La presunción del ocaso

Luis:

Con toda prudencia, me atrevo a decir que llega el ocaso de un hombre. No será hoy ni mañana, pero se aproxima. Es ley de vida: todo sube, todo baja. Al contrario de lo que se pueda pensar cuando te diga en qué hombre pienso, este no es un relato sobre la felicidad o la satisfacción que puede producir a un wishful-thinker. Es un relato de contemplación, de cómo las formas de hacer se agotan, de cómo las obsesiones individuales nos terminan dejando un tanto solos: seguramente sin perder la comodidad y el soporte de los que creerán que todo se debe a mantener una integridad y una grandeza.

Los que detestaban a José Luis Garci se reían de su melancolía permanente. Leí a un articulista que analizaba con extrema educación los textos del cineasta románticamente comunista (es decir, que lo es por el recuerdo de una épica, no porque comparta realmente lo que pueden hacer los comunistas o el comunismo) para llegar a la conclusión de que sus relatos sólo reflejaban vivencias propias que él elevaba a universales. Es decir, que los sentimientos que le producían sus experiencias pasadas serían en su mente un escenario real compartido por una generación, y el hecho de que otros no tengan las mismas experiencias o los mismos sentimientos y, por tanto, no comulguen o sigan las derivaciones que se esperan de esos sentimientos, genera frustración. O conflictos.

Pero no, no vengo a hablarte de Garci. Tengo memorias y sentimientos asociados a él, y puede que sí sea un hombre en declive. Desde el punto de vista cinematográfico sí lo parece. Te hablo de Federico Jiménez Losantos, un tema que te debe aburrir, ya lo sé, porque sus posiciones públicas sólo generan un mar de incomprensiones propias y ajenas. Pero he leído un texto suyo y pensé inmediatamente en Garci, siendo como son vivencias, experiencias y lenguajes, sobre todo lenguajes, tan diferentes. Siendo como es uno el antiguo locutor de la vida cotidiana amable y el otro el locutor de la algarada como forma de vida.

El parecido está en que extrapola su visión personal de los sentimientos que le han generado sus experiencias vitales y las conclusiones de su vida intelectual, a una verdad inmutable en la que el que no siente lo mismo es mirado con sospecha. O en traidor a principios y nociones que parecen sacras sin importar si otras personas tenemos otra forma de encarar las mismas experiencias, u otras perspectivas de asimilación de nuestra vida intelectual.

Las flechas, la habilidad y el vigor verbal de sus textos, son pura rabia mezclada con ingenio donde la argumentación queda desdibujada en la decepción personal y en la proyección de esa decepción a obligación moral de todos los demás. De no hacerlo, somos traidores. No dejo de sorprenderme que ante tanta llamada al precipicio, más cuando es un autor con obra publicada en los últimos treinta años, nadie se ha caído. A pesar de que España se moría o desaparecía, aquí sigue. Con todos sus desafíos y la discrepancia entre sus habitantes sobre cuestiones esenciales, lo más importante es que, después de todo, la vida sigue.

Por supuesto que no es una vida perfecta, por supuesto que hay muchas cosas de las que se puede – y se debe – disentir, por supuesto que nunca llegará la perfección. Pero uno cree que el país de sombras que se dibuja no existe. A ti y a mí nos gustan ideas similares, pero pienso que el enarbolamiento de determinadas palabras y conceptos, expresados en realidad como una frustración personal porque el mundo no es como le gustaría que fuera, lo único que ha logrado es dificultar enormemente el que puedan explicarse y ponerse en práctica.

Decía que detectaba declive y soledad. Comprobar que el partido que ha apoyado sigue otros derroteros en su imperfecta e impropia democracia interna (no mucho peor que la de los demás), y ver que, en realidad, no sucede nada y que hasta las encuestas, esos artilugios estadísticos, devuelven el mundo a su normalidad insatisfactoria, deja cada vez más en evidencia la causa. Una causa que tiene más de personal que de intelectual pero sobre todo que lo que no es, es una forma de periodismo. Es un combate.

A la presidenta del Tribunal Constitucional le pedimos que se comporte como una jueza. ¿Y qué es eso? Que primero sea jueza y luego sea lo que sus intereses o inclinaciones le convenzan o convengan. Ser primero jueza supone que se ha, por lo menos, de hacer profesión de independencia, un asunto que empieza por la estética: parte del trabajo son los gestos, las imágenes, las aproximaciones y alejamientos: eso que el rey borbón hace tan bien. Educados desde niños en que viven con un foco, saben que una ceja, el vacilar de una mano o la distancia de un paso tienen significado porque los demás se lo atribuyen y porque los demás los miran. Nuestra pobreza institucional hace que quienes ocupan los puestos no tengan esta dimensión en la cabeza: su trabajo es más lo que se percibe que lo que se hace o piensa. Por eso es una ruina su tribunal y por eso no puede ser integrante de ese tribunal: porque lo que cuenta es más lo que representa y su credibilidad que el sentido de sus sentencias.

