Dios los cría y ellos se juntan

Günther Grass lee a Rodríguez. O al revés, vaya usted a saber. El caso es que este fin de semana he tenido ocasión de leeer un clon del artículo publicado no hace muchos días por nuestro Presidente del Gobierno en la revista Spiegel. La firma no era la de Rodríguez Zapatero, sino la del poeta del progresismo moderno germano: Günther Grass.

«Terrorismus ist die logische Folge westlicher Politik: Ursache sei der wachsende Gegensatz zwischen reichen Industrienationen und armen Ländern der sogenannten Dritten Welt.
En el idioma de Cervantes: El terrorismo es la consecuencia lógica de la política occidental: la causa de ello es la cada vez mayor distancia (y contraposición) que separa a las naciones ricas industrializadas de los paises pobres del llamado tercer mundo.

Perfecto. Ya vemos que en eso se equivocan los dos. La pregunta es: por qué? Estamos simplemente ante la expresión práctica de las ideas de Marx? es una prueba más del atavismo (yo gano tú pierdes) supuestamente enraizado en nuestro código genético, en las zonas más arcaicas de nuestro cerebro?

Yo creo que se debe a los efectos de un virus pandémico en infrenable expansión: el colectivismo.

Rabia, desesperación, temor. Ya ha pasado una semana desde los devastadores ataques terroristas en Londres y, sin embargo, en innumerables foros y Weblogs seguimos leyendo las consignas que ya creíamos desaparecidas para siempre (y este que escribe no se excluye). La emocionalidad no ha sido nunca buena consejera, máxima que debería cobrar mayor significado en los círculos liberales, desde donde, contrariamente a lo que ocurre en los círculos socialistas, sólo la fuerza de la razón humana debería ser el agente motor de nuestros actos. No obstante, este (y otros) execrable ataque contra civiles parece haber causado un cortocircuito intelectual en no pocas mentes liberales. En ocasiones tengo la impresión que entre los representantes de las ideas liberales se está produciendo un proceso de «ablandamiento» de la resistencia intelectual frente a las ideas colectivistas. New York, Madrid y Londres no han hecho sino contribuir a la espantosa aceleración de este proceso.

No encuentro otra explicación para el fenómeno por el cual los liberales apenas si se hayan pronunciado (siempre hay excepciones, claro) sobre las proposiciones de ley presentadas por los Gobiernos nacionales para hacer frente al problema terrorista, todas ellas un compendio inaceptable de medidas de intervención en la vida privada de los ciudadanos. El Estado aprovecha, sin vergüenza alguna, cada ocasión que se le ofrece para consolidar su poder, vendiéndonos las medidas a adoptar bajo el pretexto de mejorar nuestra seguridad. De este modo, medidas tan absolutamente dispares como la reforzada cooperación de la policía en la UE y la propuesta de eliminar los paraísos fiscales, caben en el mismo paquete. En esta lucha contra el terror, dominada por las emociones de una población alarmada, ésta acepta sin rechistar toda cada medida relativa a la continuación de la centralización del poder político cayendo, sin saberlo, en un pozo liberticida.

Pozo cada vez más profundo, pues ni siquiera los liberales se oponen con determinación a esta nueva forma de esclavitud, sino que contribuimos a ella invitando a la toma de medidas más agresivas contra los enemigos de occidente. De esta forma, los verdaderos amigos de la libertad no solo caen en la trampa de los Gobiernos para extender su poder sobre los individuos, sino que caemos cada vez más a menudo en el uso imprudente del «nostros», dejándonos apartar del individualismo razonado que debeía ser la verdadera consigna, el motor frente al colectivismo rampante. Esta asunción brusca del «nosotros» es cuestionable por dos razones. Por una parte, no se juzga a los hombres en función de su propia acción, sino solamente sobre la base de los factores «comunes» como el color de piel o su confesión religiosa. Por la otra, entre nosotros aparecen cada vez más cerebros enfermos que reclaman asesinatos colectivos en nombre de los valores occidentales y la libertad, que muestran claramente en qué estado mental se encuentra la «cuna de la civilización».

