País Vasco. Reflexiones

Alfredo es un buen amigo. Una de esas personas que se cruzan en tu vida y montan un chiringuito en algún lugar de tu corazón. Para siempre. Sus lazos familiares con Donosti son tan fuertes como antiguos. Yo no tengo lazos familiares en el País Vasco. Al menos, no que se sepa. Me resta legitimación para reflexionar sobre el futuro de los vascos?, para reflexionar sobre las elecciones que se celebran en dos días? Fíjense que, gracias a mi abuelo materno y mi abuela paterna (dos personas muy conscientes de sus raíces familiares) tal vez sea de los pocos españoles que pueda recitar sus primeros 12 apellidos. No encuentro ni Labartas, ni Goicoecheas, ni Urdangarines, ni Banzas, ni Urquiolas. Vamos, que para encontrar alguien menos vasco que yo al norte del Duero creo que habrá que buscar con lupa.

Si lo he entendido bien, yo no puedo dar mi opinión sobre el futuro del País Vasco. No es que nadie me quite de hacerlo. Por favor! éste es un País libre!. No. El problema es que nadie quiere preguntarme, nadie me da esa legitimación, nadie me permite ejercer la soberanía que, voluntariamente, he puesto en manos de nuestras Cortes y nuestro Gobierno. Poco importa que me sienta tan heredero de Pizarro como de Juan Sebastián Elcano, de Lope de Vega como de Pío Baroja. Me han puesto una verja. Una verja imaginaria, un muro de silencio y miedo. Una pared de terror sobre la que crecen la enredadera de la mentira, los musgos amargos de los cadáveres, los líquenes secos de los vascos mudos.

En Bilbao, Donosti, Vitoria, los vascos viven a uno y otro lado del muro. No es un muro de hormigón, es un muro anclado en el corazón de todos, siempre presente, siempre amenazante. Lleno de pintadas y palabras obscenas nos acompaña a todas partes. No es posible girar la cabeza para no verlo, para olvidarlo. Su sombra, años de sombra, no ha hecho sino enfriar nuestros corazones y adormecer nuestras mentes.

Para derrumbar este pared no bastan la máquinas, se necesitan voluntades. Voluntad de reconciliación. Voluntad de compartir. Voluntad de comunicación. Nadie, repito, nadie en esta campaña electoral ha planteado soluciones a este muro. El PNV sigue negándome mi derecho a opinar, a votar, a decidir. No soy de su raza, dice. El PSOE pretende vencer al muro con un ejercicio de olvido (creo que los psicólogos tienen una palabra para eso) y tampoco están por la labor de preguntarme a mí. El PP quiere romper el muro desde el Estatuto, pero se niega a preguntar a los otros. Nada nuevo en el horizonte. El muro terminará siendo frontera, la frontera de la vergüenza.

Pues bien, yo propongo una catársis, una revolución, una nueva caída del muro. Las soluciones a medias no son nunca soluciones. Propongo un nuevo proceso constitucional. Propongo que se debata sobre la conveniencia del retorno a la república como forma de Estado (por favor, sin morados en la bandera, dejemos las banderas como están). Una república valiente, en la que todos tengamos sitio, en la que las asimetrías no separen sino que unan por mor de la sana competencia, en la que sea posible articular las voces de todos en una sola voz, en la que ser vasco no sea antítesis de ser español, en la que los egoísmos artificialmente hinchados por los nacionalismos dejen paso al universalismo que siempre ha caracterizado a los españoles. En la que no se tergiverse la historia, en la que las lenguas sean vehículo de comunicación y no factor de discriminación.

Ya lo sé. Es un sueño. Una utopía. Pero que sería de la humanidad sin utopías?

Luis I. Gómez
Luis I. Gómez

Si conseguimos actuar, pensar, sentir y querer ser quien soñamos ser habremos dado el primer paso de nuestra personal “guerra de autodeterminación”. Por esto es importante ser uno mismo quien cuide y atienda las propias necesidades. No limitarse a sentir los beneficios de la libertad, sino llenar los días de gestos que nos permitan experimentarla con otras personas.

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Un comentario

  1. Asturleo,

    a tí también se te lee.

    El problema con el Pais Vasco es que parece que hemos alcanzado, por desgracia, el punto de «no retorno» y parece que «ser vasco» sí es antítesis de «ser español».

    Esperemos que los resultados del próximo domingo abran una puerta a la esperanza, porque en caso contrario, creo que empezará la desmembración de España.

    Saludos.

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