De la misma forma, hay que preguntarse si los periodistas son periodistas o son otra cosa. Iñaki Gabilondo, ese manipulador amable y tan inteligente, hacía una reflexión pública ante el asombro de muchos – no es la primera vez – en el que reconoce su carácter combatiente y su anhelo de volver a ser, solamente, un periodista. El periodismo tiene opinión, claro. La desvirtualización ha venido cuando todos pensamos que los periodistas, sus medios, oscilan entre la prolongación de los partidos políticos a los que apoyan, la trinchera, y en el caso peor que es el que te cuento, la duda de si lo que se hace es un mítin político, una agitación para conducir masas (como el estalinismo y el nazismo tan odiados) hacia un nirvana que le niega un dragón de siete cabezas. Una orgía que convierte al compatriota en traidor, sin que sirva de excusa que el rival pueda hacer lo mismo.

Es ahí donde percibo el ocaso, que no el abandono o la derrota. Más bien el protagonismo por encima de su realidad. Uno debe tratar de examinar en qué consiste su trabajo: si comprobar que no se sigue tu opinión genera tan mala vida, a lo mejor el error es no presentarse para que los vecinos digan si mereces ser elegido para defenderlo en las instituciones. Es bien cierto que la frontera entre opinión periodística, literaria y la arenga o el mítin (siempre se dice que tal o cual es buen orador de mítin y sabemos la diferencia con la opinión) no es fácil de delimitar, pero el torrente de frustración en forma de palabras ha alcanzado ese punto en el que uno se queda para los fieles. Si, encima, Rajoy sobrevive, corre el riesgo de volverse irrelevante.

Me queda la inquietud de que si lees esta carta a tus amigos se pierda, como tantas veces, la gana de discutir la tesis y se confunda con ataques o embestidas.

Tuyo,

Mardito Roedor

TIRABUZÓN
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8 comentarios

  1. Joder que exagerados………sale una sentencia estúpida, sin sentido, y ay le dan muerte a Federico….por cierto yo lo oigo todos los dias y me pregunto cual es su estilo que no les gusta? dice las cosas que cree que estan mal ….unas acierta ..la mayoria y en otras se equivoca…….por cierto España esta mal…..y lo del DNI …es un argumento propio de quien lo dice….

  2. Yo, ésa es la realidad. España es ya de facto un reino de taifas. De momento sólo supone un mayor coste económico para ser capaz de manejarse en los diecisiete laberintos burocráticos (con la consiguiente merma de la libertad) A ello nos ha conducido el Estado de las Autonomías. Quizá socialmente tarde más en plasmarse, pero esto apunta a ruptura.

    O quizá, puesto que en nuestro pasaporte sigue poniendo «España», acabe imperando el sentido común y volvamos a la unidad que estamos perdiendo. Particularmente soy pesimista a este respecto.

  3. En cuanto al personaje, con la última sentencia le han dado más vida que muerte. Independientemente de lo que nos guste o deje de gustar su estilo lo han convertido en mártir para la causa de la libertad de expresión (desde aquí mi apoyo para que se respete su derecho a expresar sus opiniones libremente).
    Por otro lado es un golpe maestro del gobierno (o para el gobierno, lo que prefieran). Dan balas al enemigo para que se bata en duelo con el partido de la ¿oposición?. Circo que distraiga al populacho y batalla cuyo resultado, sea el que sea, beneficia sólo al azuzador…

    En cuanto a muchas de las apreciaciones del artículo, discrepo en mucho en eso de que España sigue siendo la misma y dentro de lo que cabe va todo bien. Discrepo en las habilidades del monarca: al menos de poco tiempo para acá demuestra lo contrario (¿qué pinta un rey en una democracia?).

