluye de la necesidad de un estado con representantes elegidos y bajo mandato imperativo que aglutine y encamine los esfuerzos de esas entidades con autogobierno o autonomías.

    Saludos

    PD: a ver cuando te estrenas y publicas algo donde sabes. 😉

  4. Interesante paseo por el mundo de la metáfora pero, a la postre, la misma grosera repetición de dogmatismos. Porque toda esa aburrida digresión sobre el derecho de éstos y aquéllos podría haber sido resumida con alguno de los coloristas párrafos finales del artículo. Como estos:

    «- La existencia de muchos grupos reducidos que comparten los principios fundamentales de respeto a la vida y la propiedad de los individuos fomenta además la libertad individual: no es necesario convertirse en delincuente o recurrir a la impunidad cuando no se acepta una norma grupal, basta con buscar un grupo en el que no exista esa norma.»

    ó

    «- Repito, para que quede claro: en ninguno de esos grupos sería aceptable una norma, una legislación o concepto de justicia que atentase directa o indirectamente contra los derechos individuales.»

    Todo cuadra: «yo defiendo un mundo de justicia y democracia directa (es decir: no democracia real) que lo será siempre, para siempre y por los siglos de los siglos y en cualquier caso si fuese injusto el mercado de ciudades-Estado asegurará el que siempre uno pueda huír de lo injusto que, además, por ser malo-malísimo nunca tendrá vigencia en mi mundo chachi».

    Y eso es todo. El resto son las cañas, pero de cerveza.

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