Además, como ya he sugerido brevemente, se nos roba libertad con la promesa de una mayor seguridad, invadiendo los últimos restos que de la vida privada aún nos quedan. Esas islas individuales de libertad, obtenidas gracias a la dura lucha de hombres y mujeres europeos durante siglos y defendidas no pocas veces a cambio de muchas vidas. El individualismo constituyó (utilizo el pretérito conscientemente) uno de los valores más importantes de Europa, antes de que el perjuicio del colectivismo moderno arrasara con fuerza plena el continente, llevándonos a una política exterior agresiva. Los mayores horrores que recuerdo han tenido lugar siempre en «nombre del pueblo», y en nombre del pueblo se dejó morir a tantos y tantos soldados anónimos sin el menor remordimiento. No creo que sea necesario destacar especialmente que estas violaciones de la libertad individual se cometen naturalmente en nombre del orden y del bien.

Con razón, el lector avezado me dirá que en ningún sitio se respetan más los «derechos humanos» como en «nuestro» occidente. De ahí a afirmar, sin embargo, que la solución a nuestros problemas para por una restricción de los derechos individuales en casa o imponer al resto del mundo «nuestros» valores, va un trecho demasiado largo. De nada sirve la mejor situación en Europa, si la cruzada exigida desde algunos frentes contra el terrorismo pasa por recortar necesariamente los derechos individuales en casa.
De nada sirve entonces presumir de que aquí el Estado no ha podido aún oprimir perfectamente el individualismo, si en todas las demás partes del mundo la vida privada se rechaza en favor del sector público y en consecuencia del poder de Estado. Es una absoluta hipocresía realizar «tablas de libertad» en las que nos encontramos en los puestos de «arriba» y mostrarlas orgullosos, al tiempo que olvidamos (voluntariamente) la erosión de la libertad en el propio país en medio de un ruidoso narcisismo. La libertad es y será siempre absoluta e ingraduable. Lo demás no es libertad. Quienes nos autoproclamamos liberales deberíamos reprocharnos el haber caído en las garras de un relativismo social, hijo del colectivismo e ignorante de las libertades de los demás.

Las palabras reflejan el pensamiento. El lenguaje liberal-individualista indica un pensamiento liberal-individualista. El vocabulario colectivista un pensamiento colectivista. Entonces, como ahora, las guerras y los genocidios simpre empezaron por la substitución del «yo», del individuo, por el «nosotros», el cuerpo del pueblo. Quien crea que las propuestas políticas basadas en el colectivismo pueden solucionar las amenazas provenientes del terrorismo, ya sea desde una alternativa de «derechas» ( la de la «guerra justa»), o desde una alternativa de «izquierdas» (la del «orden mundial justo») se equivoca.
Tras la mayoría de propuestas que he leído y escuchado en los últimos meses (incluso algunas propuestas mías, que yo no estoy libre de culpa) no veo más que la substitución de un colectivismo por otro. Todas las formas de colectivismo tienen un denominador común: son absolutamente antiindividualistas y, en consecuencia el enemigo del más importante de los valores occidentales: el de la libertad individual.

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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8 comentarios

  1. Entonces ZP es el traductor de Grass en España? ¿Y cómo se llaman lo seguidores de Grass «grassientos»? Disculpad mi incultura.

  2. Pero entonces, por qué la «Günter Grass Stiftung» se llama así:

    http://www.guenter-grass.de

    Además, aunque esto es un argumento pobre, si pones «Günter Grass» en google, aparecen 270.000 entradas, mientras que si pones «Günther Grass», sólo aparecen 27.000.

    En fin, esto sí que es hablar del sexo de los ángeles. Parecemos escolásticos de los que, en realidad, nunca existieron.

  3. «la del poeta del progresismo moderno germano: Günther Grass.»

    La derecha sois capaces de tirar por tierra a cualquiera que no comulgue con vuestra forma de ver las cosas. Ese ‘poeta del progresismo moderno’ como tú le llamas, es ni más ni menos que un premio Nobel de Literatura y una de las cabezas mejor amuebladas y más influyentes de Europa.

    ES que hasta hierve la sangre ver cómo a esta figura mundial la tirais por los suelos, pero honorais a César Vidal. De locos.

    Qué radicales sectarios…

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