    Y en lo que al problema de fondo real creo que es, en gran medida, nuestra Constitución. Personalmente la encuentro nefasta en varios aspectos graves. Uno de ellos, primordial, es la poca confianza que demuestra tener en el pueblo soberano. Viene a decir: «Vale, el pueblo es soberano, pero como no es de fiar, vamos a dejar todo amarradito a través de los partidos políticos que son los que saben».
    Con ello, social y políticamente, nos hemos quedado anclados en el franquismo. No se ha permitido la evolución democrática real. El pueblo, en lugar de decidir, sólo puede adscribirse al seguimiento de un grupo (líder) y poco más que someterse. (A los burócratas de Bruselas les gusta tanto el modelo que quieren generalizarlo.)
    En tal sistema, en el que el individuo sólo puede decir si le gusta o no lo que se le propone cada cuatro años (para que se sume a una tribu u otra), florecen las tácticas goebbelianas y yermo está el terreno político de ideas, argumentos, razonamientos… Los políticos se limitan a señalar el mal en el otro lado para pedir adhesiones para combatirlo. Y el pueblo sigue el juego. En lugar de tener un líder impuesto, tenemos unos cuantos para elegir y dejar que nos guíe. Menuda democracia. Y con el tiempo, en lugar de aumentar el papel del soberano, se ha ido aumentando su sometimiento. El soberano consiente feliz con este timo de la estampita y la terna de líderes siguen tirando de la cuerda que está todo menos tensa.
    Este rollo de madrugada, además de demostrar que España es cada vez menos España, busca establecer el marco en el que sale a la palestra un tal Losantos. Entiendo, o quiero entender, que este periodista buscando enfrentarse a este estado de las cosas, eligió (creo que erróneamente) el jugar a lo mismo que los políticos pero sin entrar en política. Osea, intenta constituirse como líder desde fuera del sistema establecido para cambiar el sistema. Pero el gran error ha sido que ha caído en los mismos vicios: en lugar de convencer razonando, busca levantar pasiones y seguidores entregados… Podríamos decir que es una buena y loable idea mal hecha. La pandereta estridente no deja que se oiga la música.

    Así pues, en el pecado está la penitencia y dudo que por ese camino se logre el objetivo buscado (el fin no justifica los medios y en este caso los medios desvirtúan el fin). Lo cual debería conducir al agotamiento y probable ocaso… Mas en un sistema en el que todos juegan a lo mismo ante la mirada impasible de los que deberían hacer algo (nosotros todos), un jugador que no tiene que ser validado «democráticamente» como los demás, puede durar bastante más de lo que estamos acostumbrados a ver en el entorno de los contrincantes.

    Mi duda es que, cuando este líder que se ha metido en la línea de nuestro camino se desvanezca, ¿cuantos compañeros más seguirán en la misma dirección?. Porque con la dinámica que hay en este país, la mayoría de seguidores que tiene simplemente otearán en rededor para buscar otro que les indique su camino (que será más o menos el mismo, o no).

    Disculpen el ladrillo 😉

  4. A pesar de que España se moría o desaparecía, aquí sigue

    Pues mi impresión, es que España, no sigue, murió hace tiempo. Lo noto cuando tengo que cambiar una tarjeta de salud cuando cambio de comunidad autónoma. Lo noto cuando sé que en unas oposiciones, no es lo mismo presentarse en Castilla La Mancha que en Galicia. Lo noto cuando veo que el aparato del Estado se ha multiplicado por diecisiete. Cuando hablo con gente que se ha tenido que enfrentar a 17 normativas para comercializar un producto. Lo noto, sobre todo, cuando viajo a un país extranjero y todos tienen la bandera del país, mientras aquí, izan la de cada taifa a mayor gloria del político de turno.

  5. Estimado Roedor,

    ya están haciendo leña del árbol los impacientes. Describes perfectamente los errores de Losantos, que son, a la postre, los verdaderos artífices de su situación. Es doloroso comprobar, sin embargo, cómo ni siquiera somos capaces de esperar a que las cosas sigan su rumbo. No el que nos gustaría. El suyo. Hay quienes no se conforman cn hacer un retrato de una situación, o de un personaje. Necesitan de la caricatura o la saña para poder subrayar sus apreciaciones.

    Los periodistas, antes que periodistas son personas. Y ya sabes que el corazón no siempre cumple con lo que nos deseamos. Nosotros, amables e ingenuos aprendices de comunicadores, cuántas veces hemos diseñado una estrategia dialéctica y, abandonados a su éxito, hemos caído en el discurso sin estrategia y sin dialéctica. Ellos , los profesionales de verdad, corren exactamente los mismos riesgos, aunque su pluma (o su voz) sean a las nuestras lo que un Ferrari a un 4L.

    Sí, tal vez sea el momento del ocaso. Pero me temo que no será un ocaso lánguido.

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