Las banderas y las guerras

Ayer ponía punto final al poso de credibilidad que aún le concedía al diario «El País» (enlace a mi post, no crean) debido a un artículo sectario y demagogo que apareció en la sección de opinión del citado diario. Tambien advertía en ese mismo post, que en otros medios tampoco duelen prendas y la dialéctica utilizada no era de mi agrado. Hoy leo un correo de mi amigo Berlín Smith argumentando en la misma línea. Esta vez su crítica se dirige a otro amigo mío, lo cual hace esto más difícil si cabe para mí.

La manifestación de esta tarde, como las de ayer, no es de unos españoles contra otros españoles, tal y como nos quieren hacer ver de forma ladina las sirenas de uno y otro bando. Yo no apoyo las concentraciones de los viernes contra ningún ciudadano español. Las apoyo contra lo que considero una injusticia, una nefasta aplicación de la ley y contra la arrogancia de los gobernantes, quienes desde su autosugestionada intocabilidad nos han vuelto a demostrar claramente cuales son los vicios de nuestra democracia: la partidocracia y la ley electoral que la sustenta.

Escribe Berlín Smith, y hago mías sus palabras:

Todo esto suena a un partido de fútbol. Lo bueno del fútbol es que uno dice todas estas cosas y se queda tan ancho y tan relajado. Total, es un juego. Lo que dudo es que interese o sea coherente convertir la política en un partido de fútbol. Es bien cierto que hay muchísimos motivos para quejarse y desproticar de este gobierno: es un hecho conocido por todo el que me lee que lo pienso y que no cuenta con mi voto. Pero de ahí a la soflama, la exaltación, el comeniños, la antiespaña, los anticristianos y todas esas cosas, el clima perruno de morder por discrepar sólo garantiza una cosa: que parece mejor estar calladito últimamente, porque se razona poco y se reacciona mucho. No, yo no voy a convertir a mi vecino en mi enemigo ni voy a ir a por él. Voy a criticar y protestar cuando haya que hacerlo, pero me pienso cuidar de hacer de esto una guerra.

Los problemas de este país hemos de resolverlos juntos, no enfrentados, desde la aplicación de la ley, la reclamación de que esta se cumpla y, fundamentalmente, lejos del insulto fácil (han leído en los últimos días los comentarios en Escolar.net?; no? lean y lloren), apoyados en los únicos argumentos que realmente sirven para domar estas situaciones: libertad y justicia para todos. Pero ojo: PARA TODOS. Y si de reclamar la nuestra se trata, hagámoslo sin olvidar nuestro profundo respeto por la de los «de enfrente».

Esta tarde, desde Leipzig, estaré al lado de quienes se manifiesten por la justicia, por la libetad, por la paz, por la dignidad de las víctimas. Contra el uso de la vida como moneda de cambio político. He colgado en el blog la bandera de España con un crespón negro porque la decisión de este gobierno me resulta repugnante y protesto por ello. Pero esa bandera no es mi arma contra los que no piensan como yo. Simplemente afirma lo que yo creo.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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4 comentarios

  1. Y si se puede acusar al discrepante de atentar contra la patria o cualquier metonimia, la nación o sus derivadas deviene una falacia. Además, el argumento es de suyo retroactivo y recíproco. Esto es, se acabó lo ‘excluyente’.

  2. Se puede y se suele matar por cualquier cosa: ideas, sistemas y hegemonías soberanistas que se acaban desprestigiando por fundamentarse en leyendas románticas, cuando se desenmascaran como ilusiones, o incluso como trampas del poder de una clase, una dinastía o un clan. O pierden gran parte de su valor motivador al día siguiente de su logro…como los niños con sus deseados juguetes, pero en más trágico, pues hubo vidas humanas masacradas por medio.

    En nombre de una ideología, quizá anticristiana – y los lectores de Marina no saben qué sea “anticristiano” porque ignoran qué es ser cristiano tb – una etnia o un liderato minoritario y cantonal, «de campanario», se echan por la borda muchos valores y tipos de relación válidos y hasta necesarios; y desde luego la solidaridad convivencial y la cooperación de todos con todos, en confianza, tan necesaria para el verdadero bienestar social.

    Los estados y estaditos se vuelven pragmáticos, menos idealistas y «utópicos» y tienden a parecerse demasiado a empresas donde lo único que importa es reducir costes, echar al que sobra, lucrarse los demás (aunque lo llamen «bienestar»); o el control económico de las materias primas (nacionalismo a lo Mars Attacks: «bonito río…¡nos lo quedamos!»).

    Es enormemente triste que se destruyan tantas vidas, tantos bienes y tantas posibilidades de vida familiar y de desarrollo existencial en nombre de un mito, una versión romántica de la historia o una ideología exaltada e impracticable, como suele hallarse siempre detrás de grupos terroristas.

    Prestigios inconsistentes nublan la vista y aun el sentido común de poblaciones enteras. Y no deja de ser una inexplicable paradoja que las medidas más crueles y extremosas se empleen al servicio de las más irreales ideas o de los sistemas más utópicos e inviablses, y esto no en «el triángulo sunní» ni en Mogadiscio, sino en la civilizadísima Europa Inc. de los masones, esa península asiática donde arrastran más y con más fuerza y hasta violencia las leyendas que la fe.

  3. Gracias, Luis. Hombre, se critica al amigo desde el respeto y la discrepancia, no nos hagamos la picha un lío nosotros también: la ironía y la gracia, cuentan, eso debe figurar; también las palabras exageradas y el libelo explícito e implícito: eso es inevitable. Lo malo es cuando se siente el impulso feroz de destrozar al adversario. En fin, es tan viejo como el mundo.

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