Ignacio Camacho sin pelos en la lengua

 

SI se doblase el mapa de España por un eje, no sólo geográfico, sino político y moral, la ruta nocturna de Isabel Pantoja hasta los sórdidos calabozos de Málaga coincidiría aproximadamente con el plácido itinerario de los paseos vespertinos de Iñaki De Juana Chaos por los alrededores del hospital donostiarra, y se obtendría una curiosa superposición de la profunda, aberrante dicotomía ética en que se bifurca estos días la andadura del zapaterismo. Todo el rigor de la justicia, con su contundente y aparatosa movilización del aparato policial, desencadenado con alevosa nocturnidad sobre una cantante sospechosa de irregularidades financieras, que perfectamente podía haber sido convocada al juzgado mediante la correspondiente citación ordinaria; mientras al otro lado del país, el asesino convicto de 25 ciudadanos, discretamente protegido por las fuerzas de seguridad, estira al atardecer sus músculos agarrotados por un selectivo ayuno voluntario que le ha bastado para doblegar al sistema legal del Estado. He ahí la fotografía precisa de un tiempo lúgubre de abatimiento y desconcierto, plasmado en el descarnado claroscuro de un retrato de época; de una sombría época de incuria en la que, como dejó escrito Bertolt Brecht, parece de nuevo necesario demostrar lo evidente.

Lo evidente es la sorda irritación que sacude la conciencia ciudadana ante este escandaloso doble rasero, ofensivo para cualquier sensibilidad adornada por un mínimo sentido del equilibrio y la decencia. Lo evidente es la afrentosa humillación que para el sufrimiento de las víctimas supone la privilegiada comodidad del carnicero triunfante en su chantaje a la justicia democrática. Lo evidente es el agravio de muchos luchadores por la libertad que han de vivir bajo el sobresalto de las escoltas para ver escoltada la tranquilidad del paseante De Juana. Lo evidente es el agravio a la razón y a la ley que representa el irritante exhibicionismo del criminal ante la inaceptable permisividad del Estado.

Lo evidente es cómo las temerosas autoridades de un país afligido se aloban ante la coacción del terror y se yerguen con orgullo arbitrario y abusivo frente a la asustadiza fragilidad de una tonadillera famosa. Lo evidente es el fingimiento moral de quienes organizan un espectáculo de demagógica disciplina y morbosa carnaza populista para desahogar su mala conciencia y distraer la atención de una bochornosa ignominia.

Lo evidente es esta clamorosa bipolaridad moral que el presidente Zapatero ampara con sofismas y casuismos. Lo evidente es que la palmaria coincidencia de los paseos apacibles de De Juana y la tumultuosa detención de la Pantoja retratan a un Gobierno sumido en un patético ejercicio de hipocresía, temblando de miedo e impotencia mientras enseña los dientes en una mueca desencajada que movería a risa si no fuese por su manifiesta doblez y la cobarde simulación de mostrarse duro con las espigas para encubrir su indecorosa blandura con las espuelas.

 

Lo he leído hoy en su columna de ABC

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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